Contradicción

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El nuevo día llegó sin que yo me diera cuenta. Había pasado la noche en vela, o, mejor dicho, en un estado de semiinconsciencia en el que lo único que me recordaba que seguía en este mundo era la secuencia de imágenes que acosaba a mi mente reviviendo todo lo que había ocurrido.

No podía respirar, ni moverme, ni siquiera parpadear; solo aferrarme con desesperación a cada pequeño detalle de esos recuerdos, con la esperanza de encontrar en ellos la manera en la que todos habían podido escapar. Me obligaba a creer que estaban bien, que habían conseguido ponerse a salvo, pero sabía que no podía ser tan simple.

Había olvidado la última vez que había visto a Helga, no recordaba ninguna imagen de Liam después de que se internara entre los escombros de la casa, y de Lisange... bueno, ella había desaparecido, sin más. Era injusto que yo estuviera ahí, acostada, a salvo en una cómoda cama mientras ellos podrían haber muerto o, peor, haber acabado en manos de la Orden de Alfeo. Las imágenes de la cabaña ensangrentada y de Caín abierto y colgado en la pared del recibidor me golpearon con fuerza y sentí ganas de vomitar. No tenía ninguna garantía de que los De Cote no yacieran así en ese preciso momento, y todo por mi culpa. De forma inconsciente, me llevé la mano al pecho. La herida de Christian aún estaba ahí, aunque ya no dolía. Recorrí con la yema del dedo la hendidura a la vez que sentía que me volvía a faltar el aire. Mi mente había intentado bloquear lo ocurrido con él pero, a esas alturas, fracasó de forma estrepitosa. El miedo, la soledad de la calle, sus ojos... Mi respiración se agitaba cada vez más hasta que, de pronto, retumbaron por toda la casa las campanadas de alguna iglesia cercana y regresé de forma brusca a la realidad. Tomé aire, parpadeé y miré a mi alrededor. Estaba sola, completamente sola. Los había perdido a todos.

Bajé de un salto de la cama. Ese pensamiento me había alarmado tanto que sentía la necesidad de salir corriendo a buscarles. Me dirigí veloz hacia la puerta, pero me detuve al sentir a alguien al otro lado. Mi corazón dio un vuelco, desesperado. Giré el pomo justo cuando la abrían y...

—Veo que ya te has despertado.

El alma se me cayó a los pies; era Gaelle. Venía con una pila de tela esponjosa y una bandeja con algo que parecía, ¿comida?

—¿Sabes algo de Christian? —pregunté impaciente, acercándome a ella y pasando por alto el detalle nutritivo—. ¿Ha llegado ya? ¿Y los De Cote?

—Me temo que aún no, cielo. —La joven mujer sonrió de forma comprensiva—, creo que a Christian no lo tendremos por aquí hasta mañana.

—¿Mañana? —repetí con un nudo en la garganta.

—Ha pasado una mala noche, necesita recuperarse. — Vio mi expresión abatida y agregó—: pero no me cabe duda alguna de que está bien. Es un gran predador muy fuerte.

—¿Y Liam y Lisange? ¿Cuándo regresarán?

—Aún es pronto para recibir noticias pero estoy segura de que ellos también están perfectamente.

—¡Tenemos que ir a buscarles! ¡Podrían estar en peligro! Ella tomó mi brazo y me obligó a sentarme de nuevo en la cama.

—Estás débil. Ha sido una noche dura. Ahora debes descansar.

—¡No puedo descansar con ellos ahí fuera! —exclamé levantándome—. ¡Podrían estar muertos!

—Lena, debes calmarte o conseguirás que Valentine venga y vuelva a exaltarse.

—Os agradezco mucho que me ayudarais ayer, de verdad, pero tengo que encontrarles.

—Ellos confían en nosotros. Nos han encomendado tu seguridad. Tal y como has dicho, se han puesto en peligro para que tú pudieses llegar aquí. ¿De verdad quieres que todo lo que han pasado sea en vano? —Detuve en seco mis pensamientos—. Ellos saben dónde encontrarte ahora. Vendrán a por ti y, si no te encuentran, saldrán a buscarte, exponiéndose de nuevo al peligro.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now