JUECES

865 111 37
                                    

Prólogo


Christian Dubois

Con un chasquido brusco todo se detuvo. Todo ese dolor, toda esa agonía, todo ese sufrimiento... Sus ojos, que habían perdido todo tipo de luz o de esperanza, parecían
apaciguados. Esos ojos que habían rozado la locura después de horas de martirio. El ambiente estaba impregnado de un olor característico. Ese que tienen las cosas oxidadas y viejas, que se te mete en la nariz y lo saboreas en el paladar.
Tenía las manos pegajosas y apretadas. Las salpicaduras y charcos del líquido rojo cubrían aquella pequeña sala, mezcladas con la vida derramada.
No era cazador, pero siempre había encontrado cierto placer y fortaleza en el dolor que provocaba. Lo reconfortaba, lo hacía sentir lleno y conseguía que el calor regresara
a sus dedos. Pero ese mismo dolor que lo extasiaba y que era más poderoso que cualquier droga y que cualquier veneno...ahora no servía de nada.
Sentirlo en su propio cuerpo no producía el mismo efecto y no entendía el motivo.
¿Siglos de existencia tranquila y relajada lo habían ablandado? No, eso no podía ser. Él no podía haber perdido sus capacidades. ¡Él! Que había torturado a grandes personajes de la historia solo por añadirle interés al asunto. Que se había alimentado de generaciones enteras en una sola noche... No, él no... Pero, ¿qué quedaba ya de aquel gran predador? ¿Solo una pantomima grotesca y débil? ¿Ese iba a ser su legado?
El destino era irónico y la esperanza parecía una utopía.
Llevaba tanto tiempo vagando sin más motivo aparente que el de exhibir una crueldad sin límites... Y ahora que encontraba un motivo verdadero para existir... ocurría aquello.
No podía permitirlo. Ese no podía ser su final. Apretó los dedos en forma de garra y los hundió en su pecho. Rompiendo piel, músculo, costillas y nervios llego a palpar su propio corazón. Latía, lento y pausado, a pesar del dolor que estaba soportando. Sus dientes rechinaban. Se detuvo.
Podía acabar con todo aquello. Un tirón y un último suspiro.
No era una perspectiva tan mala. Si no lo hacía él cualquier otro lo haría en breve. No. Estaba decidido. Iba a arrancarse el corazón. Tomó aire por última vez. Apretó con fuerza, pero en ese mismo momento su corazón dio un brinco.
Su destino ya no le pertenecía a él.
Entonces, su corazón empezó a latir con más fuerza y, de repente, sintió algo que rara vez había sentido: miedo.
Sacó las manos del pecho. Su respiración se transformó en tremendas exhalaciones y se desplomó en el suelo mientras se retorcía de dolor. En realidad, siempre lo había sabido.
Desde el mismo instante en que la había visto. Así que cerró los ojos y vio su rostro una vez más.
Tenía un trato y debía cumplirlo.
Mientras su cuerpo se retorcía, los alaridos se ahogaron en la noche...

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora