Hasta las últimas consecuencias

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—Abre los ojos, todo el continente se ha puesto en tu contra —declara Amarillo, negándose a caer en los juegos de su hermana —. ¿Qué dice eso sobre tu "orden absoluto"?

—Que adorable... —responde Blanco, con una sonrisa pedante —. No dejan de repetir que esta revuelta es cosa de ciudadanos inconformes, pero, ¿qué tan verás es ese argumento?

Acercándose a la menor, estira su mano y le sujeta firmemente de las mejillas, provocando que esta frunza el ceño con evidente irritación.

—Este amargo contratiempo comenzó por el capricho de nuestra adorada Estrellita, fue su liderazgo el que mantuvo a la Zona Rosa fuera de nuestro alcance por meses, ¿a quién crees que debes ese intelecto, cariño? A mí.

—No la escuches, Rosa —interrumpe Azul, a la defensiva.

—Ah... Pero incluso contigo actuando como adalid de los insurgentes, la rebelión simplemente no podía competir con el imperio, estaban destinados al fracaso.

Soltándole con brusquedad, Blanco se da media vuelta para encarar a las que por años fungieron como pilares del imperio.

—Dejándose manipular por un infructuoso sentimentalismo, fueron ustedes dos quienes rescataron a los rebeldes del abismo. ¿Acaso no lo ven? La rebelión no es nada sin ustedes, y ustedes... No son nada sin mí.

Sus tacones resuenan en la habitación conforme regresa a su trono, tomando asiento y cruzando sus piernas.

—En cuanto mis apreciadas, y claramente desviadas, hermanas dejen de ser un problema, las tropas se alinearán nuevamente bajo mi mando. Si gobernarán a mi lado, o pasarán el resto de sus días como marionetas, será enteramente decisión suya.

El ambiente se carga de tensión ante semejante ultimátum. Entonces, como si respondiese a un llamado de auxilio, y con la súbita brutalidad de un relámpago, la puerta de la habitación es destrozada por una enorme lanza de hielo, haciendo que todas las presentes de sobresalten, con excepción de Blanco.

Lapis, quien se encuentra dentro de la lanza, intuye en la mirada imperturbable de la dictadora que algo anda mal, presentimiento que se confirma tan solo instantes después de su entrada. A su derecha, con gran fiereza y sin concederle un solo segundo para reaccionar, León salta desde una habitación oculta a través de una de las pantallas, haciéndola pedazos y aterrizando al lado de la matriarca. Mostrando sus filosos dientes, el enorme felino ruge con fuerza, generando una intensa fluctuación de energía en forma de cono, que desvía y precipita a Lapis contra la pared, desbaratando así su cobertura.

Tirada y aturdida entre trozos de hielo, la noble sube la mirada con un gemido de aflicción... Miss White podrá haber perdido el control de su asistente; pero, el noble guardián de Rose ha caído presa de su dominio.

—¡Lapis! —exclama Peridot, entrando rápidamente en su ayuda.

Intentando ceñirse al plan, Lars cruza la puerta y se le adelanta, desenfundando su arma. Antes de poder apuntar; sin embargo, Miss White demuestra que aún tiene algunos títeres a su disposición.

«Mierda...», es todo lo que el intrépido corsario consigue pensar, al ver a Garnet impulsarse desde el mismo escondite. Con un puñetazo que hace a todos estremecerse, la mujer le fractura el brazo y le tumba en el suelo con un espantoso alarido de dolor... Su arma aterriza a varios metros de distancia.

—¡Detén esto! —suplica Rose, horrorizada e impotente.

Amatista se apresura para auxiliarlo, cuando con un salto acrobático digno de una bailarina profesional, Perla entra a la habitación y se interpone en su camino, empuñando su lanza con pericia.

—Nos estaban esperando... —murmura Peridot, retrocediendo lentamente hasta alcanzar a Lapis.

Bajando la mirada hacia su musa, puede sentir el peso del fracaso sobre sus hombros. La súbita "liberación" de la joven asistente es prueba fehaciente de que el poder psíquico de Miss White ha sido mermado hasta cierto grado; no obstante, y pese a su genuino intento de considerar cada variable, ha terminado por subestimarle... No solo ha visto venir su ataque, sino que ha tenido tiempo para preparar contramedidas.

—Este momento es invaluable —expresa Blanco, dejándose llevar con una carcajada perversa —. ¿Cuál era exactamente su plan, tomarme por sorpresa? Nada ocurre en esta fortaleza sin que yo me entere.

Dirigiendo su atención a la más peligrosa de las intrusas, percibe con facilidad las intenciones de Lapis.

—Ni siquiera lo pienses... —agrega, sabiendo muy bien de lo que es capaz.

Digitando un nuevo código en la consola de mando, su trono comienza a elevarse con lentitud, y conforme avanza, revela a todas las personas presentes lo que se yace justo debajo. Sirviendo ahora como la base de su trono, se encuentra el generador de energía de la Zona Blanca.

—Esta maravilla es la que alimenta el motor de mi fortaleza, no necesito explicar cuánta energía se necesita para mantenernos en el aire. Pero, ahora mismo el generador se encuentra conectado a varios de mis signos vitales, si alguno de estos se ve drásticamente alterado, está programado para retener la energía hasta sobrecargarse...

—Y explotar —añade Peridot, palideciendo.

—¡Imposible! —exclama Amarillo, poniéndose de pie —. Jamás te arriesgarías a que esto estalle contigo dentro.

—Blanco... Piénsalo con cuidado —implora Azul, aterrada por la forma en que han escalado las cosas —. ¿Es así como quieres que termine todo?

La matriarca se limita a fruncir el ceño, atribulada entre sus propios pensamientos.

—Utilizaré hasta el último de mis recursos para asegurar el futuro del imperio —asegura, y todos los presentes saben que dice la verdad. 

Amantes en Guerra [Lapidot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora