Un nuevo amanecer

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Arrugando el rostro por la luz matinal que azota sus ojos, Peridot despierta con un largo bostezo, estirando lentamente los brazos. «Vaya noche...», piensa, recordando la fiesta, el baile, la bebida y...

—Por mis estrellas... —murmura, y los colores se le suben al rostro al bajar la mirada.

La dulce imagen de despertar con su musa abrazándole el pecho parece sacada de un sueño; pero, el suave tacto de su piel y la cálida respiración que siente en su cuello confirman que es real, muy real. Lapis Lázuli se encuentra durmiendo plácidamente a su lado, estando ambas completamente desnudas, cubiertas tan solo por una sábana blanca.

«No puedo creer que hicimos todo eso», piensa entonces, recordando la que sin duda alguna ha sido la experiencia más enloquecedoramente erótica de toda su vida. Intentando calmarse, se pregunta qué pensará Lapis de esa noche, no la mujer ebria que perdió el control, sino la sobria y refinada aristócrata.

Tragando saliva, se da cuenta de que tendrá una respuesta pronto, pues Pumpkin ha comenzado a ladrar desde el piso de abajo, y Lapis deja salir un adormilado quejido al escucharle.

—Agh... Cinco minutos más... —susurra, sujetando a su amante con algo más de fuerza, como si fuese un oso de peluche.

Recuperando lentamente sus sentidos, suelta a Peridot y se restriega perezosamente los ojos, dirigiéndole entonces la mirada, con una sonrisa bastante amena.

—Oh, buenos días —dice, con tanta naturalidad que despertar juntas pareciera ser su rutina de toda la vida.

«¡Es demasiado hermosa!», es lo único que la rubia consigue pensar. Pero, su inquietud sobre lo sucedido regresa con rapidez, por lo que no puede evitar preguntar.

—Hola... —consigue decir, con la voz temblorosa —. Tú... ¿Recuerdas lo que sucedió anoche? —pregunta finalmente, con una sonrisa incómoda.

—Anoche... No lo sé, mi memoria está un poco borrosa en este momento... ¿pasó algo extraño?

Al notar la expresión embarazosa de su compañera, Lapis se ve incapaz de contener la risa, acercándose y propinándole un beso en la frente. Entonces, se quita la sábana de encima y se sienta sobre la cama, estirando los brazos con la flexibilidad de un felino.

—Claro que me acuerdo, no estaba tan ebria, ¿sabes? —añade, siendo ella quién se avergüenza esta vez —. Lamento si fui demasiado intensa anoche, hace mucho que no me soltaba de ese modo... Además, no estuvo mal, ¿cierto?

—¡No, estuvo increíble! —responde la rubia sin pensar.

Sonrojada, baja la voz y se cubre casi por completo con la sábana, quedando expuesta solo de los ojos para arriba.

—Estuvo increíble, aunque todavía no me acostumbro a que me vean desnuda.

—¿Vean? Eso suena a varias personas, y solamente yo puedo verte —responde Lapis, guiñándole el ojo con una sonrisa coqueta.

Divirtiéndose con lo fácil que es sonrojar a su chica, Lázuli baja de la cama y se dirige al armario. Peridot, por su parte, falla en el intento de no verle caminar desnuda por la habitación, con esa espalda larga y tersa que horas atrás sujetaba con fuerza.

—¿A dónde vas?

—Voy a revisar que Pumpkin esté bien, lleva ladrando por un rato. Tendré que volver a la ciudad para comprarle alimento, un tazón, quizá un collar —responde Lapis, sacando una toalla y algunas prendas dobladas —. Pero, primero me daré una ducha, ¿puedes hacer el desayuno mientras tanto?

—La pregunta ofende, además de una científica sin igual, también soy una gran cocinera —afirma Peridot, recuperando un poco de confianza, y quitándose tímidamente la sábana de encima.

—Mi paladar juzgará eso —responde la contraria, entre risas —. Aunque, por mucho que me agrade la idea, no creo que sea prudente que bajes así.

—No... Perla podría aparecer de repente tocando la puerta. Me pondré lo que llevaba puesto anoche, de momento.

Con una sonrisa descarada, Lapis baja la mirada y se encuentra con la ropa de Peridot, tirada en el suelo por toda la habitación. La escena del crimen es suficiente para ruborizar sus mejillas, por lo que asiente ante el plan y sale por la puerta, dirigiéndose hacia el baño.

Habiéndose dividido las tareas, Peridot hace un intento por dejar el cuarto un poco más presentable, recogiendo la ropa del suelo y vistiéndose, antes de salir de la habitación. Al bajar las escaleras, es rápidamente recibida por Pumpkin, quien comienza a dar brincos alegres a su alrededor.

—Hola, amiguito, ¿me ayudarás a preparar el desayuno? —pregunta, acariciando su cabeza con suavidad.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now