Érase una vez un ángel llamado Jerome. Parte 1.

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Llegué pronto. No quería provocar otro encuentro con Valentine. Me había ido de la casa incluso antes de que Gaelle tuviera oportunidad de meter uno de sus «maravillosos» desayunos en mi mochila, así que supuse que era pronto, pero en cuanto puse un pie en el aula, descubrí que ya había gente allí. Tres cabezas se volvieron hacia mí, analizándome de arriba abajo sin ni siquiera molestarse en disimular. Avancé sin saber muy bien dónde mirar, mientras ellos observaban todos y cada uno de mis movimientos, hasta que, finalmente decidí dar marcha atrás y salir de allí lo antes posible. No tenía fuerzas para entrar. Retrocedí hasta mitad del pasillo y me alejé. Había mucha, muchísima gente andando de un lado para otro, con sus mochilas, carpetas y chillonas conversaciones. La mezcla de perfumes, lociones para el afeitado y demás productos higiénicos me marearon más de lo que nunca habría podido imaginar.

Parpadeé con fuerza, contuve la respiración y seguí a la oleada de gente. No conocía ese lugar pero tampoco importaba, lo único que yo necesitaba era un poco de paz. Un lugar donde nadie pudiera mirarme, ni juzgarme.

Doblé una esquina y encontré una puerta doble. Apoyé la oreja contra ella y escuché durante un par de segundos, pero no se oía nada que pudiera significar que ahí dentro había gente, así que no lo pensé más y entré.

Cerré la puerta tras de mí y me deje caer al suelo, contra ella, hundiendo la cabeza entre mis brazos. Nunca, nunca, nunca conseguiría adaptarme a todo ese jaleo. ¿Por qué Gaelle no podía darse cuenta de eso?

—¿Un día duro?

Aparté las manos que cubrían mis ojos para regresar de nuevo a la realidad. Un par de enormes ojos verdes, me miraban con atención. Era un chico, debía de tener mi edad, pero era mucho más alto que yo, o tal vez solo fuera que lo veía enorme desde mi posición en el suelo. Su piel era perfecta, su nariz aguileña y su cabello castaño muy claro, al menos por el color de sus cejas porque lo que era el pelo. lo llevaba completamente cubierto por un gorro de lana negra. Por algún motivo, me resultaba familiar.

—¿Quieres algo? —le pregunté con la voz más seca de lo que pretendía.

—Si no me equivoco —se encogió de hombros—, eres tú la que acaba de entrar aquí.

Busqué a mi alrededor y descubrí que eso no era un aula. Había ido a parar al salón de actos del instituto, apagado a esas alturas, y el chico que me hablaba iba vestido de... ¿ángel? Debía de estar preparando algún tipo de obra teatral en el momento en que yo había irrumpido en aquel lugar.

Me quedé mirándolo unos segundos, analizando la extraña mezcla de túnica blanca, alas, y gorro de punto negro. Sin contar el pequeño arete plateado que penetraba a un lado de su generoso labio inferior.

—Lo siento —musité poniéndome en pie de inmediato—, no quería molestar.

—No lo has hecho. Ahora mismo estaba solo. —Sonrió y me tendió una mano—. Soy Jerome. —Observé su mano con recelo, sin aceptarla.

—Lena —contesté, colgándome la mochila al hombro, repentinamente impaciente por salir de ahí.

—Sí, lo sé.

—¿Lo sabes?

—Me siento a tu lado, en clase. —Eso explicaba por qué me resultaba familiar—. ¿Puedo ayudarte en algo?

—No. Tengo que irme —respondí. Levanté la mirada hacia él. Parecía... ofendido por algo—. No es personal. Yo no debería estar aquí y tú no deberías hablar conmigo.

—Menuda presentación. —Rio—. Estoy seguro de que no te costará hacer amigos.

—Muy amable.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now