Sentenciada a muerte

769 102 12
                                    

Sin poder hacer nada para evitarlo, Peridot mira con angustia a la capitana flotar dentro de la cápsula. «Esta enana sádica va a arruinarlo todo», piensa, bajo la ironía de tampoco ser una mujer precisamente alta. Por ahora, lo único que puede hacer es seguirle.

Una vez dentro, Aquamarina se tapa los ojos por un instante, sorprendiéndose al encontrar a la prisionera todavía desnuda.

—¡Por las estrellas! No sabía que tenías este tipo de fetiches, Peridot —comenta, con una risilla burlesca.

—¡No tengo ningún fetiche! —responde, irritada —. Nos fuimos de emergencia, no tuve tiempo de vestirla.

—Ya... Ya... No soy nadie para juzgar.

Lapis no parece prestarle atención a ninguna de ellas, simplemente guarda silencio, con la cabeza inclinada hacia abajo. Aquamarina no parece complacida ante esa actitud.

—¿Qué pasa? —añade, sacando su varita nuevamente; entonces, lleva la punta al mentón de Lapis, y levanta suavemente su rostro —. ¿Acaso no sabes mostrar respeto ante tus superiores?

—Vete al diablo... —responde Lapis, fulminando a la capitana con su mirada.

«Por lo que más quieras, compórtate», piensa Peridot, mientras se muerde las uñas con nerviosismo.

—Una respuesta agresiva, no es de que extrañar —dice Aquamarina, retirando la varita y cruzándose de brazos —. Para que a mi compañera Peridot no le quepa la menor duda, te haré una pregunta: si te liberáramos en este momento, y pudieras utilizar ese fabuloso poder tuyo, ¿lo usarías para traicionarnos?

—No puedo traicionar a quien nunca he profesado lealtad, ahora... Si vas a matarme, hazlo rápido, al menos así no tendré que escuchar tu irritante voz —responde, bajando nuevamente la mirada, lista para que el dolor acabe.

—¿Lo ves, Peridot? Una alimaña como esta preferiría mil veces la muerte, antes que pertenecer a nuestro glorioso imperio —declara, apuntando su varita en dirección a la prisionera.

Presa del pánico, Peridot corre y se planta justo frente a Lapis, con los brazos extendidos y los labios temblorosos.

—¡No lo hagas! Tienes que confiar en mí, este es mi proyecto. He considerado cada escenario, cada variable, y matarla sería un grave error —suplica, con firmeza.

—Ya tuve suficiente de esta farsa —responde Aquamarina, volteando los ojos con exasperación. Entonces, la varita se ilumina con fuerza, y Peridot, asustada, es elevada en el aire —. Luego discutiremos sobre tu incapacidad de seguir órdenes, hasta entonces, no me estorbes.

Dicho lo cual, agita la varita con desdén, y arroja a Peridot hacia el asiento del piloto. Esta suelta un gemido de dolor al caer, e inmediatamente levanta la mirada, observando a la capitana apuntar nuevamente hacia Lapis. Su musa, que yacía cabizbaja y resignada, ahora le mira directamente a los ojos, no parece enojada o asustada, sino sorprendida, como si del todo no hubiese esperado que Peridot llegara tan lejos para mantenerle con vida.

—Terminemos con esto —dice Aquamarina, disfrutando el momento.

Lapis sube la mirada hacia la capitana, mirándole con rencor. Por algún motivo, lo que le ha hecho a Peridot le hace odiarla todavía más. Repentinamente, siente una enorme presión sobre su cuerpo, como si una fuerza invisible intentara aplastarla, aunque consigue resistirla en silencio por algunos segundos, finalmente el dolor es demasiado, y deja salir un alarido de tormento.

Sintiéndose impotente, Peridot se pone rápidamente de pie, con un solo pensamiento en su cabeza... «No puedo perderla».

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now