El inicio del fin

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Haciendo estreno de la cocina, Peridot saca algunos ingredientes del refrigerador para preparar unos ricos omelettes de jamón, dando alguno que otro trozo de carne a Pumpkin, quien rápidamente los desaparece sin siquiera masticarlos.

—Pon atención, estás a punto de presenciar la preparación de unos omelettes de cinco estrellas, por parte de una gourmet sin igual —asegura, mientras quiebra el primer huevo y vierte su contenido en un envase de plástico.

Lo cierto es que, al trabajar en bases de operaciones imperiales, nunca ha estado realmente cerca de restaurantes, por lo que aprender a cocinar llegó a ser una verdadera necesidad; eso, o acostumbrarse a la desagradable comida de la cafetería. Confiada de su habilidad, echa la mezcla al sartén.

—Creo que no exagerabas, eso huele muy bien... —expresa Lapis, quien recién entra a la cocina, sonriendo ante el agradable aroma.

Volteando la mirada, Peridot se sonroja al ver el nuevo atuendo de su musa. Esta lleva puestos un top y un buzo, ambos de un bello azul marino, y sujetando el buzo a su delgada cintura, porta una cinta dorada amarrada con un lazo; eso, sumado a las sandalias que adornan sus pies, le da un marcado aire de frescura.

—¿Nuevo estilo? —pregunta la rubia, regresando la mirada al sartén para ocultar su rubor —. Te ves espectacular; pero, siempre te ves de ese modo.

—Aduladora —responde Lapis, con una risa juguetona.

Agachándose, alza a Pumpkin y le abraza con cariño, recibiendo varios lametones en la mejilla. Entonces, se pone de pie todavía con su mascota en brazos, acercándose un poco al sartén en el que ocurre la magia.

—Vas a tener que enseñarme algunas recetas, no sería justo que debas cocinar todos los días —comenta, apoyando la cadera en la alacena.

—¿No cocinabas mucho en la Zona Azul?

—Mis padres se preocuparon por formarme en muchas áreas: historia, filosofía, etiqueta, baile, música y arte, esta última por petición personal. Pero, ¿la cocina? Incluso la fruta me era servida cortada en trocitos —admite, un poco avergonzada —. Supongo que eso me hace bastante inútil, tengo suerte de tenerte.

—¡No digas eso! —exclama Peridot, sujetando la espátula con fuerza —. Eres una mujer fuerte, valiente y talentosa.

Lapis se sorprende por su reacción; pero, también siente una gran calidez en su pecho al escuchar esas palabras, por lo que se limita a sonreír, una sonrisa que a todas luces dice "gracias".

Transcurriendo la mañana, Peridot termina de preparar el desayuno y ambas se disponen a comer. Tal y cómo el aroma sugería, los omelettes resultan ser verdaderamente deliciosos, y Lapis bombardea a su amante con elogios con cada bocado que da.

—No es para tanto —responde la rubia, con una risilla nerviosa, pues acaba de notar que nunca antes había cocinado para otra persona —. Creo que la cocina es como la ciencia, mezclas ingredientes siguiendo rigurosamente un procedimiento previamente comprobado, y obtienes el resultado deseado.

—Vaya... Eso se escucha... Bastante nerd.

Entre risas, ambas disfrutan de un desayuno agradable y apacible; pero, poco antes de vaciar sus platos, pueden escuchar a alguien tocando la puerta.

—Tú cocinaste, yo atiendo a las visitas —dice Lapis, dando un último bocado antes de ponerse de pie.

Al abrir la puerta, es Perla quien se encuentra del otro lado, y no parece muy contenta.

—No me tardé horas instalando un comunicador holográfico en el granero para que nunca respondan mis mensajes, ¿al menos se han tomado la molestia de revisarlo una vez? —reclama la mujer, mientras entra directamente a la casa.

—Buenos días... —murmura Lapis, arqueando la ceja mientras cierra la puerta.

Caminando las dos en dirección a la cocina, Lapis regresa a su asiento, y Perla arrastra una silla para sentarse en frente. Entonces, saca un disco holográfico de su bolsillo y lo pone a levitar en el aire.

—Espero que hayan disfrutado de su descanso, porque hay mucho trabajo por hacer, y solo tendremos entre hoy y mañana para prepararnos —advierte, con un tono de voz tan pesado que rápidamente llena el ambiente de tensión.

—¿Te encuentras bien? —pregunta Peridot, notando las ojeras que adornan los ojos de su invitada. Sabe que los desvelos son parte de la rutina de aquellos que buscan el conocimiento; pero, no todos los desvelos responden a esa rutina.

La pregunta parece tomar a Perla por sorpresa, pues esta se detiene a pensar su respuesta por algunos instantes. Tras una breve pausa, la mujer respira hondo y enciende el holograma, mostrando un mapa elaborado de las tres zonas imperiales restantes.

—Estoy bien... Es solo que... Bueno, este es el final, pueden sentirlo, ¿no es así? —responde finalmente —. Esta operación determinará si liberaremos al continente de la tiranía imperial, o si moriremos en el intento.

Ante esta lúgubre realidad, Lapis y Peridot se toman instintivamente de la mano, asintiendo. Con una sonrisa penosa, Perla asiente de regreso, recordando que ella también tiene a alguien a quien debe proteger a toda costa.

—Escuchen con atención, este es el plan que Rose y yo hemos concebido.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now