Con Piel de Cordero. Parte I.

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Por fin estaba olvidando a Christian. Por fin empezaba a acostumbrarme a no tenerle cerca y, de pronto, tenía en mis manos el objeto de tentación más grande que había poseído en toda mi vida. 

Aún le quería, sí, pero eso no significaba que quisiera volver a verle. El sentimiento de traición era muy superior al amor desde que había descubierto la verdad y no tenía ni idea de cómo reaccionaría yo misma si le volvía a ver. No. Christian formaba parte de mi pasado ahora. Y así debía ser. Al menos por el momento. Por primera vez, sentía que era yo quien tomaba mis propias decisiones. Talvez porque solo me tenía a mí misma, pero, por extraño que parezca, veía esa llave y no me sentía indefensa, ni frágil. Me sentía yo y ese pequeño objeto amenazaba con romper la estabilidad que tanto me estaba costado conseguir. 

Había salido al exterior mientras pensaba en todo eso y de pronto me encontré apoyada contra la barandilla, frente al mar. Decidida. Esa llave no traería nada bueno. No podía volver a verle, no podía volver a poner todo patas arriba. Cerré los ojos con fuerza y extendí el brazo por encima de la barandilla con el puño cerrado en torno a la llave. 

Demasiados problemas, demasiadas mentiras. Ya no era esa Lena, la Lena que perdonaba todo; sus torturas a gente inocente, su sadismo, sus mentiras... Abrí la mano y solté el objeto sobre las oscuras aguas. Poco a poco, vi el pequeño destello dorado desaparecer entre las profundidades. Por muy sola que me sintiera, era preferible que el eterno sentimiento de culpabilidad.—¿Qué estás haciendo?—preguntó Jerome desde atrás. Escondí el brazo veloz, por miedo a que me descubriera. Sabía que no podía cogerla ya, pero no quería arriesgarme. Esa llave en sus manos era peligrosa. No deseaba verle pero tampoco que nadie le hiciera daño. Avancé dos pasos y le abracé con fuerza. Le habían atado a ese otro lado pero Hernan tenía razón, le habían dejado alimentarse. Su aspecto volvía a ser el de siempre y daba mil gracias por ello. 

—Me alegra que estés bien —dije contra su hombro. Me apartó un poco y me miró de arriba a abajo. 

—No soy el único que se ha alimentado. Estás guapísima. ¿A dónde vas? 

—A la fiesta de los Lavisier.

Su rostro se ensombreció. 

—No hablas en serio, ¿verdad? No son de fiar. Ninguno de ellos. 

Retrocedí un poco. 

—Lo sé pero tengo que hacerlo. Tengo que ver a los de Cote. Necesito respuestas. 

—Ni siquiera sabes si estarán allí —protestó—. Y aunque de verdad estuvieran, si alguno de ellos hubiera querido que supieras algo, te lo habría dicho. 

—Es diferente, ahora sé la verdad. No pueden evitarme. —Él se giró, enfadado y miró al mar durante un rato que me pareció eterno—. Jerome. No tienes que entenderlo. Ni siquiera aprobarlo —dije. 

—Huirás con ellos. ¿Verdad? —Me miró—. Lo entiendo. Sé que hice mal, que intenté hacerte daño y que te abandoné. Debes irte. No dejes pasar la oportunidad. 

Le miré entre confundida y enfadada. 

—No voy a irme, no sin ti. 

—Hazlo. —Su mirada fue intensa—. Lo digo en serio. 

—¿Acaso no te das cuenta de lo que te pasará si te quedas y yo huyo? 

Él advirtió mi mirada de preocupación. 

—Yo sé cuidarme solo —susurró. 

Avanzó hacia mí e hizo un intento de abrazarme, pero se detuvo en el último momento. Sabía que ese gesto podía delatarnos. 

—Ven conmigo —le dije. 

—No. Conmigo aquí sabrán que... 

—Es hora de irse —interrumpió la espeluznante vocecilla de Valentine apenas un par de pasos a un lado de nosotros. 

Miré a Jerome de soslayo, y vi la misma inquietud en su cara que la que de pronto se había apoderado de mí. ¿Nos habría escuchado? 

—¿Tú no vienes? —pregunté al percibir que no parecía muy arreglada. 

—Hernan dice que sería descortés dejar a un invitado solo. —Miró directamente a Jerome—. Me quedaré y jugaré con él. 

Noté cómo el corazón de Jerome se aceleraba. 

—No deberías llegar tarde. A Hernan no le gusta esperar. 

Me volví hacia mi amigo. 

—No, no pienso dejarte solo. 

—No creo que tu presencia pudiera hacer mucho, Lena. Recuerda lo que hemos hablado. —Su mirada fue dura—. Nada ha cambiado. 

Apreté la mandíbula con fuerza y me solté de su mano... 


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En unos minutos, continuación, :).


Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now