No es malo pedir ayuda, ¿verdad? Parte 2

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—La suerte está de mi lado —susurró—. Al parecer será más fácil de lo que pensaba. —Lo miré con pavor y me volví de inmediato para seguir a Christian—. ¡Lena! —me llamó Jerome, pero no le hice caso—. ¡Lena!

Me abrí paso a través de la gente, tenía que encontrarlo; pero avanzar era casi imposible. La marabunta de alum- nos que se dirigían a sus clases hacía imposible ir a contracorriente. En ese momento, alguien tiró de mí hacia el interior de un aula vacía.

—¿Vas a delatarme? —increpó Jerome.

—¿Tú qué crees?

—¿Ya se lo has dicho a la De Cote? —preguntó enfadado.

—No, pero lo haré si vuelves a acercarte a alguno de nosotros o a Christian.

—Sabes que intentará acabar conmigo.

—O tú con él, y conmigo también, si te apetece.

—¡Estás protegiendo a un monstruo! —exclamó.

—¿Y tú qué eres? ¿Qué somos todos nosotros, Jerome? ¡No hay ninguna diferencia!

—Claro que la hay, Lena. Yo no soy como él.

—Sorpréndeme.

—Mira, sé que esto no es fácil. En realidad es una mierda porque tarde o temprano yo veré tu muerte, o tú contemplarás la mía, y ninguno podrá hacer nada por evitarlo, pero yo quiero intentarlo. Odio que Christian se interponga entre nosotros aunque lo entiendo. Tienes todo el derecho a odiarme. —Se separó un poco de mí, como si estuviera dolido—, pero no a cambiar mi misión. Él no necesita de tu protección.

—Ni tú tampoco.

—Si hablas con él, me entregarás a un carnicero. — Miré su mano y la alejé de mí—. No puedes protegernos a ambos.

Sin decir nada, me colgué la mochila al hombro, abrí la puerta y salí al pasillo. Allí, miré hacia el lugar por el que había desaparecido Christian unos minutos antes, dudé y, para mi sorpresa, me di la vuelta para ir a clase.

—Para después de las vacaciones, os pediré un estudio detallado sobre el fenómeno meteorológico y físico de este nuevo eclipse, mientras tanto...

Guardó silencio, alguien había llamado a la puerta. La gente comenzó a hablar. Yo solo podía mirar impotente el reloj. No tenía ninguna habilidad para hacer que las manecillas girasen más rápido, a pesar de desearlo desesperadamente. Lisange se volvió hacia mí para comentar algo, pero mi vista se deslizó hacia la puerta. En ese momento, todo mi cuerpo se puso en tensión. No fui la única. La clase entera fue absorbida por un repentino y antinatural silencio.

—No me lo puedo creer —escuché musitar a Lisange. Ahí, en la entrada, estrechando la mano del profesor, se encontraba él.

—Prestad atención. Os presento a vuestro nuevo compañero, el señor Dubois. —Se volvió hacia él y susurró—: Son todo tuyos. —Una pequeña sonrisa torcida surgió en sus labios, mientras miraba detenidamente a toda la clase. «Sí, todo suyos...», pensé—. Adelante, preséntate, hijo.

Ladeó la cabeza hacia él, luciendo una ligera sombra amenazadora en su rostro, seguramente motivada por esa coletilla fraternal que había utilizado.

—No hay nada que presentar —su voz era profunda, grave.

Hubo un pequeño murmullo.

—Dinos tu nombre, de dónde vienes, qué es lo que te gusta, qué quieres ser de mayor —intentó ayudar.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now