Gran Predador. Parte 1

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No pude hacer otra cosa que tirarme al suelo para esquivar las gélidas zarpas de esas bestias, rodar hasta recuperar mi daga y correr. Correr desesperadamente... 

—¡Christian! —grité—. ¡Lisange! 

Seguí los pasos de Lisange a través de la arena. Las olas golpeaban mis pies, mientras huía. No era el camino por el que había llegado pero debía de haber alguna manera de regresara la arboleda donde había ocultado el coche desde allí. 

—¡CHRISTIAN! —grité. 

Llegué hasta unas rocas que conducían al pequeño bosque. Eché un fugaz vistazo hacia atrás. Me pisaban los talones. Zigzagueé como si huyera de un nido de serpientes para evitar que aparecieran frente a mí y avancé a través delos árboles. No había rastro de ninguno de los dos. Me giré y lancé mi única arma contra el guardián que llevaba pegado a la espalda. Fallé... pero sirvió para desorientarle. No tenía ni idea de qué estaba ocurriendo. Mis piernas me impulsaban con toda la fuerza de mi cuerpo. Reconocía el camino. A lo lejos, divisé la silueta del vehículo. Me lancé sobre el picaporte de la puerta como un animal hambriento a su presa, con tanta fuerza que casi la arranco. Cogí las llaves de la visera superior a toda velocidad, pero mis manos temblaban tanto que tardé en meter la llaveen el contacto. No sabía conducir, no tenía ni puñetera idea, no me acordaba en absoluto del par de explicaciones tontas que Jerome me había dado en el Pueblo. 

Arranqué y pisé con fuerza el acelerador. Los faros del coche se encendieron y, al instante, alumbraron las formas blanquecinas de medio centenar de guardianes. Supe que en algún momento había empezado a respirar entrecortadamente porque, en ese instante, mi respiración se detuvo en seco. Durante un segundo, me quedé helada. Inmovilizada por el pánico. 

Mi pie pisaba el acelerador y el freno a la vez. Entonces, algo cayó sobre la capota y me obligó a reaccionar. Solté el freno y el coche salió disparado hacia atrás, con las ruedas chirriando y envuelto en olor a goma quemada. 

—Maldita sea, maldita sea... —repetía una y otra vez. 

Todo mi cuerpo estaba rígido, pegado al volante en un estado demencial de pavor. Miraba al capó y al frente cada dos segundos, temiendo que una mano mortecina apareciera por la luna delantera o por la ventanilla. 

De pronto, algo se cruzó en la carretera. No tengo ni idea de qué fue pero grité y perdí el control del vehículo. No pude frenar, así que giré el volante y el coche salió y se metió en una zanja, deteniéndose con un fuerte golpe. Mi cuerpo se golpeó contra la vieja estructura y por un breve instante me desorienté. En algún momento de aquella locura, el limpiaparabrisas se había accionado y, en ese momento, el vaivén y el sonido de las aspas era lo único que invadía el ambiente. 

—¡Deprisa! —exclamó alguien arrancando la puerta del copiloto. 

Ni siquiera me dio tiempo de gritar del susto. Alguien me cogió del brazo y tiró de mí hasta que estuve fuera. 

Estaba desorientada pero, entonces, reconocí el rostro perfecto de Liam.

—¡Vamos! —me dijo. 

Señaló unos arbustos y me llevó hasta allí. Miré a mi alrededor. Debíamos de estar en algún punto entre el campamento de Hernan y la casa destruida de los De Cote. 

—Todo el mundo en silencio —susurró Liam. Hizo una señal a Gareth y Reidar y ambos se agazaparon tras un matorral a varios metros de distancia. 

—Hay que regresar a por Lisange —le susurré con urgencia—. Ella aún está ahí fuera. 

—Shhhhhhh. —Hizo un movimiento veloz y cubrió mi boca con su mano. 

Me sostuvo con firmeza y entonces lo sentí. Sentí gente al otro lado, y no uno, sino varios grandes predadores. 

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now