Los polos opuestos no siempre se atraen

3.1K 406 30
                                    

Cuando desperté a la mañana siguiente, Christian ya no estaba. Me costó un par de minutos recordar que todo había vuelto más o menos a la normalidad. Todo, excepto Liam y Jerome. Lisange decidió retrasar un poco nuestra marcha a La Ciudad, y me atrevía a adivinar la razón. Sabía que ni ella, ni Reidar, ni seguramente Christian (en cuanto se enterara) dejarían que Jerome escapara. Estaba en peligro, pero solo había un lugar donde yo podría encontrarle. Así que me vestí corriendo y, ante la sorpresa de Gaelle, salí hacia el instituto, pero, cuando llegué, mi amigo no estaba por ninguna parte, y Christian tampoco.

Salí de los vestuarios a última hora, después de enfrentarme a la clase más difícil, gimnasia. Era agotador tener que esforzarse todo el tiempo en no demostrar demasiada fuerza, en especial en los deportes de grupo, pero al menos me estaba ayudando a controlarme. Cuando acabé de recoger, ya no había gente alrededor. Estaba absorta en mis pensamientos, nerviosa y preocupada y no me había dado cuenta de que todo el mundo se había marchado ya. Apreté el paso para darme un poco de prisa. Tenía ganas de llegar a la casa y ver a Christian, de modo que me colgué la mochila de deporte al hombro y emprendí el camino de regreso.

Me sentía desilusionada y preocupada por la desaparición de Jerome. Dudaba que fuera a delatarnos, al menos el Jerome que yo conocía, pero no me cabía duda de que Liange le haría daño si lo encontraba. Lejos de menguar, mis problemas parecían crecer. Ni siquiera Christian había deja- do de ser una preocupación. Había deseado hasta la saciedad que hubiera una razón para todo lo que había ocurrido, y ahora que por fin tenía ambas cosas: la explicación y él, era incapaz de ser feliz. Tenía miedo y las dudas no dejaban de acosarme día y noche. ¿Acaso no estaba siendo imprudente al regresar con él? ¿Era correcto? Él me había partido el corazón, me había destrozado, mentido y... había acabado con toda esa ilusión sobre el amor. Yo sabía que lo quería pero ¿acaso estaba forzando algo sin futuro, algo condenado al fracaso? ¿Me aferraba a él por comodidad? ¿Por miedo a estar sola? ¿O era solo porque me había quedado anclada en el Christian de La Ciudad? Extrañaba esa idílica historia de amor de paseos bajo las estrellas en viejas barcas de madera, de momentos de pasión entre las olas, de lo que sentía cada vez que ladeaba una sonrisa o me tocaba... y, en cambio, era incapaz de ver ninguna de esas escenas en nuestro futuro. Estaba confundida, demasiado y... De pronto, una mano salió de la nada, tomándome del brazo y atrapándome contra un árbol. Fui a atizarle con mi palo de hockey cuando vi de quién se trataba.

—¡Christian! —En seguida me eché hacia atrás—. ¿Qué haces aquí?

—Pensaba en alimentarme cuando te he visto.

Lo observé un momento

—Te agradecería que no utilizaras a ninguno de mis compañeros.

—¿Piedad? —Rio.

—Ética profesional —me burlé—. Aliméntate solo de gente mala —sugerí.

—Ya veremos.

—Sabré si lo has hecho.

—¿Y qué harás al respecto? —Sonrió.

—¿Ves esto? —Señalé con la cabeza el palo que había apoyado contra el árbol—. No me obligues a usarlo.

Ladeó una sonrisa y rodeó mi cintura con sus brazos.

—Tal vez lo haga. —Su sonrisa me estremeció—. Te he visto jugar.

—¿Te ha gustado? —pregunté riendo.

—Solo tú podías convertir el arrastrar un palo por el suelo en un arte. Me siento muy orgulloso.

—¿Un palo por el suelo? —Alcé una ceja.

Despacio, deslizó un dedo por la correa de mi bolsa de deporte hasta que resbaló por mi hombro y cayó al suelo.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now