La Magia No Existe. Parte 2.

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—Acaban de entrar... —dijo bajando aún más el tono de voz— grandes predadores.

—¿Qué? —contesté entre confundida y sorprendida.

—Si Lavisier les ha invitado, desde luego ha sido una broma de muy mal gusto. No me apetece convertirme en el centro de atención de sus monstruosos divertimentos.

Estiré más el cuello para intentar ver algo, pero no sirvió de nada. El hombre volvió a agacharse hacia mí.

—Señorita, más le vale alejarse de su vista.

—Lo tendré en cuenta, gracias.

—Mi nombre es Cánovas, por si precisáis de mi ayuda.

—Lena De Cote.

—¿De Cote? —Abrió un poco más los ojos—. Un placer entonces, milady.

Besó mi mano con una leve reverencia y se alejó, no sin antes echar un último vistazo hacia la entrada.

Tuve que resignarme a no poder ver nada. Me mezclé entre la gente, observando cada rostro, cada mirada...

Solo había una persona a la que quería encontrar allí, pero ni siquiera sabía si él había sido uno de los recién llegados. Aunque, a decir verdad, las probabilidades eran bastante esperanzadoras.

Me puse de puntillas e intenté, en vano, volver a buscar entre la gente. Justo al otro lado de la sala divisé a Flavio, que se dirigía al encuentro de Liam y Lisange no muy lejos de donde estaba. Di una vuelta alrededor de aquel espectáculo y me dirigí hacia los De Cote, pero entonces sentí su aroma, dulce y suave. Mi respiración y mis nervios se desbocaron. Daba igual cuántos olores distintos hubiera allí mezclados, el suyo era el único que podría reconocer en cualquier parte. Los De Cote pasaron a un segundo plano.

Busqué en todas direcciones, pero no lo vi. En cambio, las miradas que me dirigía la gente comenzaron a intimidarme tanto que abandoné el centro de la sala y me dirigí a la zona menos concurrida, la más alejada. Allí me apoyé contra una enorme columna e intenté pasar desapercibida, con los ojos cerrados para poder centrarme solo en ese maravilloso aroma. Suspiré...

—Una dama tan hermosa no debería esconderse en un baile —me susurró alguien al oído.

Abrí los ojos de golpe, sobresaltada. Él estaba a mi lado, apoyado en la misma columna que yo.

—Así que tú eres uno de los grandes predadores que han provocado toda esta expectación...

—No tanta como la que habéis provocado vos, señorita De Cote.

Solo por ver la expresión de su rostro mereció la pena todo el tiempo que había invertido Lisange en mi aspecto.

Me miraba con una sonrisa tenue y los ojos cargados de algo especial, un sentimiento que no le había visto nunca antes, como la expresión de un padre al descubrir que su niña se ha hecho mayor.

Parecía... ¿feliz? Me tomó de un dedo y me hizo girar sobre mí misma, luego me besó en la mano tal y como lo había hecho Liam el día que lo conocí. Christian comportándose como en siglos pasados era mucho más impresionante que Liam. Se me dibujó una sonrisa tonta en los labios; estaba, simplemente, perfecto. Vestía con una levita corta por delante pero hasta las rodillas por detrás, toda ella de color rojo oscuro, que dejaba entrever un chaleco decorativo sobre unos pantalones blancos ajustados que llegaban hasta las rodillas. Completaba el conjunto con zapatos negros y medias blancas (iguales que sus guantes). Los encajes del pañuelo que llevaba en el cuello a modo de corbata le otorgaban un aire más solemne. Su cabello y sus ojos negros resaltaban más que nunca.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now