~22. Historia: Guillermo~

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Especial 500★.

El apartamento de Camilo era un lugar pequeño. Un monoambiente. Tenía una habitación, una cocina y un baño. La cocina conectaba con el que era un mini living, el cual había sido armado por el mismo Camilo con sus ahorros de toda la vida. Tenía planeado vivir en se pequeño lugar por mucho tiempo más, pues aquella ciudad le encantaba y mientras más pueda quedarse, mejor.

El sillón era cómodo. Perfecto para estar varios minutos contando una historia que no te apetece contar para nada. Guillermo y Mangel estaban sentados en él. Camilo se encontraba en la cocina, preparando una infusión para Guillermo, un té de fresa. Mangel no había querido tomar nada, se notaba nervioso y quería que se resolvieran todas sus dudas de una vez.

-Ten...- Dijo Camilo cuando le tendió la taza con el liquido dentro. Se dirigió a su cuarto y tomó un par de cosas que había dejado ahí anteriormente, cosas como llaves, celular y documentos.

Se encaminó a la puerta pues iba a saludar a sus papas que hace mucho no los ve. Guillermo se acercó a él para saludarlo.

-¿Seguro no quieres que me quede?- Preguntó Camilo mientras se ponía un saquito, pues afuera había empezado a refrescar. Guillermo le sonrió y ayudando a que se acomode la prenda.

-Muy seguro, tus padres son más importantes que escuchar una aburrida historia la cual ya conoces...- Dijo riendo mientras terminaba de acomodarle el cuello del extraño saco.

-Vale... cualquier cosa me llamas, si?- Guillermo asintió a aquello y le dio un corto beso en los labios, haciendo que Camilo sonría junto con él.- Nos vemos...-

-Adiós, saludame a tus padres!- Dijo Guillermo mientras le abría la puerta y veía como se iba por el pasillo del edificio.

Entró de nuevo y cerró la puerta, era hora de comenzar con la aburrida –no tan aburrida– historia.

Se encaminó al sofá, se sentó mirando a Mangel quien estaba a un lado suyo, moviendo la pierna totalmente impaciente.

-Vale... ¿Qué quieres saber?- Preguntó Guillermo el cual ya se había puesto nervioso con la constante mirada de Mangel. Pero siempre se ponía el mismo reto al contar su historia: mirar a la persona todo el tiempo pues así le dabas creencia.

-Todo lo que tengas para contarme, Guillermo- Respondió seco y duro Mangel, quien se había cansado de tanto misterio.

-Bien... empezemos por el principio entonces.- Habló de nuevo el menor, tomando un trago de su rico té. Si es que las infusiones que hacía su novio no se comparaban con ninguna.

-Tal vez esto te sorprenda... O quizás no, pero quiero que primero me prometas que no se lo vas a contar a nadie. A. Nadie.- Habló Guillermo con mirada seria y justa, manteniéndola como nunca.

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