Liberación en la verdad

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Amedrentada frente a Azul, Lapis traga saliva al escucharle pronunciar su nombre. Garnet, por su parte, pasea la mirada por la habitación, en busca de algún punto ciego que los guardaespaldas imperiales puedan aprovechar para una emboscada.

—Pierdes tu tiempo —menciona la comandante, atrayendo nuevamente su atención —. Solamente yo permanezco en estas instalaciones.

—¿Esperas que creamos eso? Cada comandante tiene su escolta, soldados de élite especialmente seleccionados y entrenados para situaciones como esta —responde Perla, sosteniendo su lanza con firmeza.

—No creo que esté mintiendo... —añade Lapis, reconociendo la mirada de una persona que se ha rendido ante la vida.

Azul suspira con pesadez, colocando su mano en los controles del trono. Entonces, una pantalla holográfica aparece a su derecha, ofreciendo imágenes aéreas del conflicto que ocurre en la Zona Amarilla, una escena realmente desoladora.

—Envié a mis mejores tropas a defender la Zona Amarilla, mi escolta incluida. No supe ver que aprovecharían el caos para enviar asesinos a por mí, quizá la última de mis equivocaciones, pero... —reclinando la cabeza hacia atrás, Azul cierra los ojos por unos instantes, esbozando una sonrisa penosa —. Con mi muerte, al menos podré reunirme con Rosa, tengo tanto por lo que disculparme...

Súbitamente, el equipo comienza a sentir un poco de empatía por la comandante enemiga, bajando lentamente sus armas.

—¿A quién quiero engañar? —prosigue en su lamento, con una mueca de aflicción —. Nada puede reparar el daño que le he hecho... Ni siquiera mi muerte la traerá de vuelta...

Con algunas lágrimas bajando por sus mejillas, Azul se pone de pie, y en ese instante, Perla deja caer su lanza al suelo, con las manos temblorosas.

—¿Acaso...? —murmura esta, mientras sus propios ojos se llenan de lágrimas.

—Resistan... —ordena Garnet, quien hace un enorme esfuerzo tan solo para cerrar los puños.

Azul parece abstraída en sus propios pensamientos, como si no le importase lo que ocurre a su alrededor.

—Sabíamos que era muy pronto para nombrarla comandante —se lamenta entre lágrimas, con una voz cada vez más desgarradora —. Y; sin embargo, fui yo quien cedió a sus deseos, ¡sobre mis hombros recae su muerte!

Llegando al límite, el equipo entero se rinde en el suelo, incapaz de controlar tan intenso sentimiento de desolación. Es entonces que Azul regresa su atención a las intrusas, observándoles con profundo rencor.

—Hasta este día, estaba convencida de que su rebelión se conformaba de parias de la Zona Rosa, dispuestos a comenzar una guerra con tal de satisfacer su insaciable sed de poder; pero, basta un vistazo de cerca para comprender el verdadero alcance de su nefasta corrupción... La asistente personal de Rosa, y la última en el linaje de los Lázuli, ambas confabulando en mi contra.

Mientras Garnet y Perla se hunden cada vez más en la pena, Lapis se levanta lentamente del suelo, encarando a su antigua comandante.

—¿Cómo es posible? —pregunta Azul con sorpresa, pues nunca antes alguien había resistido su influencia empática.

—¿Esto? —responde Lapis, limpiando algunas lágrimas de su mejilla —. Me he sentido peor. Tú piensas que la rebelión te ha hecho miserable, pero las cosas en el pasado no eran distintas; la única diferencia, es que antes sufríamos en silencio, y ahora manifestamos nuestro dolor a los cuatro vientos.

—¡Algunos sacrificios deben hacerse! Las reglas son necesarias para mantenernos civilizados.

—¿Y quién decide esas reglas, Miss White?, ¿ha decidido ella lo mejor para ti?, ¿lo mejor para Rosa?

Azul retrocede al escuchar esas palabras, tropezando y cayendo sentada en su trono, de repente, el aura que emana se debilita considerablemente.

—¿Cómo te atreves a mencionar su nombre? —responde finalmente.

Con una pequeña sonrisa, Lapis saca una esfera metálica del bolsillo de su vestido.

—¿Sabes? Cuando la rebelión me abrió sus puertas, me permitieron quedarme en un hermoso granero, apartado y silencioso. Perla me regañó en repetidas ocasiones por no revisar los mensajes que llegaban al comunicador holográfico...

—Lapis... ¿Qué haces? —pregunta su compañera, recobrando lentamente la compostura.

Ignorando su pregunta, suelta la esfera en el aire, y esta permanece levitando a pocos centímetros del suelo.

—Antes de partir en esta misión, decidí escuchar todos los mensajes, en caso de que hubiese alguno importante. A sabiendas de que me reencontraría contigo, supuse que querrías escuchar este.

Activando el dispositivo, este proyecta una figura que ablanda inmediatamente el corazón de Azul, desvaneciendo su influjo empático sobre las demás.

—Rosa... —murmura la comandante, completamente boquiabierta.

—¡Lázuli, Peridot! Aquí Rose, dándoles nuevamente la bienvenida —exclama la líder rebelde, con la jovialidad que tanto le caracteriza —. Espero que no tengan problemas acomodándose en el granero, tengo muy buenos recuerdos de ese lugar. Hace tiempo, en mis primeros escapes como comandante revoltosa, el granero era mi punto de encuentro favorito con la verdadera Rose, en donde compartimos fogatas y canciones con su esposo, Greg. Estoy segura de que ustedes también compartirán grandes recuerdos allí —dicho lo cual, el mensaje termina y la figura de Rose permanece estática.

Sobrecogida por tal revelación, Azul comprende súbitamente el enorme misterio que rodeaba la muerte de Rosa, y no cabe en su emoción por verla de nuevo, aunque sea a través de una grabación.

—Oh... Mi pequeña y dulce Rosa... —articula entre lágrimas, levantándose de su trono y acercándose al proyector. Con una sonrisa maternal, coloca sus manos en las mejillas del holograma, y aunque no puede sentir el suave contacto de su piel, recupera la esperanza que creía hace tiempo perdida.

—Rose no te autorizó para revelar su identidad —interrumpe Perla, dirigiéndose a Lapis con evidente desacuerdo.

—Lo sé —responde la noble, consciente de que se ha involucrado en un problema que no es de su incumbencia —. Me disculparé con ella, y aceptaré cualquier castigo que considere oportuno.

Garnet aprecia la conversación en silencio, complacida por el desenlace final. Aunque respeta la privacidad de su líder, también comprende lo que Lapis ha intentado hacer, y al menos de momento, ha conseguido calmar la situación.

—Durante todo este tiempo... Has estado luchando en contra de las muchas injusticias que promueve nuestro imperio, mientras que yo he insistido tercamente en reformar leyes que son intrínsecamente abusivas —se lamenta Azul, reconsiderando su propio rol como comandante imperial —. Parece que tengo mucho que aprender de tu entusiasmo juvenil, Rosa —agrega, sintiendo no solo calidez en su corazón, sino también el valor necesario para defender lo que considera correcto.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now