Decepciones

2.8K 433 72
                                    

Un instante después, perdí el equilibrio y caí al suelo. Por suerte, un brazo me sujetó antes de que diera contra la fría acera.

—¿Estás bien?

Alcé la vista. Ya no estábamos en la iglesia sino frente a la puerta de entrada de la casa, de vuelta en la colina.

—¡Reidar! —exclamé sin fuerzas, abrazándome a él.

—Tienes suerte de que te siguiera. ¿Qué crees que estabas haciendo con ese grupo de grandes predadores? —preguntó con voz grave.

—Yo... No sé qué es lo que ha ocurrido —tartamudeé—, pero estoy segura de que él no quería... quería... Él no... Él no...

—Llevarte a su guarida, plagada de grandes predadores, no es la mejor manera de demostrarlo.

Recordé la mirada cruel de Elora, el siseo de la voz de Hernan... y mi cuerpo se estremeció. Pero debía negarme a creerlo. ¡Era Christian!

Sin embargo, sentí algo enorme y doloroso dentro de mi cuerpo y me abracé a él con fuerza. Antes de que pudiera hacer nada por evitarlo, ya estaba sollozando.

—Gracias —musité—. Lo siento, lo siento mucho, de verdad.

—Te acompañaré a tu habitación. —No dije nada, solo me mantuve abrazada a él. Cuando llegamos, me depositó con cuidado sobre la cama. Me solté de él y me aferré con fuerza a la almohada, de cara a la ventana. No quería que nadie me viera—. Puedo quedarme aquí contigo esta noche, si quieres.

—¿Qué ocurre? —susurró Lisange desde la entrada. Reidar debió de dirigirle algún tipo de mirada secreta por- que no dijo nada más. Solo se limitó a ocupar el lugar en el que estaba él, se tumbó a mi lado y me abrazó. Apreté los dientes con fuerza para no dejar escapar ningún sonido. Todo mi cuerpo se convulsionaba de forma violenta. Poco después, Reidar se fue y nos quedamos solas—. ¿Qué ha ocurrido? —me susurró Lisange con voz preocupada. Yo negué con la cabeza, no quería hablar de ello—. Puedes confiar en mí.

En un arrebato, me deshice de su brazo y salí de la cama. Me dejé caer junto a la ventana cubriéndome la boca con una mano mientras sollozaba de forma entrecortada. Sentía mis costillas abrirse y cerrarse bruscamente por los espasmos. Mi respiración era tan acelerada que de estar viva podría haberme desmayado. Me acurruqué en mí misma, y escondí la cara entre las rodillas. Lisange se sentó junto a mí y me abrazó de nuevo. Pero no dijo nada más, ni una sola palabra, se limitó a quedarse allí, conmigo, hasta que la derrota y el cansancio hicieron presa de mí.

Cuando desperté al día siguiente, Lisange seguía en la misma posición. Estaba segura de que no se había dormido en toda la noche, al contrario que yo que, al cabo de unas horas sollozando, me sumí en un letargo sin sueños.

—¿Qué tal estás? —preguntó en cuanto abrí los ojos. Tenía todo el cuerpo dolorido. Estaba desorientada. De hecho, no sabía por qué me preguntaba eso hasta que, de pronto, las imágenes de todo lo que había ocurrido regresaron de golpe a mi cabeza—. Reidar me lo ha contado —confesó—. Esta mañana ha venido a ver cómo te encontrabas. Está preocupado.

—No quiero hablar de eso —reconocí.

—Solo me preocupa cómo estás. No voy a dejarte, estoy aquí contigo.

Mis ojos ardieron de nuevo con unas terribles ganas de llorar.

— Tengo miedo. —La miré suplicante—. Tengo mucho miedo, Lisange. —Ella me abrazó de nuevo y me meció, pero no dijo nada—. ¿Qué... qué es lo que he hecho mal?

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Kde žijí příběhy. Začni objevovat