La Zona Azul y sus rebeldes

444 68 39
                                    

—¡Alto, alto, alto! —exclama Perla, sintiendo que todos a su alrededor han perdido la cabeza —. ¡Nuestra misión es neutralizar a la comandante Azul, no aliarnos con ella y enviarla con Lapis a una misión suicida!

—¡Yo la conozco! —responde Lapis, defendiendo a su antigua líder —. Sé que podemos confiar en ella, ahora mismo necesitamos de toda la ayuda que podamos conseguir.

—¡Te traicionará tan pronto vea una oportunidad! ¿Acaso no lo ves? Se está aprovechando de tu... —aunque acalorada por la discusión, Perla se ve incapaz de terminar la oración.

—¿Mi qué?, ¿mi debilidad?

Suspirando en silencio, Perla asiente con seriedad. Lapis, por su parte, se siente profundamente herida, viendo su confianza traicionada una vez más.

—Amatista, prepárate para la extracción —ordena Garnet, quien se encuentra ya de camino al elevador.

Confundida, Perla se apresura para alcanzarle, sujetándole el brazo con fuerza.

—¿Qué haces? —pregunta con irritación.

—Esta discusión no nos llevará a ninguna parte —responde la capitana, apartando el brazo y seleccionando su destino en los controles —. Tenemos trabajo que hacer.

—¿Y vamos a dejar que Azul se reúna con Amarillo? Es una locura, no puedes confiar en ella.

—No lo hago, es en Lapis que deposito mi confianza. Hasta ahora, nunca me ha fallado —resuelve finalmente, con una sonrisa optimista.

«¿Estarías dispuesta a apostar en un momento como este?», se pregunta Perla; sin embargo, con amarga resignación, reconoce que la rebelión es, en sí misma, la mayor de todas las apuestas. Volteando la mirada hacia Lapis, termina por asentir.

—Creo que esto es un error, así que... Por favor, demuestra que me equivoco.

—No sería la primera vez —responde la noble, sonriendo con descaro.

Correspondiendo su sonrisa, Perla da media vuelta y sigue a Garnet dentro del elevador, dando un último vistazo hacia atrás antes de que se cierren las puertas. Son solo Lapis y Azul ahora, frente a un nuevo desafío.

—Tienes... Buenas amigas —comenta esta última, irremediablemente conmovida por la escena que acaba de presenciar —. Mientras que en nuestro imperio las órdenes se obedecen sin rechistar, ustedes parecen improvisar sobre la marcha.

—A veces es necesario.

—Tengo muchas preguntas que hacerte, pero el tiempo corre en nuestra contra. Sígueme —ordena la comandante, acostumbrada a dirigir a los demás.

Sin dar mayores explicaciones, Azul regresa a los controles de su trono, ingresando un nuevo comando. Entonces, con una leve vibración en el suelo, el trono retrocede casi dos metros, revelando así unas escaleras ocultas.

—¿Una habitación del pánico? —pregunta Lapis, acercándose para echar un vistazo —. Si sabías que veníamos, ¿por qué no te ocultaste?

—Existía la posibilidad de que la encontraran, y no quería que ambas perdiéramos la vida.

—¿Ambas?

De pronto, consiguen escuchar algunas pisadas desde abajo, siendo preludio del rostro joven de una mujer, que se asoma tímidamente intentando discernir si hay peligro. Su complexión delgada y piel morena resultan familiares para Lapis, sobre todo con ese corte de cabello estilizado que le llega hasta el cuello, cubriendo parcialmente sus ojos; sin embargo, no consigue recordar su nombre.

—Yo te conozco, creo... ¿No te he visto en el Museo de Arte de Sedih?

Retrocediendo con cautela, la mujer parece reacia a responder, desviando rápidamente la mirada hacia su comandante, quien desvanece sus sospechas asintiendo con serenidad.

—Es... Posible, antes de ser asignada como asistente de mi comandante, estudiaba a medio tiempo en el museo.

Aunque la asistente intenta mantener un tono profesional, para Lapis resulta evidente que se encuentra aterrada. Probablemente Azul piensa lo mismo, pues no duda en acercarse para tenderle su mano, ayudándole a salir del escondite.

—He enviado lejos a todo mi personal, necesito que pilotes una nave para mí —ordena la comandante, tomando gentilmente el mentón de su asistente —. Tengo asuntos que resolver con Amarillo.

—Dudo que me reciban con los brazos abiertos, ¿tienes algún plan en mente? —interroga Lapis.

Sin poder ocultar cierto grado de emoción, Azul esboza una sonrisa cargada de confianza.

—Rosa no es la única capaz de improvisar —responde finalmente —. ¿Cuento con ustedes dos? —añade, extendiendo su mano derecha.

—¡Siempre! —exclama su asistente, colocando su propia mano por encima.

—Ahora más que nunca —expresa la noble, imitando el gesto. Habiéndose procurado dos nuevas aliadas, está lista para rescatar a su amada de las garras del imperio.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now