Secuela de mi historial de tratos suicidas

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Los días se hicieron eternos, cada uno que pasaba era más y más largo que el anterior. No dormía, ni siquiera salía a alimentarme. Mi «vida» se había convertido en un único día interminable en el que de vez en cuando el sol decidía ocultarse. Las ya conocidas manchas grisáceas habían vuelto a teñir mi piel poco a poco.

Había visto a Christian en un par de ocasiones, acechando a algún humano en compañía de Elora. Me destrozaba, me hundía, me superaba ver cómo lo tocaba, cómo jugueteaba con sus mechones negros, la manera en que se sujetaba a él cuando se paseaban en moto, las cosas que le susurraba al oído o, peor, cómo él la tocaba a ella, la proximidad que siempre había entre sus cuerpos... Lo había visto torcer esa increíble sonrisa solo para ella en varias ocasiones, aunque él intentaba ocultarlo cada vez que se daba cuenta de que yo los miraba.

El dolor era tan fuerte que había eclipsado por completo el recuerdo de mis sentimientos hacia él, aunque en mi cuerpo seguía sintiendo esa demoledora necesidad de tenerlo, de sentirlo cerca de mí. Mi único consuelo, por extraño que parezca, es que al menos sentía una cierta paz conmigo misma: culparme por estar con él, sabiendo el daño que hacía a los humanos y a otros cazadores, siempre había sido una constante en mi mente, pero ahora podía culparlo a él y, aunque suene egoísta, me hacía «vivir» más tranquila conmigo misma. Todo lo que había sentido se había transformado en enfado y vergüenza. Me sentía estúpida por haberme dejado humillar al exponerme tanto. Dudaba incluso que todo no hubiese sido una nueva forma de diversión para él.

Sin embargo, continuaba torturándome a mí misma, sin poder hacer nada para evitarlo, reviviendo de forma muy explícita esa última noche que había pasado con él. Puede que Hernan no estuviera mintiendo al decir que existían razones poderosas para que quisiera acabar conmigo. O tal vez yo misma estuviera en lo cierto al pensar que, en realidad, él no quería hacerme daño, pero tampoco podía arriesgarme a creer nada de eso.

Aquello era algo complicado, porque no sabía qué era peor: la idea de que hubiese jugado conmigo, que sintiera algo y que de pronto cambiara de opinión o que en realidad siguiera sintiéndolo y todo esto no fuera más que una forma de alejarme de él. No, no podía permitirme el lujo de crearme falsas esperanzas.

Continuar con las clases no fue nada fácil. Nadie entendía por qué razón de repente no quería acercarme a Jerome, o eso era lo que había escuchado por las esquinas. Le echaba de menos, añoraba a mi amigo mucho más de lo que esperaba, mucho más de lo que podía ser consciente incluso. No había sido hasta ese momento que me había dado cuenta de hasta qué punto había conseguido colarse en mi corazón y en cuánto me dolía no poder hacer que todo fuera como antes, ni siquiera con él. ¿Era capaz de perdonarle?

¿De creerle? Me había mentido, igual que Christian.

Él no era humano, cierto, nunca más tendría que esconder mi secreto frente a él, pero ya me había fiado antes de la especie equivocada, y no estaba dispuesta a volver a equivocarme. Era más fácil y menos doloroso dejarlo así.

Regresar al instituto trajo una novedad que desde luego no esperaba para nada; Lisange. Su reavivado afán protector la había llevado a olvidarse de la universidad y retroceder al último curso del instituto. Su llegada había supuesto toda una revolución entre alumnado y profesorado. Fue divertido recordar el efecto que su belleza tenía entre la gente normal e incluso ella pareció volver a ser la de antes. Ir ya no era una tortura y estaba segura de que Jerome jamás se acercaría a mí con ella a mi lado. Ella seguía cuidando a Reidar, así que desaparecía un par de horas por las tardes mientras yo la esperaba en la biblioteca, fingiendo que hacía algo útil.

Suena terriblemente aburrido pero solo ahí encontraba cierta estabilidad. Aunque no había demasiado polvo alrededor, los libros seguían desprendiendo ese particular aroma que me recordaba a la biblioteca de La Ciudad, y eso tenía un efecto balsámico en mí. Cerraba los ojos y me obligaba a pensar que todo iba bien, o todo lo bien que podía ir allí. Incluso podía sentir el inconfundible aroma de Lisange cerca de mí, devorando libros sin cesar.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin