El ataque del Kraken

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Aunque el avance de la nave nodriza es preocupante, también ha alejado el fuego cruzado del domo, por lo que Peridot dirige su cápsula de escape hacia el exterior, justo por encima de los drones. Una vez allí, regresa al teclado e intenta piratearlos nuevamente.

—Vamos...

Pero, todos sus esfuerzos son contrarrestados, supone que dentro de la nave debe de haber todo un equipo de técnicos imperiales, y mientras ellos estén en guardia, todo intento de sabotaje será inútil.

Por su parte, Bismuto recibe las órdenes de Rose; sin embargo, debido al escudo que protege a la nave nodriza, la única forma de distraerla es sacrificando más naves rebeldes, sacrificando a personas valientes que luchan desesperadamente por proteger a su hogar.

—Malditos imperiales —dice, tomando su comunicador —. ¡Escuchen! En estos instantes se están haciendo esfuerzos por derribar la barrera de la nave nodriza; hasta entonces, no podemos permitir que se acerque al templo.

Todos los pilotos se muestran de acuerdo, incluso a sabiendas de que se trata de una misión suicida; porque como soldados, la imagen de sus familias escondiéndose aterrorizadas en los bunkers, es un poderoso incentivo.

De ese modo, las naves rebeldes continúan disparando, siendo lo único que se interpone entre Esmeralda y el generador de energía. Pero, dentro de la nave nodriza, la mujer que guía el ataque se encuentra confiada de su inminente victoria.

—Mírenlos, quítales su escudo, y los rebeldes no son más que un pequeño estorbo para el imperio, la comandante Amarillo estará complacida con esto —afirma Esmeralda, con una sonrisa perversa.

Se trata de una mujer alta y esbelta, con un cabello verde bastante alborotado, rasgos finos y un parche cubriendo su ojo derecho.

—¿Cuál es el estado de los drones? —pregunta.

—Capitana, los drones operan según el plan y nuestra barrera se mantiene estable. Ha habido algunos intentos de sabotaje externo, pero todos han sido neutralizados, no tiene de qué preocuparse —informa uno de sus técnicos.

Y terminando su reporte, el equipo técnico de la nave rechaza nuevamente un intento de hackeo. Sujetándose la cabeza con frustración, Peridot comienza a impacientarse.

—Si tan solo tuviera mi propio equipo de ingenieros... ¡Podríamos abrumar sus sistemas y desactivar al menos a uno de esos drones! —exclama, hundiéndose en su asiento con una expresión de ansiedad. Es entonces que una idea cruza su mente, por lo que se apresura a tomar el comunicador —. Amatista, frenar el curso de la nave nodriza no es suficiente, necesito una distracción para las personas a bordo, tan solo un segundo bastará para que tenga acceso, ¿crees poder lograr eso?

—No puedo dejarte aquí sola —responde la piloto, dudando de ese plan —. Rose me ordenó protegerte.

—¡Se nos acaba el tiempo! No tardarán en llegar el templo.

—Peridot...

—¡Solo sigue mis órdenes y puede que logremos salir vivas de este desastre!

—Peridot...

—¡¿Qué?!

—Creo que ahí está tu distracción... —menciona Amatista, perpleja.

Confundida, Peridot se dirige a la ventana y mira hacia abajo, con una mezcla de asombro y preocupación. Justo en el centro del lago, una enorme figura de agua comienza a tomar forma, con una cabeza ovalada y ocho largos tentáculos.

«Puedo hacerlo, puedo hacerlo», piensa Lapis, ubicada en la cabeza de la criatura. Los rebeldes han sido muy amables desde que fueron rescatadas de las garras de Jaspe, les han mostrado un nuevo estilo de vida, libre de reglas arbitrarias y líderes indiferentes, y les han brindado un nuevo hogar, uno del que no piensa huir, uno que defenderá con su vida.

—¡Kraken a la vista! —exclama el vigía de la nave nodriza, cayendo de espaldas por la impresión.

—¿De qué mierda estás hablando? —pregunta Esmeralda.

Pero antes de poder confirmar sus palabras, todos en la nave sienten una poderosa embestida, que provoca que la nave se incline hacia la izquierda, y más de un soldado imperial caiga de su asiento. Desde afuera, uno de los tentáculos de agua se aferra a la nave, seguido de otro, atrayéndola cada vez más hacia el lago; y entre más cerca, más tentáculos comienzan a rodearla.

—¡Reporte de daños! —ordena Esmeralda, sujetándose de su escritorio con fuerza.

—L-La barrera sigue en pie —balbucea uno de los ingenieros, con las manos temblorosas —. No hemos sufrido ningún daño considerable, pero los motores son incapaces de librarnos de esa cosa.

—¿Y qué esperan? ¡Disparen!

Encontrándose ya al borde del lago, la nave nodriza cambia la dirección de sus cañones, bombardeando al monstruo que intenta hundirles bajo el agua. Debido a que Lapis les agita en el aire como si fuesen una sonaja, varios de estos disparos pasan de largo; sin embargo, tan pronto uno solo de estos impacta en su cuerpo de agua, el control se vuelve considerablemente más complicado. Tres de los tentáculos se dispersan en el aire; pero, la nave sigue siendo arrastrada hasta el lago.

—¿Están viendo lo mismo que yo? —pregunta uno de los pilotos rebeldes.

Todos comparten la sorpresa ante el giro de eventos, jamás hubieran esperado que un pulpo gigante fuera a aparecerse en su ayuda. Bismuto; en cambio, tiene sentimientos encontrados, pues el mismo poder que le arrebató a sus amigos, ahora es el que interviene para salvarlos.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now