Ideales opuestos

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—No te molestes... —dice Peridot, mientras mira su reflejo en el cristal de la cápsula, ciertamente está hecha un desastre —. No te di fuerza sobrehumana para romper grilletes de acero, y tu hidrokinesis ha sido inhibida temporalmente.

—¡Déjame ir! —exclama Lapis, su incesante forcejeo le está dejando marcas en muñecas y tobillos, mas no puede evitarlo, su naturaleza le hará buscar la libertad, aunque el intento le cueste la vida.

—Representas una gran inversión económica por parte del imperio, más importante aún, eres la clave para perfeccionar la hidrokinesis. Evidentemente no puedo dejarte ir.

—¿Y para lograr eso decidieron secuestrar inocentes? ¡Eres repugnante!

—¿Inocentes? —replica Peridot, levantándose de su silla y dejándose provocar por la prisionera —. Rebeldes que ponen en peligro la integridad del imperio difícilmente pueden ser llamados inocentes.

—No soy una rebelde, ¡no me podría importar menos su estúpida guerra!

Peridot le mira con recelo; entonces, recuerda la reacción de los rebeldes al encontrar el tanque de su musa, ninguno parecía conocerla, ni siquiera Bismuto, ¿podría Lapis realmente no ser una rebelde? Sería algo sumamente improbable, aunque no tiene información personal sobre ninguno de los sujetos de pruebas, la asistente de la comandante Amarillo le entregó a los rebeldes en persona, y le aseguró que todos fueron capturados en un atentado terrorista frustrado.

—¿Una equivocación? —murmura, pensativa.

—¿Qué has hecho conmigo? —pregunta Lapis, sacándole de sus pensamientos. Su enojo ahora parece mezclado con angustia —. Nunca antes había sido capaz de... —su voz se corta, jamás había tomado una vida antes, quizá jamás lo hubiese hecho, de no haber sido por ese misterioso poder, es como si una oleada de ira y dolor arrasara con cualquier otra emoción, ahogando su sentido común.

—No entenderías los complicados procedimientos utilizados en mi proyecto, basta decir que hemos manipulado tu corteza cerebral, haciéndola más efectiva, deberías estar agradecida —afirma Peridot, mientras se acerca con una sonrisa llena de orgullo —. ¡La historia te recordará como la primera hidrosofista!

—Agradecida... ¿Dices? ¡Me arrebataste mi libertad para convertirme en un experimento!

Dicho lo cual, Lapis muestra su indignación escupiéndole en el rostro. Peridot retrocede, quitándose los lentes con molestia, y limpiando su rostro con el pañuelo de su bolsillo.

—¡Bah! Es inútil hablar contigo, me caías mejor cuando flotabas en silencio —protesta, regresando a su asiento —. Quizá cuando te tranquilices puedas ver que todo lo que he hecho es por un bien mayor.

Peridot se lleva las manos al rostro, con el dulce recuerdo de su musa flotando en el agua, como una sirena durmiendo plácidamente en el lecho marino. Ahora... Se da cuenta de que Lapis Lázuli es una mujer de sentimientos intensos y carácter fuerte, no una delicada doncella, de alguna manera, eso no le desagrada del todo. Levanta la mirada con cansancio, el punto de encuentro está ya a la vista, así como la nave de la capitana, más pequeña que las naves imperiales estándar, pero el doble de letal.

Amantes en Guerra [Lapidot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora