Una promesa de amor

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Tras horas de arduo trabajo y con el sol estando a punto de ocultarse, Peridot consigue terminar su nuevo proyecto, un par de guantes magnéticos completamente funcionales, capaces de levantar un peso de mil cuatrocientos kilogramos, superando notablemente sus primeras estimaciones.

—Justo a tiempo... —murmura, con un suspiro de satisfacción.

Reclinándose en su asiento, se quita sus lentes por un momento, restregándose los ojos con algo de cansancio. Sabe que ha hecho todo lo posible por prepararse para el gran día: ha estabilizado el cerebro de su musa, ha finalizado la construcción de sus guantes... Habría querido contar con más tiempo, eso es evidente; pero, más tiempo para los rebeldes significaría más tiempo para el imperio, así que los recursos actuales tendrán que bastar.

Decidiendo que ya ha trabajado bastante, guarda sus guantes en un maletín de metal, y despidiéndose de Lars antes de abandonar el templo, regresa a su aeronave, lista para volver a casa.

El viaje sobrevolando la ciudad es bastante tranquilo, y el hermoso espectáculo visual que ofrece el atardecer es suficiente para despejar su mente agitada. En cuestión de minutos, la rubia consigue llegar hasta el granero, y la vista desde arriba es; por decirlo de algún modo, peculiar. Lo primero que llama su atención es la montaña de chatarra que yace amontonada al lado del maizal, y adicionalmente, puede distinguir algunas figuras extrañas colocadas justo en frente del granero.

Aterrizando la aeronave cerca de una de estas figuras, puede notar que se trata de la escultura de una tortuga marina, con una apariencia un tanto pintoresca, pues está hecha de piezas de metal herrumbrosas. Al bajar del vehículo, Vidalia asoma la cabeza desde detrás de una de las estatuas.

—¡Bienvenida! —exclama la mujer, dejando algunas piezas en el suelo y acercándose para estrechar su mano —. Mi nombre es Vidalia, lamento la intromisión en tu jardín, Lapis me invitó para una creación artística colaborativa.

—Ya veo... —responde la rubia, con una sonrisa incómoda —. Si eres conocida de Lapis, no tienes de qué preocuparte.

—Tu nombre es Peridot, ¿no es así? Es un verdadero honor conocerte, todos vimos al Kraken emerger del lago y salir en nuestra defensa, pero hubo también personas valientes como tú, arriesgando sus vidas por la seguridad de los ciudadanos indefensos.

Peridot se conmueve al escuchar esas palabras, durante su larga carrera profesional siempre ha recibido elogios por sus inventos innovadores; pero, ¿por salvar una vida? ¿Por defender una ciudad entera? Aunque los elogios por su trabajo son gratificantes, no se comparan a la expresión de felicidad que porta una persona genuinamente agradecida.

—Solo hace falta un último empujón, y todos seremos libres de vivir sin miedo —responde finalmente —. Hablando de eso, ¿en dónde está Lapis?

Antes de que Vidalia pueda responder, las puertas del granero se abren, y Peridot consigue ver los brillantes ojos azules de su musa.

—¡Peridot! —exclama esta, acercándose alegremente para propinarle un abrazo —. Veo que ya conociste a Vidalia, ¿qué te parece nuestra nueva galería?

—¿Usaron la basura del lago? Parece una forma... Creativa de reciclar.

—Todavía quedan muchos materiales con los que podemos trabajar, cuando regresemos de esta misión, podríamos hacer algunas esculturas juntas.

—Eso me gustaría... —responde la rubia, sonriendo con entusiasmo. No cree tener talento alguno para el arte; sin embargo, Lapis le hace querer probar cosas nuevas, aunque estas puedan resultar intimidantes.

—En ese caso, tendremos que asegurarnos de tener éxito mañana —comenta Garnet, quien se encuentra de pie bajo el marco de la puerta.

Entonces, la capitana se acerca y coloca una mano sobre el hombro de Lapis.

—No te preocupes, cuidaré de ella —agrega, con un tono relajado.

Y para Peridot es imposible no confiar en su palabra, por lo que se limita a asentir en silencio, sintiéndose profundamente agradecida.

En las siguientes dos horas, las mujeres se permiten conversar amenamente bajo el cielo estrellado, charlando sobre las estatuas, sobre el granero, sobre la ciudad, sobre el amor, y sobre todo aquello que les inspira a seguir adelante, sin importar las adversidades. Eventualmente, Amatista se aparece conduciendo una de las aeronaves del templo, presionando animosamente la bocina.

—Esa es mi señal —dice Garnet, acomodando sus lentes oscuros —. Esto ha sido agradable, pero ahora les recomiendo descansar, mañana será un día agitado.

—Sí, capitana —responde Lapis, sorprendida por la forma en que Garnet consigue transmitir su paz interior, como si todo estuviese bajo control.

—Vidalia, en la aeronave hay espacio para cuatro personas, ¿quieres un aventón a casa?

—Desde luego, te lo agradezco, solo deja que recoja mis cosas —responde esta.

De ese modo, las invitadas se despiden y abordan la aeronave, alejándose lentamente en el horizonte. Habiendo quedado a solas, Lapis toma la mano de su amante, y le guía cariñosamente hasta el lago, en donde pueden ver sus reflejos, adornados con el brillo de las estrellas.

—Dime algo, ¿qué piensas cuando nos ves reflejadas en el agua? —pregunta Lázuli.

—Pienso... Que te ves muy hermosa... —responde la rubia con sinceridad —. Pero no creo que esa sea la respuesta que buscas.

—No, aunque me gusta escuchar eso de ti —reconoce, riendo con las mejillas sonrojadas —. Te diré lo que yo pienso, ante nosotras yace el reflejo de dos guerreras, dos sobrevivientes, y dos amantes. Estoy segura de que mañana encararemos el mayor desafío al que nos hayamos enfrentado jamás, pero nada de lo que Blanco y sus tropas puedan arrojarnos me impedirá regresar a tu lado.

Apretando la mano de su musa con fuerza, Peridot se sorprende a sí misma llorando, y su figura en el agua solamente refleja tristeza. La lógica que ha guiado su vida desde que tiene memoria, le dice ahora que reencontrarse con su amada es bastante improbable; sin embargo, sus sentimientos por Lapis le hacen sentir capaz de desafiar toda lógica.

—Lapis Lázuli... Desde el momento en que fuiste injustamente llevada hasta mi laboratorio, fui completamente cautivada por tu belleza, hasta el más mínimo detalle de tu cuerpo me parecía esculpido por alguna divinidad, y poder sentir el tacto cálido de tu piel se convirtió en mi fantasía de cada noche. Pero, fue cuando finalmente pude conocerte que caí perdidamente enamorada de ti, una mujer valiente e indomable, un espíritu libre dispuesto a sacrificarlo todo, incluso su propia vida, con tal de que no corten sus alas.

—Peridot...

—¡Es por eso que...! —exclama, tomando sus manos con firmeza y mirándole directamente a los ojos —. ¡Es por eso que te mantendré a salvo! Cambiaré este mundo, por uno en el que puedas volar libre y sin preocupaciones, reconstruiré este imperio de pies a cabeza si es necesario, pero no dejaré que vuelvas a la oscuridad, no dejaré que...

Silencio. Con una lágrima bajando por su mejilla, Lapis se inclina para besar los labios de su amante, compartiendo un beso extenso y apasionado que; para ambas, pareciera sellar una promesa. 

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now