Pasado imperfecto 2

269 54 2
                                    

—¡Suéltame! —exclamé tirando con fuerza de mi brazo—. ¡Llévame allí de nuevo!

Mi centro de gravedad estaba perjudicado en ese momento y me tambaleé. Christian me sujetó por los hombros.

—Gracias, Reidar. Eso ha sido todo.

—¡Llévame! —insistí.

—No puedo llevarte de nuevo. Es demasiado arriesgado. Lo siento. —A continuación miró a Christian—. Te dije que no era buena idea.

—Seré yo quien juzgue eso.

—Entonces, cumple con tu parte.

—La puse a salvo —alegó el gran predador. Yo me solté de él y salí andando en otra dirección—. Es mucho más de lo que cualquier otro podría hacer por ella. Ahora, regresa con el resto.

—Ardo en deseos de que Lisange regrese y te ponga en tu lugar.

Reidar pronunció algo que sonó como un insulto de otra época y desapareció, sin más, supongo que en dirección opuesta a la mía.

—¡Lena! —llamó detrás de mí.

Sentía sus pisadas seguirme, más veloces que las mías.

—¿Qué le has prometido a cambio de llevarme allí? — pregunté, furiosa, sin mirarle y sin frenar.

—Quiere que le diga dónde está escondida —me dijo. Paré en seco y me enfrenté a él. Christian se detuvo a un solo paso de chocar contra mí. —Era eso lo que le pedías que hiciera, ¿verdad? Os escuché hablar la noche que llegaste. ¡Nos abandonaste a nuestra suerte a propósito!

—Ya es suficiente, Lena. ¿Por qué tienes que ser tan complicada?

Fue como si me dieran un tortazo.

—¿Yo soy la complicada? —espeté fuera de mí—. ¿Quién desapareció durante meses sin decir nada? ¿Quién regresó siendo un capullo integral para luego decir que había una explicación? Estoy harta de que siempre hagas lo mismo. No tuviste en cuenta cómo me sentiría cuando decidiste tratarme así, al igual que tampoco te importé al ocultarme lo que hiciste o al dejar que me enamorara de ti. ¡Ni siquiera si estaba preparada para ver mi casa! ¡O mi 285 tumba! ¡Maldita sea, Christian! ¡Te quería de verdad! ¿No te das cuenta? —Hice un alto. La voz me abandonó durante un instante—. Puedo llegar a entender que yo no te importara en el momento en que acabaste conmigo. —Intenté parecer calmada—. Pero se suponía que ahora sí. Se suponía que tú me querías.

—¿Qué es lo que esperas que diga? ¿Quieres una disc...?

—¡No quiero una disculpa! —le corté, exasperada—. ¡Ya no! No se trata de que me cogieras algo y lo perdieras o de que hayas roto algo. Se trata de mi vida. De todo lo que me arrebataste. ¿Por qué has tenido que llevarme allí ahora? ¿Por qué? —Estaba completamente fuera de mí. Le miré, impaciente, pero no dijo nada—. Siempre creo que no puedes hacerme más daño, pero siempre me equivoco.

—¿Acaso crees que lo que has sentido es todo lo que se puede llegar a sufrir? —Su voz fue ronca, gélida y vacía—. Pues estás muy equivocada.

—Claro que sí. Te empeñas en demostrármelo todo el tiempo.

—Siempre supiste lo que era. Lo que hacía... Y nunca pareció importante.

—Esto es diferente.

—¿Por qué?

Me llevé las manos a la cabeza, indignada.

—Porque se trataba de mi vida, Christian. —Me golpeé varias veces el pecho con mi dedo índice—. ¡De la mía!

—¿Y eso lo hace diferente?

—¡Lo hace real! ¡Porque te convierte en todo lo que siempre me habían dicho que eras! ¡En el monstruo! ¡En la alimaña desalmada que...!

—Sí —me cortó. Su voz fue intensa—, soy todo eso. Todo eso y todo lo que aún te queda por decir, pero no cambia lo más mínimo lo más importante.

—¿Y qué es eso?

—Lo que soy contigo, maldita sea, Lena.

—¿Y qué hay de mí? ¿Qué me queda a mí? —Sentía mis ojos inyectados en sangre—. ¿Nunca se te pasó por la cabeza que yo tuviera una vida?

