Peridot regresa al juego

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Con un suspiro, Lapis camina y toma asiento en el borde de la cama, le sorprende ver que Peridot tiene una sonrisa dibujada en el rostro, y se pregunta si estará teniendo algún sueño agradable.

—¿En qué nos hemos metido, Peridot? —murmura, mas no con la tristeza que solía verse reflejada en sus ojos.

Desde que escaparon del laboratorio, ha estado preparada para morir en varias ocasiones, rendirse y dejar que el dolor desaparezca, que todo desaparezca; pero, Peridot se ha aferrado a mantenerle con vida durante todo ese tiempo, y ahora que se encuentra en el templo, rodeada de una serenidad que solo la naturaleza puede otorgar, empieza a contagiarse de optimismo.

—Mi... Musa...

Lapis siente un súbito alivio al ver que su compañera abre lentamente los ojos, aunque todavía parece estar algo aturdida.

—Me he estado preguntando, ¿por qué me llamas así? —pregunta, con genuina curiosidad.

Al espabilar un poco y darse cuenta de lo que acaba de decir, el rostro de la rubia se prende en fuego, y al intentar alejarse de Lapis cae de espaldas al suelo.

—¿Estás bien?

—Mejor que nunca... —responde Peridot, con una risa nerviosa.

Lapis voltea los ojos con una sonrisa, y se acerca para tenderle la mano y ayudarle a ponerse de pie.

—¿En dónde estamos? —pregunta al levantarse, intentando ignorar todo el asunto de la "musa".

—Estamos en la Zona Rosa, en un templo tomado por los rebeldes.

—¡Nos capturaron los rebeldes! —exclama Peridot, llevándose ambas manos a la cabeza.

—¡No!... Bueno, es complicado.

—¡No te preocupes, nos sacaré de aquí!

Peridot se desespera al notar que ya no lleva la varita, y está a punto realizar una locura cuando Lapis le detiene, sujetándole de ambas manos y mirándole a los ojos.

—¡Quédate quieta por un momento! ¿Quieres? —dice, perdiendo un poco la paciencia.

Peridot le mira confundida, lo último que recuerda es a una mujer misteriosa disparándole un dardo tranquilizante. Pero, la vergüenza de tener a su musa tan de cerca mientras le sujeta las manos, no le permite reprocharle nada, así que asiente y guarda silencio.

—Escucha... —prosigue, bastante más calmada —. No sé qué tanto podamos confiar en estas personas, pero las Gemas de Cristal nos salvaron de Jaspe, y hasta ahora no me han parecido malas personas.

—¿Las Gemas de Cristal? —pregunta, arqueando la ceja.

—Yo no les puse ese nombre, el punto es...

Antes de proseguir, el seguro de la puerta se abre, captando la atención de ambas. Peridot se pone tensa ante la posible amenaza, mientras que Lapis sospecha que debe tratarse de Rose Cuarzo. Al final, ambas se equivocan, pues es un niño quien abre la puerta.

—¡Wow! ¿Quiénes son ustedes? —pregunta, visiblemente emocionado.

El niño no parece superar los 13 años, es bajito, de complexión gruesa, cabello esponjado, y lleva puesta una camisa roja con una estrella amarilla en el centro. Además, sostiene con las manos una bandeja llena de galletas.

—Estos rebeldes son despreciables, reclutando niños para su guerra... —susurra Peridot.

—No seas tonta, esta no es una fortaleza, probablemente viva aquí... —susurra Lapis en respuesta.

—Jamás había visto vestimentas como las que llevan puestas, ¿son extranjeras? ¿quieren probar algunas galletas? —insiste el niño mientras entra a la habitación, con una enorme y amigable sonrisa.

—Escucha niño —dice Peridot, mientras da un paso al frente y aclara su voz —. No dejaremos que estos rebeldes nos engañen enviando a un...

Entonces, las palabras de la rubia se convierten en gruñidos inentendibles, cuando Lapis se acerca y le tapa la boca, con una sonrisa incómoda

—Discúlpala, se dio un golpe muy duro en la cabeza. Mi nombre es Lapis, ¿quién eres tú?

—Oh... ¡Pobrecita! Quizá Rosa pueda ayudarle, siempre que me lastimo ella me hace sentir mejor —comenta el niño, dejando la bandeja sobre una mesa de noche —. Mi nombre es Steven, es un placer conocerlas.

Amantes en Guerra [Lapidot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora