Estado de emergencia

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Sintiendo a Lapis considerablemente más tranquila, Amatista regresa al volante y reanuda el viaje. Sobrevolando la ciudad, la aeronave no tarda en aterrizar en un pequeño estacionamiento, al lado del Parque Central de la Zona Rosa, que como es de esperar, resalta por sus bellos jardines.

—Estoy segura de que esas nerds te van a aburrir hasta el cansancio tan pronto tengan ese laboratorio listo, así que, vamos a despejarte la mente por un rato —propone Amatista, bajando de la aeronave y ofreciéndole la mano.

Lapis asiente con una sonrisa, tomando su mano para bajar y siguiéndole fuera del estacionamiento. Entre chistes y comentarios sarcásticos, Amatista le muestra varios de los puntos de interés en la ciudad: restaurantes, cafeterías, librerías, una sala de videojuegos, un teatro, etc. Disfrutando de su recorrido, Lapis piensa en lo encantadora que se ve la ciudad, con adornos y flores en donde quiera que mire, y con personas sumamente cordiales.

—Espera, ¿podemos entrar un momento? —pregunta, al divisar una tienda de ropa cruzando la calle.

—Cierto, el regalo para tu novia —responde Amatista, quien no parece muy entusiasmada por buscar ropa—. Está bien, pero no tardemos demasiado, todavía debo mostrarte la arena de lucha libre.

Una vez dentro, Lapis se siente repentinamente vigorizada, por algún motivo, la idea de escoger lo que Peridot llevará puesto le produce cierta emoción. De ese modo, toma una bolsa de tela y se pasea por todo el local, revisando una prenda tras otra, y preguntando a la encargada si tiene algunas en diferente talla. Encontrándose la bolsa casi a reventar, Lapis decide dirigirse a la caja; sin embargo, el apartado de botas llama su atención.

—¿Crees que estas le gusten? —pregunta, tomando un par de botas negras con plataforma.

—Lázuli... Toma cualquiera y vámonos de aquí... —responde Amatista con cansancio, lamentando profundamente haber entrado.

—Espera un momento... Ahora soy una fugitiva del imperio, y dejé todo mi pasado atrás, eso quiere decir que... No tengo dinero para pagar por esto.

Un incómodo silencio se apodera del ambiente, hasta que Lapis deja la bolsa en el suelo y se voltea hacia Amatista.

—Supongo que tendré que buscar un empleo en la Zona Rosa, al menos fue divertido escoger estas cosas —añade, con una sonrisa alegre.

Una mueca se dibuja en el rostro de Amatista , quien no puede creer que esperó más de una hora por absolutamente nada. No obstante, la vergonzosa situación le ha dado una buena idea.

—Si necesitas algo de dinero, creo que podemos llegar a un acuerdo interesante —responde, frotando sus manos con una sonrisa maliciosa.

Lapis arquea la ceja, dudando seriamente sobre la legalidad de esa propuesta.

—¡No me mires así! —agrega entre risas —. Verás... Hace una semana reté a otro piloto de la rebelión a una carrera en las aeronaves, y digamos que estrellé un poco la mía al intentar una maniobra arriesgada. Obviamente Rose no estuvo contenta con eso, así que me ordenó limpiar la basura en el lago como castigo.

—¿Basura?

—Sí, en la Zona Rosa había una fábrica que tiraba chatarra al lago todos los días, Rose la cerró en el momento que comenzó la rebelión, pero la basura sigue allí abajo. Normalmente debemos usar un traje de buceo para ir recogiendo la chatarra, o utilizar la grúa de uno de los botes para subir piezas demasiado pesadas, pero... Tú pareces ser muy hábil con el agua, me quedé boquiabierta cuando vi esa enorme figura de agua combatiendo soldados imperiales.

Lapis lo piensa por un momento, pues sus habilidades siguen siendo inestables; sin embargo, hasta ahora las jaquecas han sido todas en momentos de tensión, si se lo toma con calma, tal vez pueda ayudar a limpiar el lago.

—Entonces... ¿Limpio el lago por ti y me llevo todo esto? —responde, tomando nuevamente la bolsa y las botas.

—Algo me dice que tus compras no serán baratas; pero, me tomará esta vida y la siguiente sacar toda esa chatarra, así que tenemos un trato.

Dándose la mano, Lapis consigue su regalo, y Amatista se quita una enorme carga de encima.

Mientras tanto, a tan solo unas cuantas horas de haber comenzado, Peridot y Perla ya han terminado con todos los preparativos del laboratorio. Tras ausentarse por unos momentos para informar personalmente a Rose, Perla regresa al laboratorio, encontrando a su compañera sentada frente a un escritorio, usando una bata de laboratorio rosada y manipulando lo que parece ser un par de guantes de metal.

—Volví —anuncia, acercándose con curiosidad —. Rose está complacida con nuestro trabajo, y nos ha autorizado para comenzar el tratamiento, ¿qué haces?

—No puedo seguir dependiendo de la hidrokinesis de Lapis para mantenernos a salvo, y la varita de Aquamarine es muy complicada de utilizar, al menos durante un combate —responde, ajustando sus nuevos goggles electrónicos, cortesía de Perla, y sin despegar la mirada de su trabajo —. Una de las armaduras de combate que construí en el pasado, utilizaba un conjunto de imanes interconectados para manipular los metales que se encontraran cerca, estoy adaptando esa tecnología en estos guantes.

—Ya veo, prácticamente cualquier soldado imperial llevará algún objeto que puedas manipular, ¿qué tanto peso podrías levantar?

—El tamaño de los guantes es un problema, pero estimo que podría mover al menos mil kilogramos. De todas formas, después de poner a Lapis a salvo me pondré a trabajar en una nueva armadura.

—Yo he estado trabajando en una, en caso de que el imperio consiga traspasar la barrera de energía, pero...

En ese momento, una luz roja e intermitente aparece en el laboratorio, junto con el preocupante sonido de una alarma.

—¡Alerta roja, se han detectado naves imperiales aproximándose al domo! ¡Alerta roja, se han detectado naves imperiales aproximándose al domo! —se escucha en los altavoces.

Amantes en Guerra [Lapidot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora