Sentimientos a flor de piel

750 98 30
                                    

—¿Rosa? Me imagino que te refieres a Rose Cuarzo —comenta Peridot, tan pronto Lapis deja de sujetarle la boca.

Steven parece confundido por el comentario, incluso un poco triste; pero, al intentar responder, se sorprende cuando la pequeña radio que cuelga de su cinturón comienza a emitir.

—Steven, ¿en dónde estás? —pregunta una voz, Lapis la reconoce, se trata de Garnet.

El niño se muestra nervioso, y hace un gesto a las visitantes para que guarden silencio.

—¡T-Tuve que ir al baño! Te veo enseguida —responde finalmente, justo antes de tragar saliva.

—Ya veo... Tómate tu tiempo, estaré en la cocina.

—¡Entendido!

Al apagar la radio, el niño suspira con alivio. Entonces, mira a las chicas con algo de vergüenza, mientras se acerca a la puerta.

—Lo siento... Será mejor que baje ahora, a Garnet no le gustará saber que hablé con ustedes sin permiso, ¡pero pueden quedarse las galletas! —exclama, justo antes de marcharse.

Tan pronto la puerta se cierra, ambas se miran en medio de un incómodo silencio, silencio que Peridot se anima a romper.

—Las... Galletas podrían estar envenenadas, ¿sabes?

—Ignoraré ese comentario; además, tengo hambre, no recuerdo la última vez que comí algo —responde Lapis, quien no duda en acercarse a la bandeja.

Hay dos sillones junto a la mesa de noche, así que Lapis toma asiento en uno de ellos, y se lleva una de las galletas a la boca, con una suave expresión de dulzura en el rostro. Peridot suspira, resignada, y toma asiento en el sillón de al lado.

—¿Por qué confías en estas personas? Ellos asesinaron a la comandante Rosa.

—Tendrás que disculparme si la seguridad de las comandantes que nos quieren muertas no es mi prioridad en este momento —responde la chica con sarcasmo, antes de tomar otra galleta.

—Touché...

—No digo que estos rebeldes estén libres de toda culpa, pero Jaspe te hubiera asesinado, y a mí... Ni siquiera sé qué hubiera hecho conmigo; así que, de momento les daré el beneficio de la duda.

—¿Cómo te sientes? Ese último desmayo me preocupó bastante —pregunta la rubia, mirando directamente los ojos azules de su musa.

—Solo tengo un poco de migraña —responde Lapis, apartando la mirada con algo de rubor —. ¿Y tú? Estuviste dormida por bastante tiempo, tuve algo de miedo...

—¿Miedo? —pregunta nuevamente, sonrojándose también.

—Miedo de quedarme sola.

Peridot se estremece al escuchar esas palabras, y el deseo de proteger a su musa se intensifica en demasía.

—¡Jamás te dejaría sola! —exclama con la voz acalorada, poniéndose repentinamente de pie —. Escúchame bien, Lázuli, mientras yo respire no estarás sola.

—Lo sé —responde Lapis, con una sonrisa muy dulce —. Has sacrificado mucho con tal de mantenerme a salvo, ¿por qué?

Entonces, Peridot siente un nudo en la garganta, esa es una pregunta que se lleva haciendo desde que traicionó al imperio, y quizá ya sea tiempo de dejar de ignorar la respuesta.

—Desde el principio habría sido más sencillo para ti dejarme atrás, seguir tus órdenes y olvidarte de mí, un experimento más —añade Lapis, poniéndose también de pie —. ¿Por qué insistes en permanecer a mi lado? ¿Qué significo para ti?

La boca de Peridot titubea, sin saber qué responder.

—¡Dime algo! —insiste.

Incapaz de resistir la presión por un solo segundo más, Peridot da un paso al frente, aparta la bandeja, sube a la mesa, toma a Lapis de las mejillas; y sin dudar o pensar en lo que sucederá después, besa los labios de su musa con pasión, liberando por fin ese sentimiento que lleva ardiendo en su pecho por tanto tiempo. La primera reacción de Lapis es de resistencia, colocando sus manos en la cintura de su contraria, forcejeando un poco para hacerla retroceder; pero, conforme los segundos pasan, la suavidad de los labios que saborea le convence de no ir a ninguna parte, sus manos se deslizan hasta la espalda de Peridot, en donde se aferran a su uniforme, sabe que está en donde quiere estar.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now