Parte VI

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Todo lo que un no-muerto novato debe saber

—¡Lena! —exclamó Lisange nada más verme aparecer—. ¿Dónde estabas? Te estábamos...

—¡DEJADME EN PAZ! —grité mientras subía a toda prisa las escaleras.

Me encerré en la habitación con el pestillo y me lancé sobre la cama. No tardé ni dos segundos en escuchar unos nudillos golpear con cuidado la puerta.

—Lena —la voz de Lisange era cautelosa—, ¿estás bien?

Me mordí el puño para no gritar, refugiada bajo las mantas. Lisange continuó insistiendo. A ella se le unieron el resto de los De Cote, uno por uno, pero no respondí a ninguno de ellos. Al cabo de unas horas, sus voces se apagaron.

¿Muerta...? ¿Yo...? Era absurdo... No era posible que mi vida se hubiera agotado ya. ¡Ni siquiera había llegado a la mayoría de edad! Aún me quedaban un par de centímetros por crecer y no me habían salido ni las muelas del juicio. Me quedaban muchas etapas por experimentar.

Me froté los ojos con insistencia, me pellizqué e incluso corrí al cuarto de baño a hundirla cabeza en agua para intentar despertar, pero acabé de nuevo en la cama, sin fuerzas.

En situaciones así, deseas con todas tus fuerzas que solo se trate de un mal sueño. Llegas incluso a creer que solo se trata de una de esas pesadillas horribles en las que lo estás pasando mal pero en el fondo sabes que vas a despertar. Esa fue mi primera opción. La segunda no era muy alentadora, pero al menos no era tan radical como lo que acababan de revelarme: si no estaba dormida, debía de haberme vuelto loca en algún momento de mi olvidada existencia.

PASARON UN DÍA...

DOS DÍAS...

TRES DÍAS...

CUATRO DÍAS...

Vi pasar los días con sus noches a través de la ventana, y no desperté de aquella pesadilla.

No sé muy bien cuáles son las famosas fases de la negación, aunque haberlas sabido tampoco me habría servido para nada. El primer día grité, el segundo grité aún más, el tercero entré en shock, el cuarto contemplé el techo de la habitación con la mirada perdida hasta que la oscuridad lo hizo desaparecer y al quinto, contra todo pronóstico, mi mente decidió razonar. Solo había una cosa clara: cuando estás soñando, el tiempo nunca pasa tan despacio.

Era sábado. Alguien llamó a mi puerta. Me levanté para abrir sin molestarme en mirar de quién se trataba, luego regresé a la cama y me escondí bajo las mantas, de espaldas al recién llegado. Poco después sentí un peso a mi lado y me llegó un aroma familiar: Lisange.

—Era pronto para contártelo—explicó cerca de mi oído.

—¿Qué fue lo que me pasó? —quise saber apartando un poco la manta y mirándola directamente a los ojos—. ¿Morí en ese accidente?

—No existe ninguno, Lena. Al menos de la forma en que tú lo concibes —corrigió con cautela—. Cuando hablamos de accidente nos referimos a pasar de vivo a... bueno, a esto. Eres tú quien debe descubrir lo que ocurrió.

—Lena —escuché la voz de Flavio desde la puerta—, ¿te importa que pasemos?

—Es vuestra casa —dije volviendo a cubrirme la cara.

Entre los pliegues de las mantas divisé a Flavio acercarse a los pies de mi cama y a Liam junto a la ventana. Me sentí incómoda. Los tres me observaban atentos, podía sentirlo. Parecía que esperaban que de repente me pusiera a gritar y a berrear, aunque la verdad es que no les culpaba, a juzgar por mi encierro voluntario durante casi una semana. Me mantuve ahí, escondida, resguardada de sus miradas.

—Lena, sabemos que esta situación es difícil, pero hay cosas que debes saber, que te ayudarán a comprender por qué sigues en este mundo.

—¿Por qué? —exclamé asomando la cabeza otra vez. Ese movimiento casi consume las pocas fuerzas que me que- daban—. ¿Acaso no es esto lo que hay después de la muerte?

—No exactamente —concluyó Flavio, hizo una pausa y continuó—. Este es un paso intermedio que no experimenta todo el mundo.

Fui a decir algo pero él alzó un poco la mano, interrumpiendo mi intento.

—Antes de preguntar nada más, deberías escuchar con atención, porque lo que vamos a contarte es de vital importancia.—Se acercó más y se sentó en la cama, respiró lento y profundo y volvió a hablar—. No todos son como tú, aquí también hay buenos y malos, con la excepción de que los malos son muy peligrosos.
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Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora