Interrogatorio. Parte I.

412 70 5
                                    

Jerome no respondió de inmediato. Se limitó a mirarmecon unos enormes y brillantes ojos ahora azules, propios desu especie, y no los verdes a los que me había acostumbrado.Su expresión era extraña, como si realmente no se esperaraverme allí. Su piel blanquecina resplandecía bajo la Lunamientras su reciente pelo platino y su corazón se agitaban aun ritmo acelerado. 

—Desátame —fueron sus primeras palabras hacia mí.Alcé las cejas, escéptica 

—¿Por qué no me lo dijiste? —increpé, impaciente eignorando por completo su petición. 

Él mantuvo la misma mirada pero había algo extrañoen su expresión. De pronto no era arrogante, sino preocupada o incluso arrepentida. Un par de segundos más tarde,miró hacia otro lado. 

—Huí y lo siento, ¿vale? —empezó a decir—. Volvípero ya no estaba... 

Me crucé de brazos. 

—Intentaste matarme, ¿crees que me preocupa quehuyeras? —le interrumpí con tono duro. 

—Quería impedir que acabaras como él. —Volvióla mirada hacia mí para defenderse—. No me dejastealternativa. 

—¿Por qué iba a acabar como él? ¿Crees que yo voypor ahí torturando cazadores y matando humanos? ¿Soloporque no hice lo que esperabas? 

Él negó enérgicamente con la cabeza, tozudo. 

—No lo entiendes. 

—Pues explícamelo. Jerome, confiaba en ti. 

—Porque le amas y terminará corrompiéndote. 

—¿Qué? Menuda estupidez. Tú eres el que ha intentado que haga algo así. Christian nunca haría... 

—¿Eso crees? 

Miré hacia otro lado. Parecía absurdo intentar convencerle... y tampoco quería defender a Christian. 

—¿Desde cuándo lo sabías? 

 —Desde siempre —reconoció con voz dura—. Te didecenas de señales, Lena, pero tú no querías verlo. Lo quehice la otra noche seguramente me costará la cabeza. Peroestaba cansado. No podía seguir viendo cómo le profesabasamor eterno a quien te trajo a este mundo. Y menos aún quetuviera el descaro de acercarse a ti, pero cuando os vi en eseaparcamiento... —De pronto, frunció el ceño y cambió laforma de mirarme—. ¿Qué te han hecho? 

Chasqué la lengua y me agaché a su lado, analizandolas cadenas que le apresaban, sin mirarle.

 —¿Qué aparcamiento? —Ignoré por completo supregunta.Sentí que observaba la labor de mis manos por sualiento en mi oído. 

—El de la biblioteca en la que pasabas las horas. 

Alcé la vista hacia él, sorprendida. Aún recordaba elmiedo y la manera en que Christian me había sacado deallí, casi sin pestañear. Ese recuerdo provocó un nudo en miestómago. 

—Las cadenas no se rompen —le dije—. No puedodesatarte. 

—Supongo que ese es su plan para mí —se resignó. 

Me puse en pie y le miré. 

—¿Cómo sabías que lo recordaría? 

Su expresión cambió por completo. 

—¿Lo has recordado? —Su pregunta me sorprendió—.Yo no tenía ni idea de que ocurriría eso. Intentaba forzarle aél a reconocerlo delante de ti. ¿Qué viste? 

—A Lisange. 

Él bufó de indignación. 

—Yo no estuve en el momento en que ocurrió, pero nome sorprende. Les he visto muchas veces juntos. 

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)On viuen les histories. Descobreix ara