Vacío.

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Supe que no volvería a ser la misma desde el preciso instante en que le miré a los ojos, a él, al asesino, al gran predador del que estaba enamorada, y todo lo que creía conocer cayó en pedazos. Ese pequeño segundo en el que mis entrañas despertaron, gritando a pleno pulmón y vi mi propia muerte en sus ojos.

Pero ahí estaba yo, después de haber pasado por cosas que solo te ocurren en las pesadillas, delante de la persona que más amaba del mundo e intentando no romper a llorar.

No importaba cuántas veces me hubiera advertido del error de quererle, ni siquiera el hecho de que yo misma le hubiera visto como un animal sediento de sangre... Nada cobró sentido hasta ese momento, hasta ese instante, tras haber

tenido el primer recuerdo de mi pasado, de mi vida humana: mi muerte.

El techo se derrumbaba sobre nuestras cabezas en aquel piso abandonado, fruto de la pelea entre Liam y Jerome que, segundos antes, había destrozado todo el interior.

Los fragmentos de cemento y yeso enmarcaban su figura al caer mientras él se mantenía ahí, quieto, con la misma expresión de temor y sorpresa con la que había

recibido las palabras de Jerome. La Orden aún nos seguía, acompañada de quién sabe cuántos grandes predadores. La herida todavía ardía en mi pecho, justo en el lugar donde Hernan había clavado el puñal... E incluso yo permanecía plantada en el mismo sitio, frente a él, mirándolo, incapaz de creer lo que había visto. Y, sin embargo, de pronto, todo era diferente.

Los segundos parecían horas, los minutos semanas... hasta que el mundo entero se detuvo. Mi mundo.

—Lena... —repitió Christian. Sus ojos, fríos como el hielo, parecían cubiertos por una sombra.

No entendía nada. Era él, Christian. El mismo Christian Dubois que me había salvado de guardianes y grandes predadores. El que se había revelado contra una naturaleza que no le permitía amar. Por mí...

—Apartaos de ella. —Esta vez fue Liam quien habló.

Durante ese lapso infinito de tiempo me había olvidado de él, herido por Jerome al otro extremo de la habitación. Su voz, aunque dura y firme, totalmente contraria al tono amable y cálido al que acostumbraba, sonaba amortiguada en mi cabeza, demasiado lejana... Yo solo podía mirarle a él. Lo demás no existía.

—¿Fuiste tú? —musité. Deseaba que la pregunta le molestara, que la duda le encolerizara para así tener la esperanza de que no fuera cierto, pero...

—La Orden está aquí —fue su única respuesta—. Ve con él.

—No. —Apreté la mandíbula con fuerza. Mi voz aún temblaba, pero sonó más firme—. Respóndeme.

De nuevo, no dijo nada. Ni una sola palabra, y ese silencio fue como si el puñal de Hernan volviera a clavarse en mi corazón.

A mi izquierda, un sonido metálico penetró a través de la ventana, acompañado por unas voces. Alguien peleaba ahí abajo.

—Son ellos. No queda mucho tiempo —anunció Liam. Escuché perfectamente cómo alguien subía las escaleras hacia nosotros—. Debemos marcharnos.

—¡No te acerques! —exclamé al sentir que daba un paso hacia mí. El dolor crecía tanto que iba a volverme loca—. ¿Lo sabíais? —Esta vez me dirigí hacia el cazador.

Sentía una presión enorme en el pecho—. ¿Vosotros lo sabíais?

El suelo vibró bajo nuestros pies.

—No es el lugar, ni el momento, Lena. Debemos marcharnos. Cuando lleguemos a L...

—¡Te he hecho una pregunta! —exigí.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora