Felicidad embriagadora

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Tras estacionar las aeronaves en el parqueo de un bar pintoresco; Peridot, Lapis y Amatista se dirigen juntas al centro de la ciudad, y a cada paso que dan, parecen sumergirse cada vez más en un mundo completamente distinto, en donde las reglas son dictadas por el ritmo de la música techno, el baile es obligatorio y el alcohol se vuelve tan natural como respirar. Si los habitantes de la Zona Rosa desean librarse de todo el estrés que les ha producido la guerra, la fiesta no acabará hasta que amanezca.

—¡Garnet! Temía que esta fiesta fuera demasiado para una mujer madura como tú —comenta Amatista, corriendo a abrazar a su amiga.

—Yo; por otro lado, sabía que nada te impediría venir —responde la capitana, dándole un par de palmaditas en la espalda, y cuidando de no derramar su bebida —. Me alegra ver que ustedes también están aquí, disfruten la velada.

Las chicas asienten, sorprendidas por la capacidad de Garnet para beber sin perder el glamour. Peridot; por su parte, se siente algo incómoda en medio de tantas personas bailando y riendo, la música rápidamente comienza a aturdirle, junto con las intermitentes luces de neón.

—¡Vamos, desde que escuché la música a la distancia llevo queriendo soltarme un poco! —exclama Lapis, tomando a su compañera de ambas manos y arrastrándole lentamente hacia la pista de baile.

—¡P-Pero yo no sé bailar! Jamás he estado en un evento social de esta magnitud... —se excusa la rubia, sintiendo como si estuviese por entrar a la boca del lobo.

—Peridot... Es música techno, solo deja que fluya —responde entre risas.

Y con una sonrisa radiante, Lapis lleva a su amada justo al centro del huracán; rodeadas de desconocidos agitando los brazos y moviendo las caderas, en un caótico torbellino de alcohol, sudor y pasión. Aunque al principio se ve abrumada por tantas emociones colisionando, las preocupaciones de Peridot se desvanecen mientras observa la delgada figura de su musa danzando frente a sus ojos, viéndose hipnotizada por sus movimientos sugerentes y expresiones cautivadoras; percibiendo cómo la rigidez de sus músculos cede ante el ritmo, se une a Lapis en un baile enérgico, en el que cada roce se siente como una descarga eléctrica. Tras varios minutos, Lapis hace un gesto para salir de allí.

—¡Nada mal! Deberíamos ir a fiestas más a menudo —comenta con alegría, tan pronto el ruido de la música les permite escucharse la una a la otra.

—En estos momentos... Todavía me encuentro procesando lo que acaba de suceder... —responde Peridot, riendo con la respiración agitada.

Contagiándose de su risa, Lapis le guía hasta la barra más cercana. Esta es atendida por un hombre de expresión amarga que parece rondar los cuarenta años; colgando de su camisa, lleva un broche que pone: Bill Dewey.

—¿Qué les sirvo, señoritas? —pregunta, con el tono de cansancio de quién ha servido ya cientos de bebidas.

—Un hada verde para mí —responde Lapis, todavía moviendo discretamente los hombros al son de la música —. ¿Qué hay de ti?

Peridot mira rápidamente el menú, pues los cocteles no son realmente su área de experticia.

—Dame... Una laguna azul —resuelve finalmente.

Y así, ambas esperan sentadas en la barra, conversando de los asuntos más triviales hasta que Bill regresa con sus bebidas. Tras echar un rápido vistazo al menú para conocer el contenido de su coctel, Peridot se dispone a proponer un brindis con su musa; pero, grande es su sorpresa al notar que la copa de Lapis ya se encuentra completamente vacía.

—¡Disculpe! Un segundo round para mí —solicita la mujer, sonriendo con las mejillas sonrojadas.

Arqueando la ceja, Bill se apresura a servirle otra hada verde, y tan pronto llega a sus delicadas manos, Lapis inclina la cabeza hacia atrás y hace desaparecer su contenido en un instante.

—¿Qué pasa? Te estás quedando atrás —comenta risueña, mientras agita la mano para que el bartender le sirva un tercer round.

—S-Salud... —responde Peridot, dando un sorbo tímido a su copa.

Conforme avanza la noche, ambas continúan su agradable plática; sin embargo, para el momento en que Peridot termina su trago, su musa se ha bebido ya cuatro cocteles, y estando a punto de pedir el quinto, ya con un tono de voz gracioso y meneando la cabeza como si pudiese caer de su silla en cualquier momento, Peridot se pone de pie y le toma gentilmente de las manos.

—Creo que ya es bastante tarde, ¿qué te parece si volvemos al granero? —propone la rubia, con una risilla nerviosa.

—Oh... Cariño... La fiesta recién comienza —responde Lapis, mientras recibe su quinto coctel.

«¿Cariño?», piensa la rubia, con los latidos de su corazón acelerándose. Aunque le alegra que su musa pueda liberar algo estrés, tener a una mujer con la capacidad de inundar la ciudad en estado de ebriedad no le parece lo más prudente.

—Yo... Yo me siento un poco mareada, de verdad quisiera regresar ahora —se inventa, tirando suavemente de su brazo —. Te lo puedes tomar en el camino, ¿qué dices?

—Oh... Cariño... —repite Lázuli, esta vez mirando a Peridot con algo de ternura —. Pobrecita, tal vez... Tal vez bebiste demasiado, deberías tener más cuidado con eso —añade, bajando de su asiento con trago en mano.

Suspirando ante la ironía, Peridot asiente y le guía lentamente a través de la fiesta, y sonríe aliviada cuando la aeronave se hace finalmente visible. Ayudando a Lapis a tomar asiento, y asegurándose de abrochar muy bien su cinturón, Peridot toma el volante e inicia el vuelo hacia el granero.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now