Lapis Lázuli: ¿Agente doble?

452 69 34
                                    

Abriéndose las compuertas del cuartel general, un crucero blindado abandona la fortaleza, y conforme se eleva en el aire, la densa niebla que invade a la Zona Azul comienza a disiparse.

De camino a la Zona Amarilla, Azul ve fortalecida su nueva convicción, pues se entera finalmente de todas las adversidades que Lapis ha debido enfrentar, desde el infame secuestro orquestado con la bendición de Amarillo y Blanco, hasta la sorpresiva victoria de los rebeldes contra la ofensiva de Esmeralda. Entre tantos momentos cargados de emoción; sin embargo, lo que más llama la atención de Azul es el estado en el que se encuentra la Zona Rosa, siendo esta prueba fehaciente de que la opresión no es la única respuesta posible ante el caos.

—Has pasado por mucho —reconoce la comandante, sorprendida de que Lapis siga con vida —. Pero, me temo que lo peor está aún por venir.

—No crees que... ¿Podamos acabar con esto sin derramar más sangre? Al trazar este plan no contamos con tu ayuda, quizá...

Con una mirada taciturna, la comandante se limita a negar con la cabeza. No descarta la posibilidad de persuadir a Amarillo, de hecho, conserva la esperanza de conseguirlo; no obstante, Blanco es una historia completamente distinta.

Ambas continúan conversando en la sala de reuniones, hasta que la tímida asistente de Azul anuncia que se aproximan al campo de batalla. Aunque el tamaño del crucero le hace un objetivo fácil, todas las naves rebeldes se mantienen alejadas del mismo, por lo que consigue ingresar al cuartel general de la Zona Amarilla sin problema alguno.

Descendiendo en el punto de aterrizaje de las instalaciones, un grupo de seis soldados imperiales se apresura para tomar su lugar frente a la compuerta, dispuestos en dos filas de tres.

—¡Comandante Azul, bienvenida al cuartel general! —exclaman al unísono, tan pronto logran vislumbrar a la matriarca.

Aunque alineados respetuosamente con el rostro al frente, todos desvían inmediatamente la mirada cuando el infame rostro de Lapis hace acto de presencia. Entonces, en una fracción de segundo, todos rompen filas y desenfundan sus armas, apuntando con aterradora precisión.

—Comandante, mantenga la calma, estamos entrenados para este tipo de situaciones —afirma quien parece ser el líder del grupo, un hombre corpulento, y con el rostro lleno de viejas cicatrices.

—Bajen las armas —ordena la mujer en respuesta, con un tono de voz relajado.

—Si se trata de una toma de rehenes... Nosotros tenemos que...

—Apacigüe sus ansias, soldado. Esto tiene una explicación.

Y dando un paso al frente, el temible experimento de laboratorio al que todos temen, observa al soldado directamente a los ojos.

—Comando Azul #5, agente encubierta, Lapis Lázuli —declara, haciendo su mejor esfuerzo por sonar profesional.

—Agente... ¿encubierta? —pregunta el hombre, arqueando la ceja con evidente confusión. Aunque la información parece fuera de lugar, resulta lógico pensar que las comandantes hayan infiltrado agentes en la Zona Rosa.

—Se trata de una operación confidencial, o así era... —esclarece Azul, inclinando la cabeza con pesar —. Ahora que los rebeldes están aquí, no tiene sentido mantener el secreto. La señorita Lázuli ha sido una de varios espías enviados a territorio enemigo, la única en infiltrarse con éxito, de hecho. Y aunque Rose Cuarzo no le confió información alguna sobre este atentado, consiguió escabullirse para evitar un intento de asesinato en mi cuartel general, ahora mismo le debo la vida.

—Comprendo... —responde el soldado, bajando su arma y dirigiendo la mirada hacia Lapis —. Lamento la confusión, un grupo de rebeldes consiguió burlar nuestro laberinto, así que todos estamos en alerta roja.

—Descuide, si hubiera sospechado que soy una espía, entonces no estaría haciendo bien mi trabajo.

«Si se ha creído eso, puede que sí tenga madera para ser espía», piensa Lapis, agradecida por las cortas pero sustanciosas clases de teatro que recibió en su adolescencia.

Siendo la asistente de Azul la última en cruzar la compuerta, la triada se encuentra lista para partir. Por orden de la comandante, el grupo de soldados les escolta hasta el laberinto, guiándoles a través de numerosas puertas hasta llegar al bloque de celdas.

—Pueden retirarse —instruye Azul, siendo la primera en ingresar a la nueva sección del laberinto, seguida de su séquito.

Con una señal de respeto, los soldados regresan antes de que se dé el siguiente cambio de puertas. Lapis, por su parte, comienza a impacientarse, pues ignora si Peridot se encuentra en una celda con el resto de su equipo, o si fue llevada a la sala de interrogatorio.

Avanzando por un pasillo corto, llegan a una habitación circular y espaciosa, con una celda ubicada al final del camino, y una puerta cerrada varios metros a la derecha, que parece conectar también con el laberinto.

—No lo entiendo, aquí solo hay una celda, y está vacía —alega Lapis, temiendo lo peor.

—Comprendo tu inquietud, Lapis, pero debes confiar en mi —responde Azul, haciendo un gesto de aprobación para su asistente.

Adelantándose, esta se acerca a los controles de la celda, que constan únicamente de un botón para apagar y encender los barrotes de energía, y una esfera negra del tamaño de un melón, dispuesta en el centro del panel.

Sin mayor dilación, la asistente gira la esfera unos cuantos centímetros hacia abajo, provocando que la celda descienda, y de paso a una completamente nueva, esta vez con dos prisioneros. Estos se muestran sorprendidos por la visita, y uno parece querer decir algo; sin embargo, otro leve movimiento en la esfera rápidamente les hace desaparecer.

Aunque le toma varios intentos, la chica consigue encontrar la celda que buscan, aunque el resultado no es lo que Lapis esperaba. Lars, Padparadsha, Rodonita y las gemelas Rutilo se encuentran tendidos en el suelo, y siendo Fluorita la piloto del Destructor de Destinos...

—No, no no... —murmura con ansiedad —. La están interrogando, y con lo terca que es, deben de estarla torturando con tal de sonsacarle información.

Regresando su atención al grupo, nota que ellos no se encuentran mucho mejor, pues tal y como se les informó, parecen sufrir algún tipo de parálisis.

—Hasta que el efecto merme, deberían estar a salvo en su celda —afirma la comandante —. De momento, deberíamos...

—¿Qué estás haciendo? —pregunta una cuarta voz con severidad.

Volteando hacia atrás, todas se encuentran con la mirada desafiante de la comandante Amarillo.

—¿En dónde tienen a Peridot? —interroga Lapis, llenándose de valor.

Con un gesto de desinterés, Amarillo le ignora y repite su pregunta.

—¿Qué estás haciendo, Azul? 

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now