En carne viva... Parte I

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Estaba a tan solo un par de pasos de distancia cuando me giré. Por un momento, solo el eco del goteo del interior dela cueva y el retumbar de su corazón, invadieron el espacio del silencio. 

—¿Qué haces aquí? —increpé con un hilo de voz, salvando las distancias. 

Christian me miró fijamente y se tomó un segundo antes de responder. 

—Debemos hablar. 

Parecía haber librado una batalla, literalmente. Su ropa estaba destrozada, su pecho asomaba por varios agujeros de su camisa, sus pantalones tenían varias marcas de quemaduras y su pelo estaba alborotado; aun así, el mismo halo de perfección le rodeaba. Sin embargo, aunque una parte de mí se sintió profundamente aliviada al verle a salvo, la otra seguía cabreada y el enfado crecía tanto al verle ahí, estático, aparentemente inmune al dolor que, de pronto, parecía insoportable. Cogí una piedra y le amenacé con ella. 

—No. —Era absurdo, lo sé. Aquella piedra jamás serviría para nada más que para hacerme sentir incluso más ridícula, pero la aferraba entre mis dedos con fuerza como una manera de demostrar que había una barrera entre los dos. Mi respiración iba tan aceleraba que era incapaz de diferenciar cuándo el aire entraba o salía—. No te acerques a mí. 

—Me gustaría obviar lo ocurrido los últimos días y tener la ocasión de hablar, sin piedras o miembros entrometidos de ambas casas merodeando alrededor. 

Parecía agotado. Muy agotado. 

—No estoy preparada para hablar contigo aún. —Intenté que mi voz sonara fuerte y decidida, pero desde luego no la sentí como en mis pensamientos, así que titubeé, solté la piedra y pasé por su lado para salir de allí. 

—Querías la verdad. —Me tomó por el brazo, antes de que pudiera alejarme.

 Clavé mis ojos en los suyos, a un palmo de distancia de su perfecto rostro. Su respiración se entremezclaba con la mía y eso me hizo vacilar durante un instante. Le quería, pero fue su mirada vacía lo que consiguió devolverme a la realidad. 

—Ya es tarde para eso. —Me solté con un movimiento brusco y pasé de largo. 

—Helena... 

—¡No me llames así! —exclamé volviéndome hacia él, fuera de mí—. ¡Ni se te ocurra llamarme así! ¡No tienes derecho a...! ¡Tú...! —No pude terminar la frase. Mi voz temblaba de ira y de dolor. Pero me negaba a que me viera así. De ninguna manera. De modo que desistí y le di la espalda de nuevo para marcharme. 

—Estás enamorada de mí —dijo. 

Me detuve en seco y me giré, indignada. 

—¿Cuál es tu problema?

 —Sé lo que estás sintiendo —siguió—, porque yo sentí lo mismo una vez. Pero no hay amor en este mundo, Lena. Siempre lo has sabido. 

—¿Qué es lo que intentas decir? 

—Que me amas porque no tienes alternativa. Apareciste en este mundo por mi culpa así que debes amarme hasta el punto de sacrificar tu vida por mí si así te lo pido. Así debe ser. Pero estábamos en un error. Eso no es amor. 

—Te has vuelto loco. 

Su rostro se mantuvo impasible. 

—Tal vez, pero te cuento esto porque sé lo que es. Porque me he engañado pensando que lo que tú sentías fuese diferente y que, de alguna manera, fuera real. Que lo que ambos sentimos fuera real —corrigió—, pero no lo es. Me preguntaste qué había pasado en La Ciudad para que cambiara. Liam me lo reveló. De haber nacido con la capacidad de amar puedo asegurarte que jamás me habrías elegido a mí. Siempre lo he sabido. Al igual que si yo hubiese tenido alternativa, jamás habría amado a nadie, pero no la tuve. Lo que siento por ti es un castigo, una venganza del Ente y una forma de controlarme. Sin embargo, tampoco es real. Tú me amas porque yo te traje a este mundo y yo te amo a ti porque soy cruel y desde que tú apareciste aquí te has convertido en el medio para destruirme. 

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now