Secuela de mi historial de tratos suicidas. Parte 2

3K 407 18
                                    

Desde ese momento, Lisange se centró hasta un punto obsesivo en mí. Eran pocas las veces que desaparecía por la puerta de Reidar y muchas las noches que subía a mi habitación para darme conversación hasta que me dormía. Ella intentaba por todos los medios alejar de mi mente todo lo relacionado con Christian o con la Orden de Alfeo, incluso había perfeccionado la manera de controlar todo nuestro alrededor sin que yo me diera cuenta. Durante un tiempo, me pareció estar contemplando a la Lisange de La Ciudad, pero había algo de lo que ella no podía enterarse. Algo que no podía controlar: Hernan Dubois.

No había vuelto a verlo, pero lo que había ocurrido con Christian en aquel bosque y luego en la habitación, había provocado que él regresara a mis pensamientos. No entendía nada de lo que había ocurrido con Christian la última vez que había hablado con él. Nada de eso tenía una explicación coherente y yo necesitaba respuestas, respuestas que solo me podría dar ese gran predador, sin involucrar a nadie más.

Así que aproveché un rato en que Lisange fue a ver a Reidar para escabullirse y, poco después, me encontré frente a él en la sala ahora vacía de la antigua iglesia.

—Sabía que regresarías. —Rio nada más verme.

—Quiero saber por qué quiere matarme. Si quieres que me quede, tendrás que decírmelo.

—El sutil arte de la persuasión no está al alcance de cualquiera, mi querida Lena, pero si deseas que te instruya en él solo tienes que...

—¡Basta ya! Dímelo, por favor. —Solté.

Al instante, me arrepentí de haber perdido los nervios de esa manera. Se extendió un peligroso silencio entre ambos.

—Considérate afortunada de que hoy me sienta compasivo, pequeña insolente. —Se puso en pie de forma ame- nazadora—, pero atrévete otra vez a levantarme la voz y te juro que será lo último que hagas —dijo lentamente. Luego, de pronto, sonrió—. Él te salvó —reveló—, después de que huyeras de aquí, pudo haberte dejado morir, o sufrir, pero te llevó a esa casa.

—¿El día de tu fiesta? —pregunté confundida—. No es posible. Él quiere matarme.

—Es todo cuanto diré.

—Pero... —intenté decir.

—Nada más, Lena. Si deseas conocer algo más sobre grandes predadores, tendrás que descubrirlo por ti misma.

—¿Eso qué quiere decir?

—Quédate —invitó con una sonrisa.

—Vi lo que le hacíais a esos cazadores y humanos.

—Ninguno se ha quejado. —Rio—. Son libres de irse cuando lo deseen.

—Mientes.

—¿No te lo crees, Lena De Cote? —Me miró durante un instante y luego volvió a sonreír—. Acompáñame. Voy a mostrarte algo.

No quería hacerlo, no estaba dispuesta a acompañarle a ninguna parte, pero ya estaba allí, en un encuentro con un gran predador, así que tampoco tenía muchas opciones. Me hizo seguirle hasta algún sótano.

Conforme íbamos descendiendo mi nerviosismo comenzó a aumentar. Sentía miedo hacia Hernan Dubois, pero nunca había sido tan consciente de ello como en ese momento.

Unos minutos más tarde empecé a escuchar gente, aunque no eran sonidos normales, era como aquella vez que estuve en el psiquiátrico en La Ciudad. Oía lamentos y risas desquiciadas. Llegamos ante una puerta abierta, del interior emanaba una densa atmósfera con un olor cargado y desagradable, mezcla de suciedad y sangre. Hernan me hizo un gesto para que entrara primero. La imagen del interior era aún peor de lo que podía haberme imaginado, aún peor, incluso, que lo que había visto en la fiesta. En aquella ocasión al menos los había adecentado un poco, pero ahora todos estaban sucios, se revolcaban por el suelo, hablando sin decir nada.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu