En carne viva... Parte II

338 67 5
                                    

—Interesante recibimiento —siseó con pausada calma—. Pero me temo que no sentiré más que un leve cosquilleo con eso —le dijo al guardián. 

—Apuesto a que te sorprenderá. 

—Lena, bajad el arma —pidió Liam. 

Le miré sin comprender, pero luego entendí que en verdad creían que yo iba a hacer justo lo que acababa de proponerme Christian. No me molesté en negarlo, porque mis ojos seguían fijos en él. Solo la dejé caer. 

—Lamento que desaproveches tan gran ocasión para cobrarte lo que te debo —me susurró, de forma que solo pudiera escucharle yo. Sin embargo, yo tenía la vista clavada en Liam. 

—¿Qué estás haciendo aquí? —inquirió Lisange acercándose con paso firme. 

—No respondo ante cazadores. 

Entonces, Liam desenvainó una enorme espada y acercó la punta a su corazón. Christian ni siquiera se inmutó. 

—No estáis en disposición de negaros a colaborar. 

El gran predador desvió un instante la mirada hacia la larga hoja que brillaba bajo los incipientes rayos de sol y luego la regresó al cazador, con la comisura de su boca ligeramente alzada. 

—Me temo que te equivocas de siglo. 

—Tenemos una cuenta pendiente —le recordó él. —La última vez no duraste mucho. No me hagas perder el tiempo si no vas a divertirme. 

Liam soltó la espada y se lanzó contra su cuello. Fue la primera vez que vi a Liam perder el control. Olvidarse de los modales y dejarse llevar por el instinto animal. En cambio, Lisange se apresuró a sujetarle antes de que pudiera llegar a rozarle un pelo. 

—Podemos extendernos en esta absurda charla tanto como queráis —dijo Christian con tono serio—, pero todos sabemos cómo acabaría. O, mejor, ahorrarnos formalismos y amenazas varias e ir directamente a esa parte. Si no, también podéis escuchar lo que tengo que decir, de modo que Sir William De Cote siga manteniendo su perfecto rostro al atardecer. 

—¡Soltadme! —exigió Liam a Lisange. 

—Hazlo —le tentó Christian—. Estoy deseando ver cómo acabas con un gran predador. 

Liam se revolvió entre los brazos de Lisange. 

—Estamos perdiendo el tiempo —intervino Reidar—. ¿Soy el único que piensa que nos está entreteniendo mientras llegan el resto de grandes predadores? 

—El único gran predador que hay aquí soy yo —dijo Christian con tono impaciente. 

—Perderemos el rastro de Hernan —susurró Lisange a Liam. 

Algo dentro de mí me hizo saltar y actuar. Me agaché a por la daga y en una milésima de segundo la coloqué contra su corazón. 

—¿A qué has venido? —pregunté. El gran predador me miró con intensidad. 

—Eso tú ya lo sabes. No tengo intención de marcharme. Si el rastro de Hernan es lo que buscáis, entonces, puedo ayudaros. 

—¿Pretendes que te creamos? 

—Ya hemos colaborado en el pasado por un bien común. —Me miró—. No voy a discutir cuáles serían vuestras probabilidades de supervivencia pero he asumido un ínfimo riesgo en venir aquí porque tengo la certeza de que destruir a Hernan nos une lo suficiente como para poder optar a una colaboración. Hernan tiene un plan, y a ninguno de nosotros nos favorece. 

—¿Qué es lo que sabes? —preguntó Lisange. 

Christian le miró fijamente, sin decir palabra, sacó algo de su bolsillo y, para sorpresa de todos, encendió una televisión portable. Liam se apartó un poco, juraría que sorprendido. Christian no tuvo que cambiar de canal más que dos veces para encontrar lo que estaba buscando. En la pantalla, una señora vestida con traje de chaqueta hablaba en un idioma extraño desde la parte posterior de un escritorio. No hablaba nuestro idioma y sus rasgos físicos tampoco eran como los nuestros, pero en seguida dio paso a unas imágenes. La secuencia mostraba una serie de escenas de terror. Gente corriendo por las calles, rompiendo escaparates, escenas de destrucción, fuego, aviones cruzando el cielo de lado a lado como exhalaciones, gente llorando, gritando a la cámara y lo que parecían soldados por todas partes. A continuación, varios hombres y mujeres flanqueados por banderas de diferentes países hablaban al público hasta que llegó uno que entendí. 

—¿Qué tiene que ver eso con Hernan? —pregunté mientras todos seguíamos hipnotizados por las imágenes. 

—Ningún gran predador puede provocar una guerra mundial —exclamó Reidar. 

—Si lo piensas con detenimiento, en realidad sí podría —intervino Lisange con voz profunda. —Pero no tiene sentido. ¿Por qué haría algo así? 

Christian y Lisange intercambiaron una mirada. Fue breve, pero lo suficiente como para que pudiera percibirla. No se me pasó desapercibido el hecho de que Lisange la desviara luego hacia Liam. Él no lo notó. 

—Está distrayendo al Ente —anunció ella. 

—Exacto. De ese modo no pueden percibir el desequilibrio que está creando al transformar a tantos grandes predadores. 

—¿Y cuál es el plan? 

—Detenerle. Hay algo aquí que él quiere y se me ocurren varias opciones. 

—Reidar está intentando hacer infiltraciones con la Orden —anunció Lisange—. Ellos deben saber algo al respecto. Sugiero que aguardemos su regreso y luego decidamos cómo actuar. 

—¿Y qué hay de Jerome? —pregunté—. Está en peligro. 

—Reidar —intervino entonces Liam, recuperando su habitual serenidad—. Continuaremos con el plan fijado. Si no os es molestia, intentad averiguar el paradero de Jerome. 

—No hay problema. 

—Conseguiré un coche —sentenció Christian. 

—No vas a quedarte, Christian —le dije. 

—Yo creo que sí. 

—Lo hemos hecho bien hasta ahora. No necesitamos ningún gran predador. 

—Nadie va a echarme de aquí por la sencilla razón de que estamos en la misma lucha. Me necesitáis. 

—Liam... —susurró Lisange—. Tiene razón. 

Liam la miró, y luego a él. Christian esperó, pero al ver que no decía nada más, se alejó entre la oscuridad del bosque en dirección a la zona que ocupaban los De Cote. 

Esperaba que Liam le dijera algo, que le obligara a marcharse, pero se mantuvo callado, casi meditando la posibilidad, y luego salió en otra dirección. 

Yo salí tras él.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now