Plan. Parte II.

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Oí unos ruidos procedentes de la playa, así que me dirigí hacia allí. Un poco a lo lejos vi su silueta enmarcada por el azul profundo del mar. A sus pies, había desplegadas varias armas, pero no les estaba prestando atención. Cuando llegué a su altura, le encontré moviendo maderas de un lado a otro. Se había desprendido de su camisa y ahora su cuerpo se contraía con cada movimiento. Evité mirarlo para no titubear. Cuando llegué junto a él, me lanzó una fugaz mirada pero no se detuvo. Es más, no hizo nada que pudiera sugerir que había notado mi presencia. 

—¿Qué estás haciendo? —pregunté. —Habrá tormenta. Necesito un lugar para cobijarme. 

Ni siquiera me había dado cuenta del nubarrón negro que se alzaba sobre nuestras cabezas, ni del repentino aire que intentaba mecerme de un lado a otro. 

—¿Tormenta? No vas a resfriarte —comenté. 

—Dudo que desees que el viento esparza todas mis pertenencias revelando nuestro paradero. Pero me alegra comprobar que al menos mantienes algo de sentido del humor. 

—No era un chiste. 

—Mejor. No era gracioso. 

Guardé silencio mientras él continuaba trabajando: 

—Dices que Hernan quiere algo de mí. ¿Qué es? 

—¿Qué te hace pensar que lo sé? 

—La cantidad de cosas que ya me has ocultado. ¿Por qué quieres ir? No me creo lo de Jerome. 

—Es verdad, pero me preocupa no ser el único que quiera ir por otro motivo. 

Me crucé de brazos. 

—¿Qué quieres decir? 

—Confío en que tu interés resida en salvarle porque, de no ser así, nos estarías poniendo en riesgo a todos. —Me miró con intensidad—. ¿Lo sabes, verdad? 

—¿Qué estás insinuando? 

—Que es bastante evidente saber cuándo alguien tiene hambre... 

Titubeé. Era cierto que la necesidad que sentía por verle y devorarle no había disminuido, y que no sabía cómo iba a reaccionar al volver a encontrarle. Es más, ni siquiera sabía si podría controlarme, pero él no lo entendería y de verdad creía que podía ayudar. Además, era imposible que él supiera eso...¿no? 

—No sé de qué me hablas —musité, retrocediendo un paso—. En cualquier caso, no tienes que hacerlo, lo sabes. Jerome no es asunto tuyo. 

—Puedo sobrevivir sin tu aprobación. Conozco a mi familia. En el peor de los casos tal vez te ahorres un problema. 

—¿Qué quieres decir? 

Se detuvo y volvió a erguirse hasta alcanzar toda su altura en un gesto imponente y desafiante. 

—Que tal vez consigas que otra persona lleve a cabo la venganza de la que no eres capaz. 

—No tienes ni idea de lo que soy capaz o no —me defendí—. Ya no. Ni de lo que quiero. Yo no tengo la culpa de que seas... 

Dio un paso hacia mí y me miró directamente a los ojos. Ese gesto me hizo vacilar. 

—¿De que sea cómo, Lena? ¿Un monstruo? ¿Un animal? —lanzó una madera al suelo, enfadado. 

—De que seas como eres —terminé. 

Soltó un bufido sarcástico. 

—Nadie ve con horror que el león se coma a la cebra en la selva, incluso tu absurda moralidad humana lo consideraría normal. No has nacido aquí ayer, Lena. Has visto suficiente, has convivido y te has alimentado más de lo necesario para comenzar a entender este mundo, pero te sigues negando. Te guste o no nos alimentamos de humanos. Eso es lo que hacemos. Y a veces esos humanos simplemente se agotan. Juzgarlo no te devolverá tu preciada vida. —Me  dio la espalda con un gesto impaciente—. Me cansa tener que pedir perdón porque el maldito destino me hiciera así. —Propinó una patada a otro madero y se giró hacia mí—. Te oculté lo que hice, pero no lo que soy ni cómo soy. Eso debería haber sido suficiente para ti. 

—¿Suficiente? —solté indignada—. ¿Cómo puedes decir que es lo mismo? ¿Cómo puedes siquiera pensarlo? 

—¡Por supuesto que lo es! Lisange acabó conmigo y yo incluso llegué a... 

—¿A qué? —insistí avanzando hacia él con el corazón en un puño. 

—Acabé con Jerome y él al menos planea acabar conmigo. Decídete. Puedes acabar conmigo o hacerte a un lado, pero hazlo pronto porque no pienso soportar toda la eternidad así. Yo me rindo. 

Un pesado silencio se interpuso entre los dos. El viento corrió entre ambos con fuerza y en ese momento empezó a chispear para, un par de segundos más tarde, romper a llover. Pero eso no hizo que la intensidad de su mirada bajara o que la tensión se relajase entre ambos. 

—Lo que quiero es que desaparezcas —fue lo único que dije, con la voz temblorosa y menos fuerza de la que esperaba—. No quiero volver a hablarte, ni volver a verte. Nada. Si tuvieras un mínimo de humanidad te irías. Nadie te quiere aquí. 

No esperé a que respondiera nada. Volví a internarme entre los árboles. La rabia y la frustración corrían por mis venas. Solo quería gritar. ¿Cómo se atrevía a hablarme así? ¿Él, que me había mentido, que había acabado conmigo...? Cogí una piedra y la lancé con fuerza. ¿Cebras? ¿Eso es lo que yo había sido? ¿Simple y vulgar carnaza? La respuesta llegó casi de inmediato a mi mente, y solo me enfureció aún más. No, me negaba a creer que fuéramos simples animales. Los vivos se diferencian de los animales por muchas razones. Si nosotros estábamos por encima de ellos, eso debería alejarnos aún más, ¡no acercarnos! Su teoría era absurda y ridícula, además de inmadura y completamente irracional. Y solo había conseguido ponerme de una profunda mala leche. 

Propiné una buena patada a otra piedra, que ni se inmutó, y alcé de nuevo la vista hacia el horizonte intentando serenarme. El viento se metía en mis ojos, secándolos y haciendo más difícil tener cierta visibilidad. Parpadeé varias veces. No veía rastros de guardianes pero sí un pequeño grupo a lo lejos, en la ladera de la montaña, que parecía inmóvil, con una desconcertante tranquilidad. El mismo tipo de sosiego que precede a la tormenta. Algo se removió dentro de mí en cuanto mis ojos se fijaron en ese lugar, como si algo tirara de mis entrañas. Me mordí el labio de forma inconsciente, repentinamente ansiosa, y un cosquilleo ascendió por cada milímetro de piel hasta la nuca, mareándome. Era Hernan, podía sentirlo con tal claridad que asustaba, aunque no tanto como el repentino anhelo que aquella visión había despertado. Una repentina necesidad de verle, de sentirle, de apoderarme de su alma... 

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Место, где живут истории. Откройте их для себя