Eternidades cruzadas II

213 42 3
                                    


El tiempo era tan extraño ahí fuera como parecía desde la ventana. La luz, el aire, incluso el olor del viento transmitían una sensación diferente.Lisange seguía ahí, con los codos apoyados contra sus rodillas, mirando al infinito de manera taciturna mientras la brisa alborotaba su cabello. Bajo la luz de los rayos del atardecer, su melena rojiza parecía arder en llamas.Decidí ignorar las indicaciones de Christian y me acerqué a su lado para contemplar el paisaje, sin dejar de pensar en lo raro que era, lo desconocido que se me antojaba... Estaba sola, parecía tranquila y yo necesitaba pedirle perdón. 

—¿Estás bien? 

Ella se giró hacia mí y se apartó un poco. Me fijé en que no llevaba cadenas. 

—Quédate donde estás —me advirtió, abrazándose a sí misma. 

—De acuerdo —intenté tranquilizarla—. No me moveré de aquí. Solo... solo quería darte las gracias por salvarme de Hernan. Siento no haber evitado que... 

Ella no respondió. Me giré para marcharme pero su voz me detuvo en el sitio. 

—El mundo es nuestro —dijo—. He pasado siglos vagando por él y nunca había estado en este lugar. —Su voz era triste, muy triste—. No creo que vaya a volver a verlo de nuevo, y eso es extraño. Jamás he tenido la sensación de que no volvería a hacer algo hasta ahora... Es una emoción muy... humana.

 Apartó la vista de mí y la mantuvo fija de nuevo en el horizonte, abrazándose a sí misma como si de pronto tuviera frío. 

—Me hace sentir más viva que nunca y por primera vez no quiero dejar de contemplarlo. 

—¿Por qué ibas tú a sentirte así? Si lo hiciste una vez, podrás hacerlo de nuevo ahora. 

—Sentir este dolor es como si nunca hubiera cesado y como si mis años de cazador solo hubieran sido un sueño —suspiró. 

 —Christian te ayudará —le aseguré. 

—Christian me odia, y no le culpo. Me odia por lo que le hice, y yo a él por lo que te hizo a ti. —Se volvió hacia mí—. Todos odiamos a la desgraciada alma que nos trajo aeste mundo, pero al menos tú encontraste algo que mereciera la pena en él. 

—Él cree que vas a conseguirlo. 

—¿Merece la pena intentarlo? El mundo está cambiando, Lena, en muchos aspectos. Todos nosotros deberíamos cambiar. —Guardó silencio durante un instante.Miré hacia otro lado.—Dios, había olvidado lo que duelen los latidos. —Intentó sonreír, pero su gesto se quedó en una mueca de dolor—. Es un dolor que no ofrece tregua... 

—¿Cómo puedo ayudarte? 

—No puedes. —Cogió aire despacio—. ¿Sabes? Muchos se lo han arrancado de cuajo por no soportarlo, y él lo aguanta por estar a tu lado, aun sabiendo que un mayor número de latidos multiplica el dolor. Yo no lo haría por nadie, ni siquiera por Reidar. 

—Él adora lo que es —alegué a modo de respuesta. 

—Ser un gran predador es una droga, Lena, cuanto más tiempo lo eres más enganchado estás. Transforma todo lo que tú creías que eras para convertirte en algo cruel y egoísta. Es tarde para él, muy tarde. 

—No sé si eso importa ya. Solo me preocupa que te pongas bien y que no cambies. 

 Alzó sus ojos hacia mí. 

 —Vete —dijo sin hacer ningún comentario a mis palabras—. Viene hacia aquí y no le gustará verte conmigo. 

 —Tengo una guardia —me defendí. 

—No, aquí. Hazme caso. 


La chica buena y correcta que habitaba bajo mi piel debería haberse dirigido al punto de vigilancia, pero no lo hice. Ahora sabía demasiadas cosas, como el pasado en común que habían tenido ambos, y aunque Christian y yo no estuviéramos técnicamente juntos en ese momento, pensar en ellos dos de ese modo me encendía como una antorcha. Así que la Lena repentinamente recelosa que amenazaba con apoderarse de mi juicio, se escondió tras unas enormes piedras y matorrales y no hizo ningún ruido, atenta a cada palabra y cada gesto. 

Tal y como había predicho ella, Christian apareció un par de segundos más tarde. 

—Eso ha sido arriesgado —escuché decir a Christian. —Os he visto. 

La oí suspirar. 

—Deseo atacarme a mí misma mucho más de lo que deseo divertirme con ella en este momento, puedes creerme. Aunque, había olvidado lo fuerte que es esa tentación. 

—No puedes bajar la guardia. 

Se detuvo junto a ella. 

—Tú me has desatado. 

—Eso solo ha sido para ver en qué punto se encuentra tu autocontrol. 

—¿Y me has dejado sola para comprobarlo? 

—Sí, eso he hecho. 

—Ha funcionado, entonces —anunció ella con voz estática—. Pero no vuelvas a hacerlo. Te necesito. 

—Lo sé —contestó él con voz fría, mientras se agachaba y desataba también sus pies—. Estoy aquí. 

—¿Por mí o porque me temes? 

—¿Acaso vas a utilizar tu poder sobre mí? 

—¿Es lo que crees? 

Él alzó sus ojos hacia ella desde su posición en el suelo. Por un momento, creí que no iba a responder. 

—Si pudieras, sí. Es tu derecho. Te pertenezco y te conozco mejor que nadie. 

—¿Crees que porque ahora soy un gran predador voy a volver a ser quién era? 

—Debes hacerlo. Por eso me necesitas aquí. Para recordarte todo lo que me enseñaste. 

—De pronto no me odias. 

Se hizo un silencio tan intenso y prolongado que tuve que sacar la cabeza entre las ramitas. Entonces, vi que Christian tomaba su mano entre las suyas y se la llevaba a los labios, besándola.Sentí que alguien me agarraba el corazón con fuerza y lo tiraba lejos. 

—Liam debe de aborrecerme ahora. 

—¿Qué importa? Siempre dijiste que era un viejo aburrido. 

 De repente, ella sonrió de forma triste. 

 —Tengo miedo —susurró. 

—Necesitas alimentarte de nuevo. 

—Alimentarme no creo que vaya a cambiar lo que siento o mi destino. Ni siquiera sé qué voy a hacer con Reidar. 

—Depende de qué naturaleza desees adoptar. 

 —Es tarde para eso. Ya no hay elección posible. De la noche a la mañana solo te tengo a ti. Eso es... extraño. 

—No lo hacíamos tan mal en el pasado. 

—Supongo que ambos debemos aprender a tolerarnos de nuevo. A dejar el odio a un lado. 

—Hace tiempo que dejé de odiarte, lo sabes —le dijo Christian.Ella ladeó su rostro hacia él, con una sonrisa sincera y triste. 

—Lo sé, siempre supe que era solo incomprensión. Si me odiaras, no lo habrías intentando. 

—Supongo que me conoces. 

—Fueron años intensos... 

Se mantuvieron la mirada durante varios instantes. Christian, de pronto, carraspeó y se puso en pie.Ella alzó sus ojos hacia él. 

—¿Vas a dejar que me vaya? 

—Sí. Vete el tiempo que necesites. 

—No más que esta noche. Es mejor así. 

 —Te he traído ropa nueva. Dejaré que te cambies... Ten cuidado —le dijo. 

En ese momento, supe que mi presencia ahí había llegado a su fin

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now