La pequeña carnicera. Parte 2.

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—¡Adam Lavisier! —Avancé hacia él y me arrodillé a su lado—. ¿Qué haces aquí?

—Duele...

—¡Estás sangrando! —Miré mis manos, que poco a poco se iban cubriendo de sangre.

—Sí... —Sonrió.

—Curioso gran predador... —Me volví asustada. Era Christian. Lo observó a él y luego de nuevo a mí—. ¿Lo conoces?

—No —mentí reincorporándome deprisa.

—Pero intentabas ayudarlo... —Guardé silencio, no sabía qué decir—. Pierdes el tiempo, Lavisier ha pasado tanto tiempo aquí que ya es uno más de la familia. Nadie lo obliga a quedarse, ¿verdad que no? —Adam sonrió de nuevo a la vez que se retorcía de dolor.

—¿Por qué sangra? —musité con la certeza de que esa pregunta me delataba.

—Porque su corazón empieza a disfrutar del juego. — Sonrió. Se acercó a Adam, lo cogió de la chaqueta y lo obligó a ponerse en pie—. ¿Quieres probar?

—Está demasiado débil —fingí.

—¿No es impresionante lo que pueden aguantar? Este es de los más prometedores. Su cuerpo es fuerte. —Me mantuve en el sitio mientras él me observaba, impasible, durante unos segundos que parecieron eternos—. Muy bien. Vete

—le ordenó, empujándolo de modo que se perdió entre las cortinas. Luego se volvió hacia mí y me clavó los ojos—. Si querías un lugar más íntimo, no tenías más que pedirlo.

—Solo quiero salir de aquí.

Sentía a Christian prácticamente sobre mi coronilla. Según avanzaba, eran más los pequeños grupos que iba encontrando, siempre en torno a un cazador. Comenzaron a llegar a mis oídos los gemidos amortiguados de dolor de todos ellos. Podía escuchar incluso el sonido de los dedos en torno a los corazones, mientras los apretaban con fuerza. Sentí un profundo dolor en el pecho. En ese momento, comprendí lo que era ese lugar, ahí era, por decirlo de alguna manera, donde los grandes predadores de la fiesta desfogaban sus pasiones. Era como un prostíbulo de grandes predadores donde lo que buscaban era el placer de un cuerpo o un corazón que torturar. La sola idea era macabra y repugnante, cruel y despiadada. Era injusto. Los gritos aumentaban más y más en mi cabeza.

De pronto, tropecé y caí al suelo. Mi cuerpo se dobló y mi estomago se contrajo para vomitar. Sentí unas tremendas arcadas, pero no había nada que expulsar. Me hice un ovillo y me cubrí con fuerza los oídos, deseando que todo ese horror desapareciera de mi mente. Entonces, sentí unos dedos recorriendo algo sobre mi espalda. Me di la vuelta y me levanté asustada.

—Curioso sello —comentó él.

—¿Qué? —pregunté confundida, sin saber a qué se refería.

—¿Ya te has cansado de jugar o vas a seguir huyendo de mí? —Él hizo un intento de acariciar mis labios con sus dedos, pero me aparté antes de que pudiera si quiera rozarlos—. ¿Te incomodo? —preguntó, de tal manera que sentí que estaba disfrutando con todo aquello—. No has hecho esto antes, ¿verdad? —Lo miré a los ojos, pero no le respondí—. Tengo el privilegio de elegir a cualquiera para ser mi presa esta noche.

—¿Qué es todo esto? —pregunté, eludiendo su comentario.

—Un pequeño lugar para satisfacer nuestros más escondidos y secretos anhelos —respondió con tranquilidad.

Tomó mi mentón y pasó sus dedos por mis labios. Yo comencé a sentir un profundo dolor en el pecho y el temblor de mis piernas se acentuó.

—Quiero regresar.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now