No Soy Fuerte

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Gracias el apoyo que me estáis brindando, está siendo muy importante para mí. Aquí tenéis un nuevo capítulo. 

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Christian me acompañó hasta una de las habitaciones menos destartaladas y aguardó junto a la ventana hasta que yo me decidí a irme a la cama. Tardé mucho en hacerlo por- que de pronto era incapaz de mantenerme parada. No hacía más que dar vueltas por todo el dormitorio, nerviosa; necesitaba aire, por decirlo de alguna manera. Sin embargo, él me concedió espacio, supongo que porque estaba igual que yo, perdido en sus pensamientos.

—Ha sido una noche difícil —comentó mientras me metía por fin entre las sábanas.

—No te quedes ahí —le pedí alzando los brazos—. Ven conmigo.

En ese momento, necesitaba más que nunca sentir su cercanía.

—No es apropiado —susurró sin mirarme.

—¿Y espiar a una chica mientras duerme sí lo es? Volvió su cabeza hacia mí.

—Vigilo que no corras peligro.

—También se puede «vigilar» desde el otro lado de la puerta —señalé, suspicaz. Se levantó despacio, sin hacer ruido, y se aproximó a mí. Apoyó su peso con las manos sobre la almohada, una a cada lado de mi cabeza, acercándose tanto a mí que pude sentir el frescor de su aliento sobre mi piel—. No me dejes sola, por favor.

Él no dijo nada, se apartó un poco de mí y se acostó a mi lado. Le rodeé con los brazos, apoyándome contra su pecho.

—Saldré en cuanto te quedes dormida —murmuró junto a mi oído—. Liam intentará encontrar cualquier excusa para apartarme de tu lado, pero estaré detrás de la puerta toda la noche, te lo prometo.

Me dio un corto beso en la punta de la nariz y me arropó como si fuera una niña pequeña. Me resigné, cerré los ojos e intenté alejar de mi mente todo lo que me habían contado. Christian había cerrado a conciencia las ventanas de la habitación y todas las de la casa, así que, después de unos segundos, tuve que apartar las mantas por el repentino calor, a pesar de que no sirviera de mucho, aunque estaba segura de que el sofoco también estaba motivado por mi estado de ánimo.

Miré hacia el techo sin saber muy bien qué pensar. Tenía miedo; era la primera vez que todo el asunto de los guardianes me causaba especial terror y, sin embargo, estaba ahí, acostada, esperando apaciblemente a que el sueño llegara. La verdad es que por dentro estaba histérica, para qué negarlo. Había «visto» lo que le ocurrió a Flavio. Lisange me había contado qué le habían hecho y ahora se suponía que a mí me esperaba algo muy parecido, pero era incapaz de reaccionar de forma normal. ¿Por qué? Tal vez fuera porque me costaba asimilar las cosas; quizá por la mañana supiese mejor qué hacer o pensar y me pasara todo el día pegada a Christian temblando de arriba abajo.

Me llevé una mano a la cabeza. No me extrañaba que los De Cote prefirieran el campo. En la ciudad hay cientos de sonidos incluso cuando para el oído humano solo hay silencio: el agua corriendo por las alcantarillas, un gato husmeando entre los cubos de basura, la electricidad de las farolas de la calle... Durante el día podía aprender a ignorarlos porque estaba distraída, pero por la noche era algo imposible. Era mucho más agradable el susurro de los árboles y el ulular de las lechuzas, esos al menos eran relajantes...

Intenté centrar mi atención en un solo punto; de hecho, tardé solo un instante en localizar el sonido que estaba buscando. Un suave palpitar de corazón. Me concentré en cada latido, solo en eso, y todo lo demás desapareció.

Me desperté en mitad de la noche, pero no abrí los ojos. El corazón de Christian se oía más lejano, así que debía de estar ya al otro lado de la puerta. Lo que escuchaba con más nitidez era el viento, que chocaba contra las cortinas transportando un extraño hedor que puso en alerta mis sentidos. Abrí ligeramente los párpados, pero, entonces, alguien me cubrió la boca con un movimiento tan rápido que ni siquiera pude gritar.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now