—¡Tal vez no amaras esa vida!

—¿Qué sabrás tú? ¿Qué sabes tú de humanidad?

—¡Nada! ¡ Absolutamente nada! ¿Y sabes una cosa? ¡No puedes cambiar eso! ¿Me oyes? ¡NO PUEDES! Olvidas que soy un depredador, un gran depredador —enfatizó—. Esta es mi naturaleza. Torturo a los que son como tú y disfruto haciéndolo. ¡Eso es lo natural! Lo antinatural es todo lo que ha ocurrido desde que apareciste en este mundo. Pero lo olvidas constantemente. No soy como tú. Ni ahora ni nunca, pero aún piensas que puedo cambiar a tu gusto. Yo no he olvidado lo que soy ni mi instinto por estar contigo. ¡No soy un maldito humano! Sigo siendo una amenaza para ti, Lena, y lucho constantemente por contenerme.

Tiré de su cinturón, saqué su puñal y lo planté ante su cara.

—¡Inténtalo, entonces! Termina lo que empezaste.

—¿Qué estás haciendo?

—¿No eres el gran predador? ¡Acabemos con esto! ¡Como debería haber sido en mi casa o en La Ciudad!

—¿Quieres que te mate? —Su gesto vaciló por un instante. Incluso su voz descendió varios tonos.

—No sería lo peor que has hecho conmigo —vacilé. Estaba a punto de llorar—. ¡Te odio! —El nudo de la garganta dolía con saña—. Lo has estropeado todo.

—¿Es eso lo que quieres? —musitó. Christian avanzó un paso hacia mí. Su cara quedó a dos dedos de la mía. Giró mis manos y me obligó a apuntarle a él—. Hazlo tú conmigo.

—¿Crees que no pod...?

—¡HAZLO!

Cogió mis manos con más fuerza. Apreté los dientes y, en un arrebato, empujé mis manos hacia él. Al instante, distinguí con claridad el sonido del acero penetrando en su carne. Un latigazo sacudió mi corazón, con el dolor más intenso que jamás hubiera sentido. Me aparté como si ardiera y salí corriendo a través de los árboles. Poco después el dolor bajo mis costillas partió algo dentro de mí. Grité y caí a un lado, agarrándome el pecho con las manos y retorciéndome de dolor. Mi corazón ardía, mi piel se desvanecía... Sentí que moría ahí mismo, devorada por unas llamas invisibles.

—¡Lena! —Gareth se arrodilló deprisa a mi lado, con cara de espanto. Apartó uno de mis brazos y lo sostuvo en el aire—. ¡LIAM! —gritó. Supe de inmediato el motivo. Mis venas estaban negras. Él apartó mi otro brazo y rompió mi camiseta. A través de mi piel se veía mi corazón, negro, y creciendo, hinchándose cada vez más—. ¡Haz algo!

—¡Apartaos! —Sentí que alguien me alzaba del suelo y me llevaba veloz hacia la playa. Un instante después sentí el agua tocar mi piel. Luego se dejó caer sobre la arena, de modo que las olas nos llegaran al pecho—. Respira — me indicó. Me colocó delante de él y pegó mi espalda a su pecho y llevó mis manos a sus piernas. Me aferré a ellas con uñas—. Sigue el ritmo de mi respiración. —Pero respirar era lo último en lo que estaba pensando—. Siente la calma de las olas.

—Jerome... —balbuceé.

—Shhh. Confía en mí.

Intenté hacerlo. Por un momento, noté cierto sosiego pero, un instante después, sentí una enorme punzada en el corazón. Grité con todas mis fuerzas. Bajé la vista y encontré la enorme daga de Jerome clavada en mi pecho, que ascendía y descendía a toda velocidad. Me aferré a sus rodillas a ambos lados de mi cuerpo, mientras él me rodeaba con sus brazos para que no pudiera arrancarme eso del pecho, y comencé a distinguir cómo un líquido negruzco se deslizaba por la brillante daga desde mi corazón y bajo la luz de la Luna, hasta caer en el agua. Poco a poco, mi respiración se fue acoplando a la de Jerome. Estuvimos así hasta las primeras luces del día.

Por primera vez en mucho tiempo dormí, y ningún sueño o pesadilla se atrevió a perturbar mi sueño.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now