Siguiente misión: Festejar

634 79 30
                                    

—¿Fiesta? —preguntan Peridot y Lapis, casi al unísono.

Rose puede sentir la mirada inquisitiva de la rubia pesando sobre sus hombros, como si pensara, "¿en serio, una fiesta después de lo que acaba de suceder?", por lo que; con una risa incómoda, extiende la mano en dirección a una de las ventanas, desde la cual puede verse la ciudad en la lejanía.

—Aunque me encantan las fiestas, esta no ha sido idea mía —admite, admirando las luces que comienzan a prenderse entre los edificios —. Todos en la ciudad saben lo cerca que hemos estado de caer, y saben también que algunos sacrificios fueron necesarios para mantenernos a salvo, por lo que Nanefua decidió organizar una fiesta en honor a esas almas valientes que arriesgaron sus vidas para proteger la Zona Rosa, eso les incluye a ustedes dos, por supuesto.

—¿Quién es Nanefua? —pregunta Peridot.

—Es la alcaldesa de la ciudad, vi algunos panfletos de su última campaña electoral mientras estuve de compras —responde Lapis.

—Así es, yo sigo liderando a la rebelión, pero los ciudadanos de la Zona Rosa tienen el derecho de ser gobernados por quien consideren oportuno, y Nanefua se ha ganado el corazón de la mayoría —añade Rose. Sonriendo alegremente, piensa que también se ha ganado su estómago, pues la mujer hace además las mejores pizzas que haya probado jamás.

Peridot se sorprende a sí misma, siempre pensó que el orden dictatorial era la única forma de trazar una línea ante el caos, y aunque ha terminado por rebelarse, no estaba convencida de que la democracia fuese funcional, puede que el futuro sin el Imperio Diamante sea incluso más brillante de lo que cree. Lapis; por su parte, se siente bastante entusiasmada por poder asistir a una fiesta, pues no ha estado en una desde que sus roces políticos con las comandantes comenzaron.

—Una fiesta es justo lo que necesito ahora —dice, emocionada. Y poniéndose de pie, voltea la mirada hacia su compañera —. Vamos, debemos recoger las cosas que te conseguí, y llevar a Pumpkin a casa.

Peridot le mira pensativa por unos instantes, preguntándose en qué momento pasó de ser una reconocida científica imperial que rara vez salía de su laboratorio, a una insurgente que es invitada a fiestas y comparte el techo con la mujer de sus sueños, con la que aparentemente ha adoptado un perro. «No creo haber pedido esto jamás, pero no lo cambiaría por nada en el mundo», piensa, asintiendo y poniéndose de pie.

—Disfruten las celebraciones, se lo han ganado —sugiere Rose, acercándose y abrazando a ambas con calidez.

—¿Tú no irás? —pregunta Lázuli.

—No... Lars insiste en quedarse interrogando a Esmeralda, que tipo tan trabajador, ¿no creen? Pero, debo quedarme en el cuartel, pendiente sobre si revela algún dato crucial.

Asintiendo, ambas se despiden cordialmente y salen del laboratorio. Llegando al primer piso, Lapis recibe a Pumpkin de manos de Steven, y agradece su compañía antes de salir del templo; una vez afuera, toman una de las aeronaves y se dirigen finalmente a la ciudad. Entre la visita para recoger sus compras, el regreso al granero y el cambio de ropa, tardan al menos dos horas para regresar a la aeronave, partiendo nuevamente hacia la ciudad mientras el sol comienza a ocultarse.

—Veo que esta fiesta te tiene emocionada —comenta Peridot, sonriendo mientras conduce.

—Sí... Hubo una época en que asistía a fiestas todo el tiempo, no tan animadas como esta; claro, pero de todas formas eran divertidas —responde la chica, mirando disimuladamente su reflejo en el cristal.

—Ya veo, supongo que extrañarás algunas cosas de tu antigua vida.

Lapis lo considera, existen muchos aspectos de su pasado que realmente prefiere dejar atrás; pero, no puede negar su nostalgia sobre algunos recuerdos.

—Unas cuantas... Sí. Hecho mucho de menos a mi padre, creo que debo mi gusto por el arte a su influencia.

—Puedo imaginármelo —responde Peridot, sorprendiéndose a sí misma por extrañar a unas cuantas personas —. ¿Qué hay de tu trabajo en el museo de arte? Debió de mantenerte ocupada.

—Sí, tienes razón —admite Lázuli, sonriendo con ojos de ensueño —. En ocasiones podía ser un ambiente muy competitivo, pero no puedo negar que amaba mi trabajo; además, hice muy buenos amigos allí, recuerdo mis largas pláticas con Azuri Caprice, una artista talentosa que también exhibía sus obras; o con Abelardo, un crítico de arte que jamás faltaba a mis exposiciones.

Peridot escucha atentamente, agradecida por conocer un poco más sobre su musa, y piensa en algunas ideas para que esta pueda recuperar al menos un poco de su antigua vida como aristócrata.

—La ciudad se ve increíble —murmura Lapis, sacando a su compañera de sus pensamientos —. Me alegra que hayamos podido salvarla.

Mirando con atención, Peridot sonríe al ver las coloridas y carnavalescas decoraciones que han colocado por todas partes, con luces de neón que brillan radiantes bajo el nocturno cielo estrellado. De hecho, si escucha con atención, puede incluso apreciar tenuemente la música.

—¿Lista para un poco de diversión, señorita Lázuli? —pregunta la rubia, guiñando el ojo con las mejillas sonrojadas.

—Por supuesto. ¿Qué te parece tu nuevo look? Mucho mejor que esa aburrida bata de laboratorio, ¿cierto? —responde, dándole un vistazo con una sonrisa coqueta.

Avergonzada, Peridot baja momentáneamente la mirada para apreciar nuevamente su conjunto de estreno. Se trata de un pantalón largo de color verde oscuro, una camisa de botones con una tonalidad más clara, una chaqueta negra y un par de botas con plataforma; y sincerándose consigo misma, debe admitir que disfruta de esa altura extra que le proveen.

Encontrándose ya sobrevolando la ciudad, Peridot consigue ver a otra de las aeronaves del templo volando a su lado, y mirando más de cerca, nota que se trata de Amatista.

—¡Hola, tortolitas! —exclama la mujer por la radio, con una vibra electrizante y contagiosa —. Síganme, ¡pongamos estas naves a dormir y dejemos que la fiesta comience!


Amantes en Guerra [Lapidot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora