Espejito, espejito, ¿quién es la más bella? Parte II.

359 67 10
                                    




No había llegado a mi camarote cuando Elora abrió su puerta de forma repentina y salió a mi paso con una sonrisa clavada a la de Hernan. Me recorrió con descaro con la mirada con gesto de satisfacción y rio.

—A eso me refería —fue su generoso saludo... —Pasa. Se hace tarde.

Entré porque iba demasiado ensimismada en todas las sensaciones que recorrían cada milímetro de mi cuerpo y de mi mente como para pararme a pensar si tenía sentido o no lo que ella decía. Pero, desde luego, había olvidado para qué se hacía tarde. Sin embargo, en cuanto alcé la mirada, vi una infinidad de telas de colores esparcidas a lo largo y ancho de ese vasto camarote y mi mente regresó de un batacazo a la fiesta de los Lavisier. Había alguien de fondo, intentando crear un poco de orden en aquel caos de delicados tejidos y destellos de colores, pero ese alguien ni se giró hacia mí ni yo le di más importancia.

—¿De quién fue la idea de ese ridículo e infantil vestido de muselina de la última fiesta? —preguntó Elora con desdén—. No respondas, me lo imagino.

—No era ridículo.

Estaba enfadada con Lisange, sí, pero ese vestido me había hecho sentir especial por primera vez. Con él había tenido uno de los momentos más bonitos con Christian.

—Todos se empeñan en hacerte parecer una niña frágil e indefensa. Yo tenía solo un par de años más que tú cuando morí y no era precisamente una niña, de modo que eso se acabó.

—No quiero parecerme a ti.

Se detuvo y rio un poco. Le hizo una señal al chico del fondo, que se acercó con varias prendas.

—¿Y qué quieres, entonces? ¿Seguir pareciendo una niña estúpida? —Las observó por encima y eligió una brillante—. ¿Quieres ser como Valentine? Está claro que ella consigue todo lo que desea pero ¿quién crees que se divierte más?

—Tampoco soy como ella.

Se cruzó de brazos, impaciente.

—Es cierto. Solo eres tú. —Lo dijo de tal manera que me hizo sentir un auténtico cero a la izquierda lo que, sin ninguna duda, había sido su intención—. Cualquier opción de parecer un gran predador está fuera de tu alcance.

—¿Hernan y tú estáis... juntos? —pregunté sin venir a cuento.

Ella me dio la espalda y el chico me instó a entrar detrás de un biombo y cambiarme de ropa.

—¿Qué te hace pensar que puedes hacer esa pregunta?

—Porque os he visto.

No vi su reacción, porque estaba al otro lado del biombo, pero tardó en responder.

—¿Y qué fue lo que viste?

—No lo sé. Solo os vi a los dos.

—Te gusta demasiado espiar a quien no debes — apuntó—. Sal.

Di un paso fuera y sus ojos se clavaron en mí, con su mirada directa, profunda y amenazadora.

—No te tengo miedo —le dije.

Sorprendentemente, en ese momento era cierto. No la temía.

—No decías lo mismo mientras gritabas como un animal en el matadero hace unos días. —Clavó un dedo en mi hombro y se acercó a mi cuello—. Hueles a él, sé perfectamente lo que has hecho y créeme, pequeña e insignificante escoria, ese efecto que ahora sientes no te durará eternamente. Tal vez en ese momento decida probar si me tienes miedo o no.

—No puedes hacerme más de lo que ya me has hecho.

—Yo no soy el mayor de tus problemas.

—Tampoco temo a Hernan.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now