Corazones rebeldes

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—¿Cómo es esto posible? —pregunta Lapis, quien no se encuentra menos sorprendida que su compañera.

—¿Tú eres Rose Cuarzo? —añade Peridot, completamente estupefacta.

Aunque la revelación parece completamente inverosímil, la rubia finalmente comprende cómo fue posible que una insurrección improvisada pudiese eliminar a una comandante del imperio, bajo sus propias órdenes. Conmocionada, se deja caer sobre su silla, esperando algún tipo de explicación.

—Me imagino que tienen muchas preguntas —comenta Rose, conforme avanza por el salón y alcanza el asiento con su nombre escrito.

Perla se pone instintivamente de pie, moviendo la silla ligeramente hacia atrás para facilitar que su antigua comandante tome asiento.

—Perla... Hemos hablado sobre esto antes, ya no te debes a ninguna comandante.

—L-Lo lamento, mi co... Quiero decir, Rose...

—No te preocupes, hemos cambiado muchas cosas por aquí, pero entiendo que algunas costumbres son difíciles de soltar.

Perla agacha la cabeza y regresa a su lugar. Rose también toma asiento, dirigiendo la mirada hacia sus invitadas de honor.

—No lo entiendo, ¿por qué fingiría su propia muerte? —pregunta Peridot.

—Todos en la Zona Rosa conocen mi identidad; pero, para el resto del continente, supongo que se trata de un mensaje, quien fuese la comandante Rosa en el pasado, ha dejado de existir por completo.

—¿Por eso creaste a Rose, como un alter ego? —interrumpe Lapis, intentando comprender los motivos detrás de tal engaño.

—No, Rose Cuarzo fue una persona real, una de mis sirvientas más leales —revela, con cierto aire de tristeza —. Era una mujer sumamente bondadosa, quien siempre supo ver que nuestro imperio era el causante inequívoco de la miseria de millones de personas, una realidad muy difícil de aceptar, al menos cuando has pasado toda tu vida dentro de una burbuja llena de privilegios.

—Entonces... ¿Quieres hacerte con el control del Imperio Diamante? —interroga Peridot. La idea suena descabellada; sin embargo, si existiese la más mínima oportunidad de conseguirlo, valdría la pena considerarlo, pues bajo el liderazgo de Rosa, ya no tendrían que seguir huyendo.

—Es más complicado que eso —responde Garnet, cruzada de brazos.

—Al principio solo queríamos mantener a la Zona Rosa fuera del alcance del imperio —menciona Perla, quien saca un pequeño control de su bolsillo. A partir de este, un holograma aparece sobre la mesa, mostrando una imagen de Home World —. Gracias a la tecnología de la cúpula, hemos podido mantener los ataques imperiales a raya, pero solo es una solución temporal.

—Esa tirana de Miss White se rehúsa a dejarnos en paz, y la comandante Amarillo no deja de enviar ataques, cada uno más devastador que el anterior —añade Amatista, con evidente frustración.

Al escuchar eso, Peridot se detiene a analizar la situación. Duda mucho que ningún ataque militar logre atravesar la barrera; no obstante, los científicos de la Zona Amarilla podrían dar eventualmente con algún método para sabotearla.

—Como pueden ver, mantenernos al margen bajo la seguridad de mi cúpula ha dejado de ser una opción, mis hermanas jamás admitirán la pérdida de uno de sus territorios, ni se rendirán en su lucha por reclamarlo de vuelta —explica Rose, con gran resolución en sus ojos; sin duda alguna, se trata de la mirada de una líder —. Es por eso que haré aquello que Rose me inspiró a hacer, aquello por lo cual decidí tomar su nombre, rebelarme ante la injusticia y luchar por un futuro mejor para todos.

Garnet, Perla y Amatista sienten una oleada de valor al escuchar esas palabras. Lapis y Peridot; por otro lado, experimentan una mezcla de admiración y temor.

—¿Qué significa eso para nosotras? —pregunta Peridot, intranquila.

—Lo que significa para todas nosotras, el final de esta guerra se aproxima, y absolutamente nadie podrá evitar terminar en medio; por lo tanto, deberán decidir desde qué bando querrán afrontar este conflicto.

Lapis no tiene idea de qué responder, por lo que dirige su mirada indecisa hacia Peridot, confiando en su intuición.

—En esta guerra tendríamos una enorme desventaja; pero, accederemos a contribuir a su causa si me conceden una petición —resuelve la rubia finalmente, poniéndose de pie con una mirada desafiante.

Rose sonríe, a la espera de escuchar lo que tiene en mente.

Amantes en Guerra [Lapidot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora