Entre bambalinas. Parte II.

329 71 3
                                    


Cuando llegué al exterior, las llamas aún coronaban el horizonte. 

Nos habíamos alejado, tal y como Hernan había ordenado, pero nada parecía muy diferente allí lejos. Las nubes anaranjadas y negruzcas habían devorado ya a esas alturas buena parte del firmamento. Jerome estaba justo al lado, sentado en el mismo lugar y atado por las mismas cadenas. Me sorprendió su aspecto. Su pelo parecía apelmazado, sus ojos rojizos e irritados y sus labios blancos y secos. 

—¿Estás bien? —pregunté arrodillándome a su lado. La guerra, al otro lado de la barandilla de madera, pasó a un segundo plano—. Pareces enfermo. Necesitas alimentarte. 

—Igual que el resto —dijo sin mirarme—. ¿Lo has visto? —El guardián tenía los ojos clavados en el horizonte. 

—Dudo que haya sido posible no hacerlo —suspiré, pasando una mano por mi frente. 

—Hacía décadas que no presenciaba algo así. 

Abracé mis rodillas y seguí la dirección de sus ojos. 

—No parecen necesitarnos para destruirse a sí mismos —susurré con pesar. 

—Siempre ha habido guerras. No todos los humanos son buenos, por desgracia. 

—Tampoco todos los no-muertos son malos —le miré—, ¿no crees? 

—¿Has conocido alguno hasta la fecha? 

Me encogí de hombros y solté mis rodillas para rodear mis brazos con las manos. No tenía frío, pero la imagen me había dejado helada. 

—Ni siquiera sabemos dónde estamos. Ni qué es lo que estamos viendo destruir —suspiré. 

—Si mis cálculos no están mal, deberíamos estar en algún lugar del Atlántico. 

Fruncí el ceño. ¿Acaso también sabía de eso? 

—¿Atlántico? —pregunté con las cejas arqueadas—. ¿Cómo lo sabes? 

Jerome rio de forma queda. Como si le costara esfuerzo. 

—Cuando yo vivía este era el transporte más común. —Sonrió para sí mismo—. Hace mucho tiempo de eso ya. Es la primera vez que vuelvo a estar en alta mar desde que...

 Intenté mostrarle una sonrisa de cordialidad pero no pude. Algo pesaba en mi estómago. En lugar de eso, volví a centrarme en el horizonte. 

—¿Cuántos de los que están ahí fuera crees que se levantarán mañana siendo como nosotros?

 Él se encogió de hombros. 

—Espero que no muchos. Pero sean los que sean, aprenderán a sentirse afortunados. 

 —¿Y a qué precio? —susurré para mí misma. Parpadeé para alejarme de la imagen que me tenía cautivada y me volví hacia Jerome. Le miré. Su aspecto empeoraba por momentos. —Te afecta que dañen a los humanos, ¿no es así? 

—Me duele. Ardo como si estuviera ahí mismo. 

Me mordí el labio y me senté junto a él. Por alguna razón, no podía soportar verle mal. 

—Oye, Lena, sé que estás enfadada y que me culpas de un montón de cosas. Lo entiendo, ¿vale? Somos diferentes. Queremos cosas diferentes, pero no voy a utilizarte contra Christian. Ya no. También fue tu vida la que arrebató y yo no debería... 

—¿Y ese cambio tan brusco de actitud? —interrumpí. No necesitaba que terminara la frase para saber lo que intentaba decir, y, en el fondo, estaba segura de que prefería no decirlo. 

—Solo nos tenemos a nosotros aquí y debemos estar unidos. 

Miré para otro lado. 

—Intentaste matarme —le recordé—. ¿Por qué vuelves al tema de Christian? Como si eso fuera más importante. 

—Estaba desesperado —reconoció—. Debía hacerte dudar. Necesitaba comprobar... 

—¿Cómo sé que no volverás a intentarlo? ¿Cómo puedo estar segura de que no volverás a creer que soy como él? 

—Si tuviera esa respuesta, te la daría. Pero no tengo ni idea de qué va a pasar.

 Cogí aire con fuerza y lo solté. 

—Ven —extendió un brazo hacia mí, pero no accedí—. Será mejor que duermas un poco. 

—Soy tu comida, Jerome. 

Él sonrió. 

—¿Vas a ponerte sensata ahora? No tengo fuerza como para intentar nada esta noche, te lo garantizo. 

Desistí, no porque me apeteciera, pero su aspecto me preocupaba. Apoyé la cabeza contra el barril y me acomodé en el suelo. No me acurruqué en su regazo, por supuesto. Mi burbuja personal había crecido varios kilómetros cuadrados desde que el sentimiento de traición me era tan familiar, pero era cierto que prefería quedarme con él antes que regresar, sola, al pequeño camarote o, peor aún, con Valentine. 

—Los Dubois están nerviosos —le interrumpí—, ¿te has fijado? ¿Sabes por qué necesitan atracar?

 —Tendrán hambre, como todos los demás. 

—No... Creo que es algo más. 

—Personalmente, me trae sin cuidado. Aunque atraquemos, no nos dejarán bajar de este barco.

 —No vamos a quedarnos aquí —le dije—. De ninguna manera. 

—Duérmete, tú que puedes. Debes conservar las fuerzas. Tal vez cuando todos se hayan destruido por el hambre, tú puedas liberarme y sacarnos de aquí. 

—Muy gracioso. 

—Lo sería, si lo estuviese diciendo en broma —me miró—, pero no es así. Conserva todas las fuerzas que puedas. Nos van a hacer falta... 

------------------------

¡Hola! Siento mucho haber estado una semana sin actualizar, pero he cogido un virus que me ha tenido fuera de juego y luego un familiar se puso muy malito. Pero ya estamos todos bien, así que espero que os apetezca seguir leyendo, :).

Para compensar, hoy hay capítulo extra, <3 <3 <3.

Muchas gracias por estar ahí. 


Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Место, где живут истории. Откройте их для себя