Verdades y mentiras. Parte II

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—Despierta—escuché de pronto. 

Oír voces solo podía significar dos cosas, la primera, que había empezado a alucinar o, la segunda, que algo no tenía sentido. Abrí los ojos y el mismo cielo estrellado continuaba dando vueltas fruto de un inmenso mareo, pero algo apareció en mi campo de visión. Un rostro, preocupado y bello, mirándome intensamente. De pronto, ya no estaba en alta mar. 

—¡Tú! —exclamé, pero apenas pudo oírse porque en cuanto abrí la boca empecé a toser descontroladamente Lisange se apresuró a ayudarme pero la aparté con un ademán de la mano e intenté incorporarme por mi misma; el suelo se movía bajo mis pies. 

—Shhh. —Lisange se lanzó sobre mí para cubrirme la boca con la mano a la vez que me sujetaba para que no hiciera ningún movimiento brusco. 

Me zarandeé con una ridícula muestra de lo que normalmente era mi fuerza. Lisange, por supuesto, no tuvo que esforzarse para mantenerme a raya. Pero no entendí nada hasta que mis oídos volvieron a la normalidad y escuché el frufrú de unos arbustos a unos pocos metros de distancia. Agudicé el oído, que poco a poco iba recuperando su poder habitual, y capté pasos e, incluso, unos ligeros latidos inhumanos. El cuerpo de Lisange estaba tenso y me sujetaba con muchísima fuerza. No fue hasta que el último latido se perdió entre los sonidos del bosque que liberó mi boca. 

—¡Estás bien! —Me abrazó. Su aroma dulzón penetró en mi cerebro—. ¡Oh, Lena, estábamos muy preocupados! 

Me deshice del abrazo como si quemara y me aparté de ella tan rápido que tropecé y caí hacia atrás. 

—¿Qué ocurre? —preguntó con una expresión que se debatía entre la sorpresa y la confusión.

 Su absoluto desconcierto consiguió incluso hacerme dudar, aunque mi vacilación no duró más que un leve segundo. Lo suficiente para que su silueta recortada contra la noche en mi recuerdo floreciera de entre el bullicio de mi mente y la ira se fuera apoderando de mí misma conforme recuperaba fuerzas. Sin mediar palabra, me abalancé sobre ella. 

—¡Lena! —exclamó desde el suelo, bajo mi cuerpo, intentando deshacerse de mí—. ¿Qué te pasa? ¡Soy yo!¡Lisange! 

La cabeza me ardía, no tenía fuerzas ni para tenerme en pie, pero me sentía descontrolada. 

—¿Qué te pasa? —volvió a preguntar. 

Ver esa expresión de fingida ingenuidad solo consiguió calentar aún más mi sangre. 

—¡Me mentiste! —grité mientras la inmovilizaba bajo mi cuerpo y la agarraba por el cuello. 

—No sé de qué estás hablando. 

Su cara casi hacía creíbles sus palabras. 

—¿Cuándo pensabas contármelo? ¿Eh? ¿También tú te has estado riendo de mi? ¿Tan divertido ha sido? 

Su rostro palideció al instante, confirmando lo que ya sabía. 

—¿De dónde has sacado esa idea? —Su tono de voz se tornó en cautela. 

—¡Lo vi! ¡Yo misma lo vi! ¡Tú estuviste allí esa noche!¡Tú le ayudaste! ¡Le protegiste! ¿Por qué? 

—Es cierto. —Iba a seguir gritándole pero eso me dejó desarmada, no esperaba que lo reconociera sin más—. Pero no le ayudé —siguió—. Todo tiene una explicación. Si me escuchases. 

—¿Por qué iba a escucharte? —La miré con todo el odio que pude desprender de mis ojos—. ¿Por qué? —insistí—.No habéis hecho nada más que mentirme todo este tiempo. 

—Somos tu familia, eso no cambia nada. 

Esa frase sonó como un insulto para mí. 

—¿Mi familia? —Escupí aquella palabra como si quemara—. ¿Ahora sois mi familia? 

—¡Lena! —escuché a un lado—. Apartaos de Lisange. 

Era Liam, lo reconocí por su voz pero no me giré para mirarle. Toda mi atención estaba puesta en ella, la Lisange ala que había creído como una hermana. 

—Lena —continuó ella—, eso fue un terrible accidente. Ninguno de nosotros queríamos que ocurriera. 

—¡Mientes! 

—Deberíais escucharla —decía Liam. 

—¡La vi! —exclamé, temblando de la rabia—. ¡Dejó que me matara! 

—¡Eso no es cierto, Lena, estaba allí para evitarlo! 

—¡Mientes otra vez! Te he visto pelear con Hernan y con él y vencerles. —Mi voz tembló—. Si fuera así, yo no estaría aquí ahora. 

El rostro de Lisange se contorneó en una mueca de dolor. 

—No podría haberlo hecho por la fuerza, eso lo habría atrasado, no evitado. —Me miró con intensidad—. Solo podría haberlo evitado con el derecho de posesión. 

Mi mano tembló contra su cuello. 

—¿Qué? —tartamudeé—. ¿Qué... qué significa eso? Ese derecho sólo lo tiene... lo tiene... 

—El gran predador que lo creó —terminó ella, firme—.Y yo ya no era un gran predador cuando te hizo eso. 

Me quedé helada. Solté mi mano como si de pronto quemara y retrocedí, repentinamente abrumada. 

—¿Qué? 

Ella se limitó a guardar silencio. 

—Dios... —Caí hacia un lado, sobre la hierba, incrédula—. No puede ser. —Me llevé las manos a los ojos, cubriéndolos—. Esto... Esto me supera... 

—¿Entiendes ahora por qué no pude evitarlo? —preguntó ella incorporándose a mi lado—. Soy la única que conoce sus límites. Lo intenté, puedes creerme, intenté que no lo hiciera, intenté que viniera con Gareth y Gaelle y que cambiara, pero no me escuchó. 

Bajé las manos por mi cara, intentando asimilar todo aquello a una velocidad récord. 

—¿Qué sentido tiene que tú fueras gran predadora? 

—Conoces mi historia, Lena. ¿Acaso no tenía más lógica haber sentido venganza en el momento de mi muerte que dolor? 

—¿Lógica? —reí con amargura. Entonces, caí en algo. Me incorporé y la miré directamente a los ojos—. Hernan... 

—También le creé a él —afirmó—. No tengo nada que ver con Elora y Lester pero yo enseñé a Christian y a Hernan todo lo que saben. Sé que es mucha información, pero prometo contarte todo lo que quieras saber. 

Cuando me puse en pie, mi cuerpo se balanceó peligrosamente, ignoro si por el cansancio o por el peso de ese descubrimiento. 

—No. Creo... —me llevé una mano a la frente—. Creo que... necesito pensar en esto.


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¿Os apetece que mañana suba otro capítulo o esperamos al domingo? :).

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now