Miradas que matan

6.6K 916 123
                                    

Lo miré, era perfecto. Me había llevado a la misma playa de la otra vez, pero en esta ocasión había traído una barquita de madera y me paseaba con ella. Para mi gran satisfacción, se había deshecho de su cazadora y ahora lo único que separaba su cuerpo de mi curiosa mirada era una fina camiseta, un absurdo trozo de tela que se pegaba a él de forma indecente.

—¿Por qué sonríes? —dijo devolviéndome al mundo real. Parpadeé un par de veces saliendo del estupor en el que había caído.

—¿Lo hago? —pregunté sorprendida.

No me extrañaba en absoluto, ¿a quién no se le habría quedado una sonrisa tonta ante semejante espectáculo?

—¿En qué estabas pensando? —quiso saber. Bajé la vista, avergonzada.

—Solo observaba el paisaje.

Arqueó una ceja, divertido. Desde mi posición, lo úni- co que podía ver o, mejor dicho, admirar, era su cuerpo, nada más, ni siquiera el lejano horizonte.

—¿El paisaje? —Rió—. ¿Y te gusta lo que ves?

—Bueno, estaba sonriendo,¿no? Aunque es como in- tentar ver el sol en un cielo encapotado. ¿En qué pensabas tú?

—A mi no se me dan tan bien las metáforas meteoro- lógicas. Pensaba en ti.

—Christian, no necesito que intentes hacerme sentir mejor, de verdad —dije fingiendo despreocupación.

—¿Qué quieres decir?

Tomé aire y me concedí un tiempo antes de contestar.

—Yo no soy Elora; no soy guapa, ni elegante, ni refinada... y la mayor parte del tiempo no sé qué es lo que está ocurriendo a mi alrededor. —Bajé la mirada—. Soy un desastre.

—Vaya..., es cierto, no sé cómo he podido fijarme en una chica así.

Rió pero no le acompañé. Le acababa de confesar una de mis mayores inseguridades.

—¿Por qué me has estado evitando toda la tarde? —le solté.

—Eso no es cierto —me negó.

—Claro que sí —insistí—, has estado muy distante desde que salimos de tu casa y...

—Lena —me interrumpió—,no es fácil interceder por un cazador ante un grupo de grandes predadores que opinan que me he rebajado.

—¿Y te estás arrepintiendo? —pregunté con miedo—. ¿Es eso?

—No, claro que no. Pero es complicado; creen que estoy jugando con nuestra reputación y que esto les supondrá un signo de debilidad y una pérdida de respeto.

—Eso es una tontería.

—No, Lena, es algo muy serio. Guardé silencio, pensando en todo eso.

—¿Tú querrías... —empecé a decir—, querrías que yo fuese como tú?

Paró en seco, cruzó los remos sobre sus rodillas y se concentró en mis ojos.

—Si quisiera a alguien como Elora, estaría con ella. Me encantan todos y cada uno de tus defectos del mismo modo que tus virtudes. No quiero que cambie absolutamente nada.

Se acercó un poco a mí, alargando un brazo para poder acariciarme la mejilla, y soltó una risa alegre, destensando de nuevo el ambiente.

—¿Y si yo fuese un guardián? ¿Cambiaría en algo las cosas?

—No sé si sería más fácil, pero la verdad es que preferiría que fueses un monstruo verde y viscoso antes que uno de esos. Pero lo cierto es que, incluso si fueses de cualquiera de esas dos maneras, me seguirías volviendo loco.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now