Una artista insurgente

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—¿Cómo hiciste eso? —pregunta Lapis, desconcertada.

Como noble que es, recuerda haber escuchado rumores sobre la comandante de su zona, rumores que aseguraban que Azul posee habilidades muy misteriosas. Naturalmente, nunca nadie se tomó en serio afirmaciones como esa; pero, ahora no puede evitar preguntarse sobre su veracidad.

—Eso fue... Algún tipo de fuerza psicoquinética, ¿no es así? —deduce Peridot, mientras acomoda sus lentes.

Rose se encoge de hombros, sonriendo de forma inocente, como si ella misma desconociera la respuesta. Dando media vuelta, regresa a su asiento y se sirve un poco más de vino.

—Después tendremos más tiempo para conversar. Por ahora, digamos que hay mucho sobre las comandantes que desconocen —responde la líder rebelde, antes de beber de su copa.

—¡Pero...!

Rose levanta la mano, e inmediatamente Peridot guarda silencio, comprendiendo que no logrará sacarle nada por el momento.

—En unos días las llamaré para discutir un plan que llevamos preparando desde hace algún tiempo, y como parte del mismo, les diré todo lo que sé. Hasta entonces, Amatista las llevará a la ciudad, en donde espero puedan encontrar algo de ocio y tranquilidad.

—Les encantará el lugar, Rose hizo que remodelaran un viejo granero para ustedes, tiene vista al lago y está cerca de la ciudad —menciona la morena con entusiasmo.

—¿Un granero? —pregunta Peridot, con escepticismo.

—Hmmm, si es demasiado pintoresco para tu gusto, pueden quedarse en uno de los hoteles de la ciudad, puedo llamar para que les aparten una habitación —comenta Rose.

—Eso suena mejor —responde, bastante más satisfecha.

—Yo aceptaré la oferta del granero, parece un lugar en el que podré despejar mi mente —decide Lapis.

Y tan pronto escucha esas palabras, Peridot se replantea completamente la opción de vivir en un granero. «Si está lo suficientemente apartado, eso significaría que estaré a solas con Lapis todo el tiempo», piensa, fantaseando con la mera idea.

—Pensándolo bien... —se retracta, aclarando su voz —. El granero es, objetivamente hablando, la mejor alternativa para conocer la Zona Rosa sin estar en medio del ajetreo de la ciudad, optaré también por el granero.

—Todo arreglado, entonces —resuelve Rose, divirtiéndose con la escena.

Y de ese modo, las invitadas de honor agradecen a Rose por su hospitalidad, y acompañan a Amatista a las afueras del templo. Una vez en la entrada, suben a una pequeña aeronave, y vuelan sobre el colorido paraje natural que rodea al templo.

—¿Qué les parece la vista? —pregunta Amatista, a sabiendas de que es simplemente espectacular.

—Maravillosa, podría pasar días enteros pintando algunos de estos paisajes —responde Lapis, mientras siente la suave brisa nocturna acariciando su rostro.

—Cierto, Rose mencionó que eres algo así como una pintora famosa.

—Supongo que ya nos conocían de antes.

—Solo a ti, Rose se interesó en cómo criticabas al imperio por medio de tus pinturas. Supuso que, si estabas dispuesta a tomar el riesgo de criticar abiertamente al imperio, posiblemente simpatizarías con la rebelión.

—¿Lapis? —pregunta Peridot, quien se ha perdido completamente en la conversación —. Sabía que te dedicabas al arte, pero no sabía sobre eso.

—Sí... Bueno, cuando me encontraba casada con Jaspe, me enteré de muchas de las atrocidades que ha cometido el imperio, así que no pude quedarme quieta al respecto —revela la artista —. Claro que, al final no conseguí otra cosa que problemas, aunque la comandante Azul toleró mis críticas, Amarillo y Miss White me han tenido en la mira desde entonces.

Peridot permanece en silencio, pensativa. Ahora todo cobra sentido dentro de su cabeza, la gran incógnita de cómo terminó una noble de la Zona Azul mezclada con prisioneros rebeldes; simple, las demás líderes querían deshacerse de ella, y decidieron que su cuerpo podría ser útil para los experimentos de su proyecto.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now