Esmeralda siembra el terror

682 89 25
                                    

—¿Cuántas son? —pregunta Peridot, mordiéndose el labio inferior con ansiedad.

—Espera... —responde Perla, revisando el computador central del laboratorio.

Peridot intenta calmarse, si una flota de naves fuera suficiente para hacer caer a la rebelión, ya se habría hecho desde hace mucho tiempo, la barrera de energía sigue siendo un gran problema para el imperio; sin embargo, teme que hayan encontrado alguna manera de resolverlo.

—Según el radar, se trata de un total de seis naves, y una es de gran tamaño, posiblemente lidera a las demás —añade, limpiando el sudor de su frente —. No es tan malo, han enviado más naves en el pasado, y conseguimos destruirlas desde la seguridad de la cúpula.

—No, espera.

Peridot aparta a su compañera del teclado, mirando con atención los datos del radar.

—Jamás enviarían tan solo seis naves para ganar esta guerra, deben de tener otro objetivo.

—No lo entiendo, no hay nada fuera del domo que puedan aprovechar.

—Por ahora, debemos prepararnos para lo peor... —resuelve la rubia, colocándose sus guantes nuevos. Tan solo se trata de un prototipo inacabado; pero, debe aprovechar cualquier ventaja que pueda.

Entonces, un holograma de Rose aparece justo en el centro del laboratorio, y pese a su corta edad, no parece atemorizada por la situación.

—Perla, nuestras mejores naves ya se encuentran sobrevolando la ciudad, lideradas por Bismuto, te quiero conmigo en este momento —ordena la líder, con tal seguridad en su forma de hablar, que la ansiedad de Perla disminuye considerablemente.

Peridot; por otro lado, siente un escalofrío recorriendo su espalda al escuchar el nombre de Bismuto, no quedaron especialmente en buenos términos tras su último encuentro.

—Entendido —responde Perla, y cuando el holograma desaparece, esta se dirige inmediatamente hacia la puerta —. Peridot, quédate aquí hasta que pase el peligro.

Dicho lo cual, sale rápidamente del laboratorio. «Como si pudiera quedarme quieta en un momento como este», piensa Peridot, dando otro vistazo al monitor. Incluso si pudieran atravesar la barrera de alguna manera, jamás podrían asegurar la zona con seis naves, necesita averiguar qué es lo que traman.

—No creo que les moleste si tomo una prestada... —murmura para sí misma, observando una de las cápsulas de escape.

Entretanto, todos en la ciudad se encuentran alarmados por las noticias. Rápidamente, los guardias de Rose aparecen e inician los protocolos de seguridad, guiando a todos los ciudadanos hasta los bunkers subterráneos.

—Maldición... ¿Acaso no saben cuándo rendirse? —se cuestiona Amatista, mirando las naves con preocupación.

—¿Qué hacemos? —pregunta Lapis, completamente nerviosa. Jamás hubiera esperado un ataque tan pronto.

—Debo volver al templo, Rose querrá que lleve la Obsidiana hasta allá.

—¿Obsidiana?

—La nave con la que les rescatamos en Mari Ponto. Escucha, aunque tus poderes son alucinantes, no te pediré que te involucres en esto, al menos no con esos extraños dolores de cabeza; pero, si las cosas se ponen feas, por favor protege a los ciudadanos.

—Entiendo, lo haré...

Y así, Amatista corre en dirección al estacionamiento, con intenciones de unirse a la batalla que se aproxima. Tras verla partir, Lapis sube nuevamente la mirada, y siente su sangre helarse al visualizar a las naves imperiales, que finalmente han alcanzado el domo.

Una de estas naves duplica en tamaño a la Obsidiana, posee la forma de un gran rombo, con cuatro extremidades que terminan en antenas, dos cañones ubicados al frente, y recubierta con una brillante pintura verde. El resto de naves son de menor tamaño y tienen forma de disco, con una antena en la parte superior y una púa de cristal en la parte inferior. Las naves permanecen sobrevolando el domo, hasta que la voz amplificada de una mujer resuena desde la nave nodriza.

—¡Saludos, infames rebeldes! Ante ustedes, Esmeralda, la capitana escogida directamente por la comandante Amarillo para poner fin a su ridícula revolución. Por asesinar a la comandante Rosa y usurpar su territorio, todos ustedes han sido condenados a muerte.

Y tan pronto termina su alarmante anuncio, las cinco pequeñas naves clavan sus púas en la barrera de energía, formando un círculo. Entonces, las púas se iluminan como faros y el fragmento de la barrera que se encuentra dentro del círculo comienza a desvanecerse.

—No puede ser... —murmura Rose, observando atónita la escena desde su cuartel general.

En cuestión de segundos, las naves han creado un agujero en el domo, lo suficientemente grande como para permitir la entrada de la nave nodriza; sin embargo, ese no es el único problema. Con la energía absorbida del domo, las naves se recubren así mismas con una barrera protectora; y a través de las antenas, redirigen parte de esa energía hacia la nave nodriza, brindándole de ese modo su propia barrera, mientras esta se abre paso hacia la Zona Rosa.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now