A la deriva. Parte II.

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Acurruqué al gato en mi regazo y miré el firmamento. Ya había anochecido y el cielo estaba increíblemente oscuro y despejado, con millones de puntos de luz formando sobre mi cabeza.Sentí los lametones de Flavio en mi cuello y bajé los ojos para mirarle. Sus pupilas rasgadas se fijaron en las mías y me sobrecogieron. Era increíble, ¿verdad? Aún resultaba extraño pensar que aquel animal fuera el educado y galán Flavio, pero aún conservaba su mirada, de manera totalmente irreal. Sabía que le estaba mirando directamente a él y no a un animal.—Creo que eres el único motivo que tengo para salir de esta —le dije—. Voy a creer que tú no sabías nada. Y si no es así, no me lo digas.El gato maulló. Como si pudiera decir lo contrario... ¿no?Tomé aire de forma pesada y dejé que el viento me diera en la cara inundando mi cerebro con el olor punzante del salitre. Las cosas no pintaban bien para mí pero no podía dejar de pensar en Christian. ¿Qué sentido tenía? ¿Qué sentido tenía el hecho de que él se hubiese puesto en peligro por mí tantas veces si él había acabado conmigo? ¿Era posible? Sabía cómo era Christian, lo había visto y sabía cómo era cuando yo no estaba con él. De modo que tenía sentido que él hubiera acabado conmigo, sí. Sin embargo, ¿lo tenía el hecho de que hubiera vuelto a por mí? ¿Tan cruel era como para querer regodearse? Era morboso pensar que pudiera sentir algo por mí después de lo que había hecho. Intenté recordar al Christian que conocí en la biblioteca: peligroso, frío y muy distante. Fui yo quien se acercó a él y le pidió que me matara. Qué irónico... Pero poco después me había protegido de un guardián, sin ni siquiera haber cruzado apenas palabras conmigo. Todo era tan extraño...¿Y si mi recuerdo no había revelado eso? Tal vez él me conociera cuando yo vivía pero eso no tenía que significar que lo hiciese él, ¿no? Si una cosa tenía clara es que nada era nuncacomo parecía a simple vista en ese mundo, y en concreto respecto a él. ¿Y si el recuerdo no había sido más que el fruto de una alucinación creada por un guardián? Silvana podía hacer eso. Ya me lo había hecho antes... Tal vez ella estuviera en ese piso, oculta y...Los párpados comenzaron a cerrarse sobre mis ojos.Flavio dio un par de vueltas sobre sí mismo, con la cola en alto, tiesa, excepto por la punta curvada, y, por fin, se sentó, erguido como una esfinge sobre sus patas traseras, con lasorejas alerta y sus ojos humanos abiertos y ágiles, como si quisiera velar mi sueño. Alcé una mano y le acaricié. Él ronroneó.—¡ALEJAOS DE MÍ! —gritó de pronto una voz.Abrí los ojos de golpe y me incorporé deprisa.—Le acaban de encontrar escondido en un barril —escuché decir a Elora con voz tenue y tranquila.Las voces provenían del otro lado del barco. Fui hasta allí, oculta entre todo el "equipaje" de cubierta. Cerca de una de las puertas que daban acceso al interior, vi un pequeño corro de unas cinco personas que se cerraba en torno a un extraño bulto en el suelo.Lester se apresuró a quitar de encima la tela que lo cubría, revelando un rostro desafiante.Mi corazón se quedó helado.—Conozco a este guardián, ¿es de los vuestros? —le preguntaba Hernan a Silvana en ese momento. —Ya no —respondió ella.—Traidora —acusó el guardián entre dientes.—Acabad con él —indicó Hernan.—¡No! —exclamé.Todos se volvieron hacia mí.—¿Qué haces tú aquí? —inquirió Elora, avanzando un paso hacia mí.—¡Soltadle! —exigí, tentada por retroceder.Pero nadie se detuvo. Pusieron a Jerome en pie y sacaron una daga.—¡No! —grité desesperada.Hernan levantó una mano. Ellos se detuvieron.—¿Por qué iba a hacer tal cosa? —me preguntó.—Sea lo que sea que necesitas de mí —dije—, te juro que no lo conseguirás si le haces daño. —Temblaba de arriba abajo. ¿Por qué había dicho eso?Todos miraron a Hernan y se extendió un largo silencio.—Soltadle —dijo despacio Hernan. Mi cuerpo se relajó un poco—. Y a continuación deshazte de esta ingrata. Nos ocuparemos de la plaga más tarde.Elora sonrió.—¡No! —exclamé dando un paso hacia atrás. Sin saber cómo, de pronto estaban enrollando una cuerda en torno a mi cuerpo—. ¡Quieres algo de mí, aunque aún no me lo hayas dicho! ¡Lo sé!Él se detuvo, dio media vuelta y se acercó despacio hacia mí. Yo retrocedí un paso, vacilante.—¿Por qué iba a querer algo de ti, Lena? —preguntó despacio—. ¿Qué tienes tú que yo no tenga?—Conciencia.Sonrió de forma amarga y señaló con los ojos la cuerda que me rodeaba.—Un poco más o menos de cuerda es lo único que necesitaría para que ese agua ejerciera tal presión sobre ti que no pudieras reconocerte. Tu conciencia no me interesa lo más mínimo, porque lo que tú llamas conciencia no es más que un gran alarde de estupidez. El único interés que tengo en ti reside en mi hermano. En que tu presencia aquí le mortifique tanto que pierda la cordura. Puedes colaborar o no, pero soy un hombre de recursos. Eres la solución más cómoda, pero no la única, no lo olvides. Puedo prescindir de ti de la misma manera que del aire que nos rodea y tengo la libertad de poder hacer contigo todo lo que pase por mi experimentada mente. De modo que te sugiero que intentes pasar desapercibida en mi presencia porque lo único que me separa de arrancarte ese absurdo corazón son los escasos y ridículos argumentos de mi voluntad y la absoluta certeza de que deseo recrearme.Parpadeé varias veces. Él me lanzó una última mirada y se alejó. Todos los demás le siguieron.Me deshice de las cuerdas y me concedí unos segundos para respirar. Luego me giré hacia a Jerome. Estaba en el suelo, con las extremidades en un ángulo extraño. Sabía que no se había hecho daño aunque en realidad ignoraba si los guardianes sentían dolor. Él se volvió, no sin esfuerzo, para mirarme directamente a los ojos. Ese gesto me pareció desafiante. Tomé aire con fuerza y apreté los puños para infundirme valor a mí misma.

Luego, me acerqué a él.

—¿Estás bien? —pregunté sin apenas aire.
—No estoy seguro. Creo que sí.
—Bien, ahora cuéntamelo todo.

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Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now