El plan de Rose Cuarzo

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Estando ambos sentados sobre la camilla, Steven y Lapis intentan pensar en un nombre para el perro, quien yace acurrucado en los regazos de esta última.

—¿Qué te parece Mordelón? —propone el chico, mientras se lleva a la boca las últimas sobras de las papas fritas.

—No lo sé...

Como artista, ha tenido mucha experiencia nombrando aquellas obras que eran exhibidas en el museo de arte, y al menos en cuanto a una pintura respecta, el nombre debe evocar adecuadamente aquello que el artista desea transmitir. Un perro; sin embargo, es una historia completamente distinta.

—Eripú, ¿cómo te suena ese?

—Hmmm, jamás había escuchado ese nombre.

—Es la palabra que utilizaban algunos pueblos indígenas para referirse a un regalo; ya sabes, antes de que la tecnología "revolucionara" nuestras vidas —explica la mujer. A veces, no puede evitar preguntarse si sería mejor para todos el regresar a la simplicidad del pasado, cuando no existían herramientas novedosas para resolver los problemas; pero, tampoco armas de destrucción masiva  —. Tú me lo obsequiaste, así que parece un nombre apropiado.

Tras un breve momento de silencio, la mirada de Steven se ilumina, saltando de la camilla y mirando a su amiga con ilusión, listo para compartir su idea.

—¡Ya sé! —exclama con una enorme sonrisa, ignorando por completo la propuesta de Lapis —. Cuando lo encontré, estaba escarbando en una huerta de calabazas, ¡su nombre puede ser Calabaza!

Arqueando la ceja, Lapis considera la idea, nombrar a un perro como Calabaza le parece adorable, sobre todo considerando el color de su pelaje.

—En ese caso... Pumpkin —resuelve, tomando el rostro alegre de su mascota como una señal de aprobación.

—¿Esa es otra palabra nativa? —pregunta Steven, confundido.

—No, solo es calabaza es inglés. Cuando era niña, mis padres habían contratado a un entrenador de perros para que me ayudara con mi gran danés, y entre otras cosas, me enseñó que los perros tienen dificultad recordando nombres largos, así que... Pumpkin.

—Pumpkin —repite el chico, acercándose y acariciando la cabeza del animal —. Sí, Pumpkin te queda como anillo al dedo.

Entonces, ambos voltean la mirada al escuchar la puerta del laboratorio abriéndose. Al otro lado, se encuentran Rose, Perla y Peridot. Al notar que su musa ha despertado, esta última apresura el paso para ver cómo se encuentra.

—¡Lapis! —exclama, sintiendo un gran alivio —. Me alegra ver que... ¿Encontraste un perro? —agrega, deteniéndose a contemplar a la criatura.

—¡Steven! ¿Qué te dije acerca de las mascotas? —reclama Perla, mirando la escena cruzada de brazos.

—Por favor, no te enfades con él —interrumpe Lapis, con un tono comprensivo —. Steven solo quería ayudar a alguien que lo necesitaba.

Con una sonrisa afectuosa, Rose se acerca a Steven y le toma gentilmente de la mejilla.

—Justo como tu madre... Hemos aprendido mucho de ella, ¿no es así? —menciona.

Steven se limita a asentir con timidez. Desde que su madre falleció, Rosa ha cuidado de él con gran esmero, ella y las Gemas de Cristal se han convertido en su nueva familia, junto con su padre; que, si bien prefiere mantenerse alejado del templo, igualmente pasa tiempo con él cuando visita la ciudad.

—Muy bien, cariño —añade Rose —. Toma al perrito y déjanos un momento a solas, tengo que hablar con tus nuevas amigas en privado.

Obedientemente, Steven recibe a Pumpkin de parte de Lapis y sale del laboratorio.

—¡Estaremos esperando en el primer piso! —exclama, en el marco de la puerta.

—¡Cuida a Pumpkin por mí! —responde Lapis, agitando la mano a modo de despedida.

Al cerrarse la puerta, la animosidad en el ambiente se desvanece por completo, dejando únicamente a personas adultas, quienes saben lo cerca que han estado de morir ese mismo día. Peridot se acerca a la camilla, tomando asiento al lado de Lapis, y coloca su mano sobre la suya.

—Le dije a Steven que me avisara cuando despertaras, pero veo que estaban entretenidos —comenta, con una sonrisa amena —. ¿Cómo te sientes?

—Dejando de lado el temor de una muerte inminente, creo que estoy bastante bien —bromea, sujetando su mano con afecto.

—Me alegra oír eso, el procedimiento fue exitoso, pero hasta que no vuelvas a usar tu hidrokinesis no sabremos si las jaquecas han desaparecido.

«No te preocupes por eso, creo que tendré que usarla bastante», piensa Lázuli, recordando su pequeño acuerdo con Amatista.

—En todo caso, Rose ha venido para explicarnos su plan —añade la rubia.

—En efecto —responde la líder rebelde, apoyando la cadera en el borde de un escritorio —. Creo que las piezas están en su lugar, y la suerte nos ha dado algunas ventajas que no pienso desaprovechar; sin embargo, me parece que primero debemos ponerte al día, te perdiste de algunas noticias mientras dormías —añade, guiñándole el ojo con una sonrisa.

Sin saber qué esperar, Lapis asiente y escucha con atención.

Amantes en Guerra [Lapidot]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt