Amantes en Guerra

637 102 41
                                    

Lapis continúa atrayendo a la nave nodriza hacia el lago, con la intención de hundirla por completo; sin embargo, los cañones de la nave consiguen impactar nuevamente su cuerpo de agua, provocando que otros dos tentáculos pierdan su forma, lo que deja solamente a tres sujetándoles. Habiéndose librado de gran parte de la presión, los motores de la nave consiguen resistirse al agarre de la criatura, arrastrando esta vez al Kraken fuera del agua.

«Ya...Ya no puedo más», piensa Lapis, el dolor de cabeza le hace incapaz de generar nuevos tentáculos, y ya no posee la fuerza para retener a los invasores, por lo que decide liberar su poder. A su alrededor, el Kraken estalla en una llovizna fugaz, soltando a la nave nodriza y permitiéndole alejarse del lago, recuperando altitud. Volando todavía con sus alas, Lapis teme que Esmeralda tome represalias en su contra; pero, la nave parece ignorar su presencia, retomando el curso hacia el templo.

—El Kraken... ¿Ha desaparecido? —pregunta el vigía de la nave imperial, restregándose los ojos con escepticismo.

—Imbécil, ese no era un Kraken —afirma Esmeralda, mientras echa un vistazo a las grabaciones de la criatura —. Es el pequeño experimento que Jaspe dejó ir, pero no hace ninguna diferencia, tan pronto dejemos a estos rebeldes sin su preciada cúpula, la comandante Amarillo bombardeará este lugar hasta que solo queden cenizas —añade, con una sonrisa siniestra.

Su sonrisa; sin embargo, desaparece en un instante, pues la barrera que les ha protegido de los disparos rebeldes ha desaparecido repentinamente. Varios metros sobre ellos, es Peridot quien sonríe triunfante, mientras mira por la ventana como uno de los drones se despega del domo y cae vertiginosamente.

—Una distracción insuperable, Lapis —menciona alegremente. Gracias a la visión aumentada de sus googles, puede ver a su musa volando cerca del lago, sin duda alguna debe estar experimentando una terrible jaqueca; pero, al menos permanece consciente, liberó el control de la hidrokinesis justo a tiempo. Dirigiendo su mirada hacia la nave nodriza, puede ver como esta baja sus cañones, viéndose rodeada e incapaz de defenderse.

—¡Peridot, lo lograste! —exclama la voz risueña de Rose —. Esmeralda se ha rendido, mis soldados ya se encuentran abordando su nave y tomando a todos los imperiales como prisioneros.

—Bien, Esmeralda sabrá más que yo sobre los planes de las comandantes, interrogarla nos dará una enorme ventaja.

—¿Peridot? —pregunta Amatista, quien no parece disfrutar el momento como los demás —. ¿Es normal que los drones hagan eso?

Peridot se retira los googles y voltea la mirada hacia los drones, aunque haber interrumpido su red compartida les ha desprovisto de sus defensas, los cuatro drones restantes mantienen abierto el agujero en el domo. Una mirada más de cerca, le permite notar que todos los drones se están sobrecalentando, despidiendo nubes de vapor.

—Mierda... —murmura la rubia, quien salta al volante tan rápido como puede, con la esperanza de poder alejar la cápsula de escape a tiempo.

Por desgracia, ni siquiera consigue poner sus manos sobre el volante cuando todos los drones llegan al límite, detonando las bombas que llevan en el interior. La enorme explosión alcanza fácilmente a la cápsula de escape, quemando sus motores y dañando severamente los sistemas de navegación.

—¡Peridot! —exclama Amatista, intentando acercar a la Obsidiana lo más posible.

Pero, con sus motores en llamas, la pequeña nave comienza a perder altitud, cayendo por el agujero del domo tan solo segundos antes de que este se cierre. Aunque aturdida por la explosión, Peridot reconoce que la cápsula está completamente perdida, por lo que camina forzosamente hasta alcanzar uno de los paracaídas, y tan pronto logra colocarlo en su espalda, abre la compuerta con una patada y salta sin pensarlo hacia el vacío.

Abrumada por la adrenalina de caer a varios kilómetros de altura, estira su mano para activar el paracaídas, pero algo parece estar fallando. Por más que jala del seguro, el paracaídas sigue sin abrirse, y la distancia hasta el suelo no hace más que acortarse. Cerrando los ojos con pavor, continúa tirando del seguro tanto como puede.

—¡No quiero morir así! —grita aterrada, con algunas lágrimas escapando de sus ojos.

Y como si alguna divinidad respondiera a su llamado de auxilio, Peridot logra sentir como alguien le toma en brazos, deteniendo su caída. Su rostro se ruboriza, al abrir sus ojos húmedos y encontrarse con la mirada de su musa, quien le sonríe con gentileza mientras agita sus alas de agua.

—Eres... Una ángel... —murmura, todavía con la voz temblorosa.

—¿Yo? Tú eres quien acaba de caer del cielo... —responde Lapis, compartiendo su rubor.

Ante ese comentario, ambas comienzan a reír alegremente, liberando toda su tensión acumulada. Estando fuera de peligro, Peridot suspira con alivio.

—Ese Kraken estuvo genial, pero es lo más grande que te he visto crear, ¿te encuentras bien? —pregunta, preocupada.

—Ahora lo estoy...

Sin previo aviso, Lapis acerca su rostro al de Peridot, lo suficientemente cerca como para que sus narices se toquen, y antes de darle tiempo a reaccionar, besa sus dulces labios con una pasión que jamás pensó volver a sentir. Conmocionada, Peridot se queda paralizada por unos instantes, mientras intenta discernir si se trata de un sueño; pero, sintiéndose más despierta que nunca, reconoce que sus sentimientos han sido correspondidos, su amor ha sido aceptado. Abrazando a Lapis por el cuello, comparte ese beso con una pasión no menos ardiente que la suya; y allí, haciendo latente su mutuo amor mientras sobrevuelan la Zona Rosa, no son más que dos amantes atrapadas en medio de una guerra.

Amantes en Guerra [Lapidot]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن