Una sola rosa pálida

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Suscitadas por la creciente tensión que se apodera del ambiente, las comandantes se enfrascan en una acalorada discusión, que se debate entre las vicisitudes de la guerra y sus propios prejuicios personales. Mientras tanto, y aprovechando la pequeña distracción, Peridot se agacha para comprobar que su musa se encuentre bien.

—Debí pensarlo mejor, esto es mi culpa... —murmura, dejando su tableta en el suelo para extenderle la mano.

Apoyándose de esta para levantarse del suelo, Lapis permanece cabizbaja a su lado.

—Hiciste lo que pudiste con la información que tenías, nadie lo hubiera hecho mejor —responde, también con la voz baja —. Pero, si lo que dice es cierto, me tiene de manos atadas.

—Lo sé... Aun así, hay algo que no encaja.

—¿De qué hablas?

—Blanco mantiene el control de Garnet, Perla y León; sin embargo, no está haciendo ningún esfuerzo por controlarnos a los demás... Por controlarte a ti.

Ambas consideran ese hecho por algunos instantes. Encontrándose sobrevolando el océano, tomar control de Lapis sería la acción más lógica y beneficiosa para Blanco.

Observando el lamentable estado en que se encuentra Lars, y la forma en que Perla mantiene a Amatista a raya, Peridot se fuerza a sí misma a escudriñar un nuevo plan; no obstante, solamente una idea viene a su mente, y realmente no es de su agrado.

—No puedo asegurar nada... —dice finalmente, recogiendo nuevamente su tableta —. Pero, podría intentar piratear el sistema privado con el que Blanco dirige la fortaleza. Si consigo acceder a sus funciones básicas, podré forzar el reinicio del generador, eso debería ganarnos el tiempo suficiente para lidiar con ella.

—¿Y...?, ¿cuál es el problema? —pregunta la noble, temiendo que en cualquier momento llamen la atención de la matriarca.

—Bueno, el generador alimenta el motor de las turbinas, dependiendo de cuánto tiempo tarde reiniciándose, es probable que terminemos en el fondo del océano, y dudo que la fortaleza esté adaptada como submarino.

—Yo puedo sostenerla mientras...

—Pensé que dirías eso —le interrumpe la rubia —. Yo más que nadie confío en ti, pero estamos hablando de una fortaleza que ronda las 975.000 toneladas. Lo más pesado que has llegado a levantar es el Destructor de Destinos, que no alcanza ni la mitad de esa cifra.

—¿Qué tanto conspiran ustedes dos? —interroga Blanco, desentendiéndose de sus hermanas.

Por su expresión cansina, la déspota parece abrumada no solo por el punto crítico en que se encuentran, sino además por su creciente migraña, producto del ataque inicial de Rose. Lapis comprende rápidamente que ese improvisado plan es la única opción que les queda, por lo que decide poner a prueba sus límites.

—¡Hazlo! —exclama, creando una delgada base de hielo bajo sus pies para elevarse.

—¡No, espera!

Ignorando sus súplicas, la noble crea cinco dagas de hielo que comienzan a girar a su alrededor, mientras avanza con una mirada fría y desafiante.

—Se acabó tu reinado... —advierte, frunciendo el ceño y arrojando sus dagas con firmeza.

La súbita ofensiva saca a Blanco de balance, pues tras semejante amenaza no esperaba un ataque tan frontal. Aun así, consigue que León salte y desvíe las dagas con otro de sus rugidos.

—¿Acaso perdiste la cabeza? —cuestiona, cerrando sus puños con fuerza —. Si tantas ganas tienes de morir, estaré encantada de terminar con tu miserable existencia.

Estando a punto de lanzarse al ataque, León se ve repentinamente aturdido. Amarillo y Azul se unen finalmente al enfrentamiento, mostrando que durante todo ese tiempo estuvieron armadas con pistolas de proyección sónica, cuya potencia sería demasiado alta como para inmovilizar a Blanco sin que su bomba detone; pero, es suficiente para retener a León.

Peridot siente el impulso de rogar a su musa porque se detenga; sin embargo, es consciente de que, si no actúan pronto, la situación no hará más que empeorar, por lo que permanece con un perfil bajo mientras activa su tableta, abriéndose lentamente paso a través de múltiples sistemas de defensa.

—Alimañas... ¡Aprendan cuál es su lugar! —vocifera Blanco, reconfigurando mentalmente su estrategia.

Entonces, haciendo uso de su mejor peón, Garnet dirige su atención hacia Lapis. Amatista intuye rápidamente sus intenciones, por lo que se desliza en el suelo para rebasar a Perla y arroja su látigo para detenerle.

Volteando la mirada con frialdad, la capitana de las Gemas de Cristal sujeta el cuerpo del látigo en el aire, y potenciando su fuerza con el propulsor de su guante, atrae a la contraria y la arroja en dirección a Lapis, quien a duras penas consigue atraparla con un manto de agua.

Sacando ventaja del caos, y pasando casi completamente inadvertida, Perla se escabulle silenciosamente detrás de Peridot. La rubia consigue reconocer la palabra "cuidado" en medio del bullicio; pero, inmersa en su trabajo, falla en comprender que esa advertencia va dirigida a su persona, al menos hasta que una gota de sangre cae sobre su tableta. Exaltada, no puede hacer más que mirar hacia atrás.

—L-Los rebeldes... Siempre nos cubrimos la espalda... —articula Rose, empalideciendo mientras un hilo de sangre ensombrece su sonrisa, y el filo de la lanza atraviesa su pecho. 

«Pero... Tú estabas...», piensa la rubia, con las palabras atoradas en su garganta. Girando la mirada hacia la trampa que le mantenía prisionera, descubre al autor de su escape, divisando a Lars tumbado sobre el trono, con fragmentos de los grilletes de acero a sus pies. 

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now