El despertar de la musa

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—¡Bismuto, los encontré! —exclama uno de los rebeldes en la lejanía.

La voluminosa mujer de brillante armadura levanta la mirada, presenciando los horrores dentro de los tanques de agua. Con notable frustración, se recoge su colorido cabello con una cola, sin dejar de aprisionar a la villana bajo su suela.

—¿Y? Vamos, dame una buena noticia... —responde, sin mucha esperanza, incluso desde donde se encuentra, puede ver que sus antiguos camaradas se han convertido en monstruos.

—Dos han muerto, y siete están muy cerca de estarlo, puede que podamos rescatarlos en nuestra base, pero... No creo que podamos revertir lo que les han hecho —admite el rebelde, quitándose su casco rosado y mirando los tanques con desconsuelo.

Bismuto muestra un rostro de amargura. Peridot puede sentir el odio que crece en el corazón de la rebelde, mientras la presión sobre su espalda aumenta.

—N-No... Puedo... Respirar... —alcanza a decir, mientras intenta pensar en alguna forma de escapar a su predicamento.

—Mira a tu alrededor —responde Bismuto, con severidad —. Todos los cerdos imperiales están muertos, y tú no serás la excepción. El único motivo por el cual no te he cortado la cabeza, es que debemos hacerte primero algunas preguntas.

Dicho lo cual, retira su pie y toma a Peridot del cabello, mirándole directamente a los ojos, con un notable aire de superioridad. En respuesta, Peridot simplemente le mira con una combinación de rabia y temor, con el rostro completamente enrojecido.

—De tus respuestas dependerá qué tanto sufrirás en tus últimas horas —añade, sujetando con más fuerza.

Bismuto hace un gesto hacia uno de sus compañeros, este se acerca y sujeta a Peridot con firmeza. Entonces, el rebelde que yace frente a los tanques recibe una orden que no quería escuchar.

—Desconéctalos... —decide Bismuto, con gran pesar.

—Estás... ¿Segura?

—Conozco a la mayoría de ellos como si fuesen mis propios hermanos, sé que preferirían morir mil veces, antes de mirarse al espejo y ver en lo que les han convertido.

—¡No, detente! —exclama Peridot, forcejeando, pero el rebelde no le permite moverse de donde está —. Tu mente inferior no puede comprender la magnitud del hallazgo que tiene en frente, ¡No puedes simplemente apagar a mi musa!

Bismuto ignora el comentario de la rubia, y mira al rebelde con dureza. El hombre, resignado, camina detrás de los tanques, y levantando su arma dispara a todos los cables que tiene en frente. Con esta acción, la luz que ilumina los tanques se apaga en un instante, y todos los sensores de vida dejan de transmitir, todos menos uno.

—Qué extraño... —murmura el rebelde, dando un vistazo al monitor. Entonces, señala el tanque del centro —. Ella sigue con vida.

Peridot alza la mirada con sorpresa, sin poder creer lo que escucha. Bismuto; por su parte, camina lentamente hacia el cuerpo flotante de la supuesta "musa".

—A ella no la reconozco, ¿es una de nuestras desaparecidas?

—No la veo en mi lista, creo que no se trata de una rebelde.

Examinando a la misteriosa mujer, Bismuto se debate sobre qué hacer con ella, si fuese una rebelde, se la llevaría consigo a la base, para intentar despertarla en sus laboratorios; pero, hasta donde sabe, podría tratarse de una imperial que se ha ofrecido voluntaria para los experimentos. Al final, es sacada de sus pensamientos, pues la mujer de cabello azul comienza a moverse sutilmente... Y el cristal empieza a agrietarse.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now