A la deriva. Parte I.

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¿Qué había querido decir con "dentro de poco eso no importará"? 

¿Iban a matarle? 

Esa pregunta me hizo vacilar.

Sí, él había acabado conmigo y mis sentimientos hacia él estaban muy lejos del perdón en ese momento pero, ¿quería que le pasara algo malo? Yo le quería. Había sido sincera todo el tiempo respecto a lo que sentía. De hecho, ese era el motivo de que mi dolor fuera tan grande. Habría sido mil veces más fácil aceptarlo cuando no sentía nada por él, pero ahora era diferente. No obstante, aunque no estuviese segura de lo que estaba ocurriendo en mi corazón, no quería que acabaran con él. Sin embargo, la actitud de Valentine hacia Christian parecía haber cambiado radicalmente. Ya no aparentaba amarle como cuando la conocí, sino más bien lo contrario. Tal vez le hubieran torturado igual que habían hecho conmigo. Ese pensamiento me sobrecogió el corazón. Estaba dolida con él, sí, mi corazón ardía y no tenía ni idea de qué sentía. Ignoraba si sería capaz de perdonarle algún día pero pensar en él en manos de alguno de ellos... Los recuerdos se agolpaban furiosos en mi cabeza, ansiosos por cobrar sentido. Miré mi ombligo con dedos temblorosos. Dolía como si estuviera en carne viva pero no podía quedarme en esa habitación ni un segundo más. 

Al alzar la vista, encontré los ojos de la chica rubia mirando en la misma dirección. Ella estaba agazapada en una esquina, con la misma expresión de terror y admiración que horas antes. Sentí que observaba cada movimiento, cada gesto tanto mío como de Flavio. El gato se apretó contra mi regazo y le gruñó a la joven. Ella bajó la cabeza de inmediato y la escondió entre sus brazos, asustada.

—Shhhh —le dije al felino—. Vámonos.

Entendía a Flavio perfectamente. Era realmente incómodo. Cogí al gato e intenté ponerme en pie. Necesitaba estar sola...

Mis rodillas flaquearon durante unos segundos, pero conseguí mantenerme erguida y llegar hasta la cubierta exterior.

El mismo mar embravecido me recibió en esa ocasión. Sin embargo, el cielo estaba ahora oscuro. He de decir que haberlo visto antes no evitó que la imagen infinita del horizonte lejano me impactara una segunda vez. Tomé aire y miré alrededor, en busca de un lugar donde nadie pudiera verme. La verdad es que no soy ninguna experta en barcos, lo que se traduce en que no tengo ni idea de qué es proa o popa ni todas esas cosas que se mencionan cuando una habla de un barco. Mis conocimientos del tema consisten en poco más que las referencias de películas como Titanic, La vuelta al mundo en 80 días o, tal vez, alguna de piratas, así que digamos que no es un rango muy grande de conocimiento... La embarcación en cuestión en la que yo me encontraba en ese momento tenía el porte y la longitud de un barco pirata, a excepción de la bandera, de la pulcritud de cada detalle y de alguna que otra licencia creativa. Muchos detalles habían sido "adaptados", como la ausencia de cañones o, a juzgar por el mío, el interior de los camarotes. Tenía cuatro mástiles enormes, de esos con unas tremendas velas amarillentas, y varias cubiertas, todas ellas de madera. Aparte de eso, poco más, excepto que se movía una barbaridad y que todo él crujía de manera temeraria cada vez que se balanceaba, además del olor a viejo y la absoluta ausencia de botes. No había ni un solo bote salvavidas...

Avancé hasta lo que creía que era la proa, o la popa (la contraria a la que avanzaba en ese momento) y me escondí entre unos barriles de madera. Me abracé a mí misma y miré el mar. Tal vez la eternidad en las profundidades fuera mucho más tentadora que un solo día más en ese barco. No iban a conformarse con matarme, lo tenía claro. De ser así ya lo habrían hecho. Y, la verdad, es que no me sentía lo suficientemente valiente como para afrontar la posibilidad de que fuera así. Tal vez la costa no estuviera demasiado lejos. Podría flotar hasta encontrar tierra o algún otro barco, ¿no? Cualquier opción era mil veces mejor que quedarse allí. Flavio maulló entre mis brazos, quizá consciente de lo que estaba pensando.—Vamos a salir de aquí —le dije recorriendo veloz la cubierta con los ojos—. Aún no sé cómo, pero vamos a conseguirlo. El gato volvió a maullar.

¿Cómo era posible que todo hubiera cambiado tanto en tan poco tiempo? Era como si, de pronto, el mundo entero se empeñara en derrumbarse a mi alrededor sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Todo lo que yo había creído como cierto, no era más que una elaborada y cuidada mentira. Y la gente en la que creía que podía confiar... 

¿Qué podía esperar ahora? ¿Acaso debía asimilar lo que había descubierto, sin más? No. Desde luego que no, porque me negaba a comprender y aceptar lo que eso implicaba. De hacerlo, ese dolor me mataría. Pero, desde luego, algo irreemplazable se había roto dentro de mí. El dolor me desgarraba hasta tal punto que había dejado de sentir para limitarme a existir. Y no solo por Christian, sino también por saber que Lisange había estado allí y que lo sabía desde el principio... Me enfurecía. De hecho, no solo me enfadaba, me cabreaba tanto que casi era capaz de reavivar mi cuerpo. No sabía si había participado en todo eso pero una cosa estaba clara, ella lo sabía. Lo había sabido todo el tiempo y nunca se le había ocurrido contármelo. Lo cual me llevaba directamente a otro pensamiento más preocupante, ¿qué motivo podía tener ella para ocultarlo y, así, protegerle?

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¿Alguna teoría? :). 

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now